Don Natalio, colócanos ‘a tós’
(Un texto de Tom Burns Marañón en
el suplemento económico de El Mundo del 20 de diciembre de 2009)
Nadie, salvo los estudiosos, sabe
hoy quién fue Natalio Rivas, así que hay empezar por apuntar que fue miembro
del partido liberal, diputado por Granada en las legislaturas entre 1901 y 1923
-cuando el golpe de Primo de Rivera cerró el parlamento a cal y canto- y varias
veces ministro. Lo que creo muchos conocen es una frase que le brindó a nuestro
personaje una voz ronca y sonora cuando daba un mitin electoral desde el balcón
del ayuntamiento de Órgiva, que es un espléndido pueblo en las estribaciones de
la Alpujarra. «Don Natalio», dijo el parroquiano, «colócanos a tos». Su petición, tan directa y
honesta, tan pegada a la realidad de las cosas, se convirtió en e! comentario generalizado
de la Villa y Corte. «Colócanos a tos»
resumía la administración del Estado en la época de la Restauración, con su alternancia
entre los partidos, el liberal y el conservador, y con sus mayorías
parlamentarias arregladas por el
ministro de la gobernación del momento para que la alternativa de los amigos políticos funcionase según las
reglas del caciquismo y su clientela.
La pregunta es obvia: ¿qué,
llegando a nuestros días, ha cambiado? Y la respuesta también. En lugar del
diputado en Madrid dispuesto siempre a enchufar y a colocar a parientes,
vecinos, amigos y demás gente, si no cercana, al menos, útil, está el parlamentario
autonómico y el poder y el presupuesto de la administración local. El engranaje
es el mismo. Sin embargo, siendo esto cierto, hay una diferencia muy importante
que se ha de tener en cuenta. Natalio Rivas, y tantos otros políticos como él
en aquella época de comienzos del siglo pasado, trabajaba para España, para la
nación-estado, y los enchufados que colocaba para asegurar su escaño lo entendían
perfectamente. Hoy el político autonómico, que no ha variado un ápice en las
prácticas caciquiles del clientelismo, barre para casa, para su patria chica y
para su patio particular.
Los grandes regeneracionistas,
con José Ortega y Gasset al frente, denunciaban el provincialismo y el
aldeanismo. Con el Estado de las Autonomías, que deja al Gobierno central con
la menor parte de la tarta del gasto público, este mal endémico de España está
a la orden del día. Los políticos locales tienen la barra libre parar
perpetuarse en el poder porque nunca ha sido tan sencillo colocar a tos. El déficit que acumulan es lo que menos les
preocupa.
Etiquetas: Culturilla general
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