Viajes: el enigmático México de Frida Kahlo
(Un texto de Pepa Roma en la
revista Mujer de Hoy del 8 de agosto de 2015)
Ella es la mujer que forjó su
propio mito. Arriesgando con su imagen, experimentando con su arte y
alimentando la leyenda de incontables amantes, pero un solo amor verdadero:
Diego Rivera. Viajar a México es viajar a Frida… ¿O al revés?
“Pies para que os quiero si tengo
alas para volar", es una de las muchas inscripciones que Frida Kahlo nos
ha dejado en sus cuadros y que mejor parece resumir su vida y su obra. A pesar
de sus muchas limitaciones físicas, la pintora se forjó y dejó su estela en
varios continentes. Seguir las huellas de esta artista seria hacer un
recorrido, sobre todo, por Ciudad de México. Pero también por Cuernavaca, donde
Frida se trasladó con Diego Rivera tras casarse en 1929 y pintó su autorretrato
El tiempo vuela; o ir a la ciudad de San Francisco, donde en 1930 pintó Frida
y Diego, basado en un retrato de boda; o a París, donde llegó en 1939 para
presentar su primera exposición en Europa. Cuando la conoció, Picasso dijo de
ella a Diego Rivera, por entonces considerado pintor más grande de México:
"Ni tú ni yo podríamos pintar nunca como Frida."
Frida enigmática e inagotable, a
los 61 años de su muerte sigue siendo motivo de nuevas exposiciones que tratan
de descifrar aspectos de su obra y su personalidad (…); así como motivo
constante de inspiración para la moda, el cine, las artes y hasta la
gastronomía. La artista prácticamente se ciñó a un solo género: el
autorretrato. "Me conozco a mí misma mejor que a nada y por eso
pinto", pero se convirtió en la mejor representante de México y su cultura
popular. En su pintura y en su vida encontramos una exploración constante de
sus raíces, y una indagación de su condición de mujer.
Sus discípulos y otros que la
conocieron la han descrito como una mujer de ''belleza inquietante" y con
un gran atractivo sexual que ella cultivaba con su trato y su forma de vestir.
Cómo es posible que alguien con una pierna deformada por la poliomielitis y las
numerosas fracturas de cadera y columna que sufrió a lo largo de su vida,
lograra hacer de sí misma toda una reina y posara ataviada como una princesa
indígena, sigue siendo motivo de fascinación y reivindicación femenina.
El epicentro de su vida estuvo en
la intensa Ciudad de México, donde podríamos seguir las huellas de Frida por el
Museo Casa-Estudio Diego Rivera en el Distrito de San Ángel. Allí vivió el
matrimonio poco después de casarse. Otro lugar a visitar es el número 432 de la
Avenida Insurgentes, donde se encuentra el apartamento que compró Frida, tras
una de las separaciones al descubrir que su marido tenía un romance con su
hermana menor.
Algunos seguidores la buscan en
el gran mural Balada de la Revolución pintado por Diego Rivera en el
Ministerio de Educación Pública. En la impresionante pintura aparece vestida
con una camisa roja con una estrella en el pecho. También seguimos sus pasos
por la Escuela Pública de Pintura y Escultura, más conocida como La Esmeralda,
donde dio clases en los años 40 y se forjó el llamado grupo de los Fridos; por
el Palacio de Bellas Artes, donde recibió el adiós final con su féretro
custodiado por la guardia de honor nacional. Y, sobre todo, por el
imprescindible Museo Dolores Olmedo, donde está la mayor colección de obras de
la pareja.
Otra cita imperdible es el Museo
Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, también conocido como las Casas
Gemelas. Este edificio fue una de las primeras construcciones funcionalistas de
Latinoamérica. En 1931, Diego Rivera encargó al joven arquitecto Juan O’Gorman
el diseño de una casa para él y otra para Frida, en la que cada uno tendría su propio
estudio. Ubicada en el barrio de San Ángel, esta maravilla arquitectónica fue
el hogar de los pintores desde 1934 —año en el que regresan de su estancia en Estados
Unidos— hasta 1941, cuando fallece el padre de Frida y ella decide regresar
sola a la Casa Azul.
