Erik Satie, el compositor que buscó inspiración en la soledad
(Un texto de Mariano Blasco Valle en el Heraldo del 2 de agosto de 2019)
Compositor francés que introdujo el humor en la música y con sus partituras abrió las puertas de la modernidad.
Erik Satie. Músico. Compositor (1866-1925). Soy miope de ojos claros y los cubro con dos círculos vidriosos apoyados en mi generosa nariz, que emerge desde un cráneo piriforme cuya fealdad oculto con un sombrero perenne.
No sintonizo con las
mujeres; mi fealdad contribuye a que no se fijen en mí pero no me
afecta; no soy homosexual, prefiero yacer conmigo mismo, es menos
costoso y menos molesto.
Mido
algo más que Henri (1) y los bajitos somos como los caniches, ladramos y
ladramos pero nunca mordemos. Todos mis amigos son altos, menos Pablo
(2), el pequeño español de mirada perforante.
Con los poetas Marc Jacob y Pierre Reverdy; con Pablo Gargallo; con los pintores Van Dongen y Modigliani;
con todos bebo a gusto y a pesar de mi pobreza me alcanza para pagar
alguna ronda sobre todo cuando vienen las visitas, cuando nos honra Henri, Gertrude, Apollinaire, Braque (3).
Son
todos especiales; nunca se habían juntado aquí tantas rarezas y
caprichosas mentes. Mi padre no quería que fuera músico y mi madre
tampoco, pero me escapé a París e ingresé en el Conservatorio. Me
echaron y ahora trabajo como pianista en varios cafés. El último el
Chat-Noir, porque me dan de comer y beber y sobre todo porque no tengo
piano. No lo sabe nadie.
Mis
piezas nacen en la almohada y luego las hago vivir y respirar aquí;
entre el humo. Mi vida vulgar solo mejoró cuando se estrenó ‘Parade’, al
que Diáguilev, el genio, llamó "el primer ballet cubista de la
historia".
Esta bestia consiguió reunir al músico más absurdo y fascinador del momento, que era yo, a Picasso el loco español; y el ingenio, a la pura magia poética que ha tenido la literatura francesa en este siglo, a Jean Cocteau. Todos estábamos ilusionados y estrenamos el 18 de mayo de 1917 en el Théâtre Châtelet, pero ‘Parade’ fue acogida tanto con aplausos como con insultos.
Lo
cierto es que a partir de aquí me convertí en famoso. Me puse de moda y
confieso que nunca lo pasé tan mal. Todo el mundo me reconocía. Mi
monasterio, mi cenobio se había iluminado y yo no lo deseaba, porque
cuando había luz no había inspiración.
Por eso decidí irme a vivir a Arcueil.
Allí nadie me conocía ni me importunaba ni criticaban mi aspecto
desaliñado. Y es que necesito el aire libre porque desde que serví a la
patria me pita el pecho, toso, escupo sangre y me dan calenturas. Cada
vez me cuesta más respirar.
Erik Satie murió en el Hospital de Arcueil a los 59 años. La causa, una EPOC (1), posiblemente asociada a tuberculosis, y agravada por malnutrición crónica y alcoholismo.
Satie no había permitido entrar a nadie en su habitación y solo después de muerto sus amigos accedieron al cubículo del genio.
Cuando cerraron la puerta se estremecieron. La luz que entraba por el
ventanuco apenas rozaba las paredes desconchadas e iluminaba una
simulación de teclado de piano hecho en madera engrasada por las yemas
de sus dedos; seis partituras, ropa sucia desordenada, un camastro con
la funda de la almohada amarillenta, botellas vacías.
En aquel agujero oscuro nació el germen de la música de siglos venideros.
Un milagro y un regalo imprescindible porque morir sin haber oído sus
‘Gymnopédies’ o sus ‘Gnossiennes’ es no haber vivido del todo.
(1)
La EPOC o bronquitis crónica es una enfermedad pulmonar casi siempre
originada por el hábito nocivo de fumar. La destrucción de los
bronquiolos impide entrar al oxígeno a la sangre de forma que el
afectado se ahoga ‘hacia adentro’. Hoy existen fármacos que mejoran los
síntomas y retrasan su evolución, pero la mejor forma de no padecerla es
no empezando a fumar o dejando de hacerlo.
Etiquetas: Grandes personajes, Pongámosle música
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