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viernes, mayo 15

Máster en protección solar

(Un texto de Laura Requejo en la revista Mujer de Hoy del 15 de junio de 2019)

Estás a tiro de piedra de pisar la playa. Y con todo lo que se ha dicho sobre protectores solares, filtros y SPF, seguro que te han surgido muchos interrogantes. No te quemes: aclaramos todas tus dudas.

A pesar de que cada año las secciones de belleza de las revistas se llenan de análisis concienzudos sobre la importancia del uso de solares, parece que nadie tiene claro cómo funciona un fotoprotector. Es cierto que hay mucha información al respecto que es necesario asumir, y que las etiquetas están llenas de sellos y advertencias que deberías entender. Vamos a empezar por aclarar los más básico: para qué sirven y cómo se usan tus grandes aliados en la playa.

Aclarar la maraña de los filtros

Más allá del famoso SPF, los que nos protegen de la radiación solar son los filtros. Ellos se encargan de reforzar la defensa natural de la piel para que los rayos dañinos (no solos los UVA y los UVB, también los infrarrojos y la luz azul cuando lo especifique la etiqueta) no nos agredan mientras estamos expuestos al sol. Pero no todos son iguales. Los hay físicos, químicos y biológicos. Y se pueden combinar entre ellos en un mismo producto o puede que este contenga un solo tipo. Eso sí, todo ello debería quedar claro en la etiqueta.

-Filtros físicos. Se despositan solo sobre la superficie de la piel y funcionan como un escudo con efecto espejo: los rayos solares se reflejan y rebotan hacia el exterior. Se trata de activos minerales inorgánicos y los más utilizados son el dióxido de titanio y el óxido de zinc. Entre las quejas por su aplicación hay una que se repite: dejan la cara blanca.

-Filtros químicos. También se los conoce como orgánicos (como contrario de inorgánico, nada que ver con lo eco o lo bio). Estos no se quedan en la superficie, penetran en el interior de la piel, allí absorben la energía de los rayos UV e impiden la transmisión de esta radiación hacia los tejidos.

-Filtros biológicos. Son una mezcla de antioxidantes potentes (contrarrestan los radicales libres que produce el sol) con aceites, como el de semilla de frambuesa o el de buriti, que tienen cierta capacidad para bloquear los rayos ultravioleta.

-¿Y los filtros contaminantes? En este caso no vamos a medir su capacidad de proteger, sino el desastre ecológico que provocan. Hay dos en concreto, la oxibenzona y el octinoxato, que son culpables directos de que los arrecifes de coral pierdan su color rojo característico (se quedan blancos) y acaben muriendo.

En algunos lugares, como Hawái o la Riviera Maya, ya están prohibidos. En Europa hay una propuesta de resolución para hacer lo mismo en breve. Pero varias firmas de belleza, como Caudalie, Biotherm, Avène, Clarins o Nivea, se han adelantado y los han eliminado de sus fórmulas.

El fotoprotector es obligatorio 

Úsalo en la playa, en la montaña y en cualquier actividad al aire libre. Los meses de verano los rayos de sol inciden de forma perpendicular sobre el hemisferio norte y sus daños son más potentes y peligrosos. Está demostrado que mientras los UVB son los culpables de las quemaduras, los UVA penetran en el interior de la piel y son capaces de modificar el ADN de las células, con daños irreversibles. 78.000 casos de cáncer de piel se diagnostican cada año en España, según la AEDV. 4.000 son melanomas, la forma más agresiva y de peor pronóstico.

Bronceado, señal de alarma

No te engañes. Te pones morena porque esa es la forma que el organismo tiene de defenderse de la agresión de esos rayos ultravioleta. Tienes que entender que, para conseguir ese tono que tanto te gusta, estás sometiendo a tu cuerpo a un proceso de quemadura e inflamación tan peligroso y dañino como fumar. El bronceado no es otra cosa que un intento de tus células de controlar los daños que provoca el sol: los melanocitos, que son los que dan el tono oscuro a tu piel, se activan como un escudo celular que trata de evitar la quemadura inminente. Y hay un límite a las veces que pueden defenderte.

Qué significa (de verdad) el SPF

No es una ciencia exacta. El Factor de Protección Solar (SPF, sus siglas en inglés) solo es un índice que establece el número de veces que el fotoprotector aumenta la capacidad de defensa natural del cuerpo frente al enrojecimiento previo a la quemadura que producen los rayos UVB (no tiene en cuenta los UVA). Un SPF30 solo indica que el nivel de protección frente al riesgo de quemarte es 30 veces superior que si no llevaras nada. Además, se han testado en condiciones de laboratorio: no tiene en cuenta si sudas o si tardas poco en quemarte (de eso tienes que estar pendiente tú). Tampoco se ha probado contra elementos como la arena o el viento.

Tómate muy en serio el fotoprotector

1. Usa la cantidad correcta: Es la clave de un buena protección. Pero las medidas recomendadas para que un SPF50 cumpla tus expectativas son mucho mayores de lo que imaginas: 2 miligramos por centímetro cuadrado de piel es lo que establece la OMS. Y eso supone, como mínimo, una cucharada sopera de fotoprotector en la cara y una taza de café de tamaño mediano en cuerpo.

2. Fan de la cara blanca: No te empeñes en obligar al fotoprotector a extenderse por tu rostro hasta que desaparezca. Sobre todo, si sus filtros son físicos. No te estás dando ni un maquillaje ni una crema facial. Ese esfuerzo por borrar su presencia solo consigue que la capa de protección sea mucho más fina de lo que debería y, por lo tanto, no cumpla con su índice SPF50. Es un escudo, deja que se muestre blanco al principio y espera a que se filtre. Ten paciencia, en unos minutos apenas dejará rastro.

3. Dátelo antes: Los filtros químicos tardan unos 20 minutos en estabilizarse y en ese tiempo no te protegen de nada. Los físicos funcionan casi inmediatamente. Pero, en todo caso, si empiezas a aplicártelos cuando llegas a la playa, tu piel va a estar completamente indefensa durante los minutos que dedicas a hacerlo.

4. Reaplicar es esencial: A pesar de que el índice SPF no mida realmente el tiempo que te puedes exponer al sol, lo que recomiendan los expertos es que calcules que en la playa el SPF30 aguanta unas dos horas y el SPF50 media hora más. Y a no ser que contenga tecnología de adaptación al agua, reaplica también después de bañarte.

5. Evita el aerosol en la playa: A cómodo no le gana nadie. Pero si te ha tocado lidiar con el spray en el mar, ya sabes que, con un golpe de viento, puede acabar en tu vecino de sombrilla. O en el interior de tus pulmones y tu boca, que es mucho peor (no se deben ni ingerir ni inhalar). Si te lo llevas a la playa, pulverízalo sobre tus manos y aplícalo con ellas.

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