Pero es en la Casa Azul de
Coyoacán, el lugar al que siempre regresó Frida Kahlo, donde se encuentra físicamente
su universo personal y creativo. Allí fue donde nació la artista en 1907.
También donde vivió con Diego y mantuvo alguno de sus romances más sonados,
como el que mantuvo con León Trotsky.
Coyoacán es hoy uno de los
barrios de intelectuales y bohemios de México D.F. pero en tiempos de Frida era
una localidad separada de la capital y rodeada de una naturaleza exuberante. Un
lugar de lagos y bosques que hoy son como un oasis fuera del tiempo en los
jardines de la Casa Azul.
Entrar en ella es como adentrarse
en el hogar de alguien que sigue deambulando por sus estancias. El cuaderno abierto
por la página donde dejó sus últimos esbozos, sus botellitas de pigmentos con
los pinceles dispuestos sobre la mesa como si esperaran la reanudación del
trabajo dejado a medias el día anterior; la cocina, el lugar más bello de la
casa, con las ollas de barro sobre el fogón, esperando el mole; el comedor, con
la mesa puesta y los platos de cerámica popular desplegados sobre las bellas
alacenas de estilo colonial; el sombrero de Diego que parece esperar en la
percha la llegada de su dueño; o la famosa alcoba de Frida, con algunas de las
figuras precolombinas que inspiraron a la artista o debieron formar parte de la
gran colección de Diego Rivera para la que se construyó la pirámide amarilla.
Sobre todo ese hábitat sigue reinando Frida con una presencia tenaz que se
proyecta desde la urna precolombina donde se encuentran sus cenizas.
Hoy es imposible hacer un trabajo
o una exposición sobre Frida Kahlo sin pasar por los archivos de la Casa Azul.
En ellos está documentada su infancia, en la que fue amamantada por una nodriza
indígena porque su madre estaba demasiado enferma para alimentarla; la poliomielitis
que la deja coja a los seis años. Sus primeros pasos como fotógrafa, una profesión
que ejercerá hasta que su movilidad quede truncada en 1925, cuando el autobús
en el que viajaba fue arrollado por un tranvía. Nunca llegada a recuperarse del
todo de la pelvis rota y de las fracturas en la columna vertebral que la
tuvieron meses en cama. Durante la convalecencia, Frida empieza a experimentar
con acuarelas y óleos, de los que surge su primer Autorretrato con traje de
terciopelo, vestida todavía a la europea. Allí hay constancia de su tormentosa
y siempre apasionada relación con Diego -y de su polémica boda- en 1929, de la
que la madre dice que le parece "la unión entre un elefante y una
paloma", objetando que Diego era "demasiado viejo, demasiado gordo,
además de comunista y ateo" (Diego tenía 42 años, media 1,86 y pesaba 136
kilos, mientras Frida tenía 22, y pesaba solo 44 kilos). Su divorcio en 1939,
solo para volverse a casar un año después. Sus infidelidades mutuas y los
numerosos amantes (de ambos sexos) de Frida. Los intentos de maternidad fallidos,
los tres abortos. Las entradas y salidas de hospitales, el dolor constante y
las continuas operaciones que culminaron con la amputación de su pierna derecha
en 1950. Su dependencia de los analgésicos que afectaron gravemente a su
pintura en los últimos años de vida... Todavía no se sabe si su fallecimiento
fue a causa del empeoramiento de una neumonía y anemia a la salida de una de
sus múltiples operaciones, o suicidio, tras una vida de martirio. La última
entrada de su diario dice: "Espero alegre la salida y espero no volver
jamás”. Se sabe que esa noche tomó más pastillas de lo habitual, ¿sobredosis
accidental o intencional? De todo esto nos habla la Casa Azul a través de sus
múltiples archivos y su gran colección de fotos.
Frida empezó a escribir un diario
en 1944 que nos cuenta cuánto empeño puso en vivir: "Cada tic-tac es un
segundo de la vida que pasa, huye, y no se repite. Y hay en ella tanta
intensidad, tanto interés, que el problema es solo saberla vivir. Que cada uno
resuelva como pueda". De una vida que gira en torno al amor. De lo que
significó Diego Rivera para ella: "Jamás en toda la vida, olvidaré tu
presencia. Me acogiste destrozada y me devolviste íntegra, entera". Él era
el hombre al que siempre volvía, tras sus aventuras: "Aunque haya dicho
"te quiero" a muchos y haya tenido citas y besado a otros, en el
fondo solo te he amado a ti". Pero esas páginas también relatan el
sufrimiento: "El dolor no es parte de la vida, se puede convertir en fa
vida misma".
Pero es la colección de vestidos
que se expone en la Casa Azul una de las que suscita más fascinación, con su
atrezzo inspirado en los trajes populares de Oaxaca, que hará de ella un ícono
que trasciende su pintura y un arquetipo de la mujer moderna. El descubrimiento
y expresión de la propia identidad a través del vestido que acompaña al
movimiento de emancipación femenina desde sus inicios, encuentra en Frida a una
de sus máximas exponentes por la originalidad y libertad con la que experimenta
e inventa su imagen y figura.
EI universo de Frida es también
la crónica del México de su tiempo, del que dice en una de sus cartas: “México
está como siempre, desorganizado y dado al diablo, solo le queda la inmensa
belleza de la tierra y de los indios". Un país que se codea con las
vanguardias revolucionarias y artísticas de Europa, al que peregrina André
Breton en 1938 para conocer a Trotsky en La Casa Azul. Cuando vio el cuadro
inacabado de Frida Lo que el agua me dio, en el que aparece flotado en
su bañera, la calificó de "surrealista" innata y la invitó a mostrar
su trabajo en Paris. Tras esa exposición, Mexique, se suceden otras en su país,
en Estados Unidos y Europa. Aunque la plena eclosión del fenómeno Frida solo se
dará después de su muerte, una especie de big bang del que todavía estamos por
ver las últimas consecuencias.
Es esa pintura de su etapa más
madura la que se expone en el Museo Dolores Olmedo de Ciudad de México, que
alberga la mayor colección de Frida Kahlo y Diego Rivera del mundo. En él se encuentran
obras tan célebres como La columna rota, Autorretrato con changuita, Unos
cuantos piquetitos... Frida con pájaros, monos, gatos, perros, en los que
se ha querido ver el símbolo de la naturaleza salvaje bajo su siempre hierática
imagen; Frida con Diego en brazos; Frida desdoblada; Frida con alas de pájaro
que parecen salir de su semblante cejijunto; Frida con collares de espinas…
Dando cuenta de una enigmática iconografía que sigue siendo motivo de estudio.
"Pinto porque estoy mucho
tiempo sola”, decía. A pesar de ser adscrita por Breton al movimiento
surrealista, nunca se consideró de ninguna escuela: “No pinto el inconsciente
sino la realidad tal como la veo", decía. Lo que hace de su arte algo
único e inimitable, a pesar de la influencia que sigue ejerciendo sobre el arte
contemporáneo de toda Latinoamérica. Lo que permite decir que una visita a
México no puede estar completa sin una visita a Frida, al tiempo que solo Frida
Kahlo bien vale una visita a México.
Entre el deseo y la amistad
Por sus fotos, cartas y diarios vemos pasar a algunos
de los más destacados personajes de la época. Tina Modotti, la fotógrafa que
conoció en el grupo de intelectuales de izquierda los Cachuchas, y de quien se
dice fue amante. Otros que aparecen en el capítulo Amores del libro
dedicado a la exposición Frida Kahlo: sus fotos son León Trotsky, André
Breton, Dolores del Río o Georgia O'Keefe. Se conoce también su apasionado
romance con el pintor español Josep Bartolí o con el fotógrafo Nickolas Muray,
con el que mantuvo una relación de más de 10 años y que es el autor de la
fotografía más emblemática y reproducida de la artista. También se le atribuyen
amores con Josephine Baker o Chavela Vargas, que se instaló en la Casa Azul con
Diego y Frida en los tiempos previos a la muerte de Kahlo. Sus reuniones con la
intelectualidad, sus viajes y exposiciones la llevaron también a conocer y
relacionarse e intercambiar correspondencia con artistas como Picasso, Dalí e
Kandinsky. Etiquetas: Pintura y otras bellas artes, Sitios donde perderse
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