Un siglo sin la Puerta del Duque de la Victoria
(Un reportaje de C.P.B. en el Heraldo de Aragón del 20 de
enero de 2019)
Se cumplen cien años del derribo del arco de la plaza de San
Miguel que se levantó –con muchas prisas– en honor al general Espartero. Un
mural en un medianil lo recuerda.
Entre las postales de Zaragoza de principios del siglo XX, una
de las más recurrentes es la de la Puerta del Duque de la Victoria:
un hermoso arco en el entorno de la plaza de San Miguel, que
fue derruido en 1919.
Fue un monumento con bastante mala suerte. Cuentan que la
puerta original se terminó de construir en ladrillo en junio de 1854 para
celebrar la inauguración del ferrocarril de Madrid a Zaragoza, sin embargo, no
aguantó mucho tiempo en pie. El Ayuntamiento la
levantó a toda velocidad y sin excesivo mimo porque quería que la estrenara en
una visita el entonces presidente del Consejo de Ministros, el
general Baldomero Espartero, y el arco se hundió poco después de aquel desfile para
chanza de los zaragozanos y los ‘foranos’. Según se relata en antiguas
crónicas, del derrumbe se hizo incluso eco el periódico humorístico madrileño
‘El padre Cobos’, que comentó que el arco levantado por los zaragozanos se
había abierto dos veces: "Una para dejar paso al general y otra, ¡de
arriba abajo!".
Entonces surgió la iniciativa de Juan Bruil, el que fuera
ministro de Hacienda zaragozano, que –disgustado por las bromas– ofreció
al Consistorio costear una nueva puerta que recordase a generaciones futuras la
figura del Duque de la Victoria, título que dio a Espartero
tras el Abrazo de Vergara. La puerta se volvió a poner en pie cimentada con piedra de Muel y el
arco se encargó a la casa inglesa Henry Crisel. Se inauguró –esta vez sin
fastos– en 1861 y en las imágenes que se conservan se puede ver el hierro
fundido (era rojizo) y los tres ingresos: dos laterales para peatones y
uno central para el tráfico. Por cierto, la puerta daba acceso a una pequeña
calle que unía San Miguel con el Coso, que aún se conserva y cuyo nombre es
–como habrán adivinado– Espartero.
El continuo auge del tráfico provocó que este arco supusiera más un
obstáculo que un embellecimiento y, poco a poco, fue antojándose incómodo.
En 1906 el Ayuntamiento se comprometió a trasladarlo a otro lugar, cosa
que finalmente no sucedió. En 1911 se suprimieron los
accesos laterales y el arco central aguantó hasta 1919, cuando fue desmontado y
llevado a un taller de cantería –entonces de la calle Heroísmo–
donde desapareció, probablemente, camino a algún horno de fundición.
La puerta no se borró del recuerdo de los vecinos de San
Miguel y desde el año 1988 un mural la recuerda en la parte trasera del número
4 de la calle de Reconquista. Es una suerte de trampantojo de 20x15 metros y que
lleva la firma del arquitecto José Lanao, quien contó con la ayuda del pintor
Alfonso Forcellino. El medianil también sirve para llamar la atención sobre el patrimonio y
la docena de entradas que en su día tuvo la ciudad. La historia
de todas ellas las relata el libro ‘Antiguas puertas de Zaragoza’ (IFC, 2013),
de Raquel Cuartero y Chusé Bolea, en el que se recuerdan cómo eran las hoy
desaparecidas puertas de Cinegia, del Ángel, de Sancho, de Toledo…
Un intento para
salvarla de la piqueta
Corría el año 1907 y la polémica comenzaba a cocinarse a
fuego lento. "La piqueta ha abierto ancha brecha", decía el
cronista de HERALDO poco antes de que se derribaran las entradas laterales de la estructura.
"Son muchos los que piensan que el monumento debería ser respetado, toda
vez que se ha dado a la puerta el ensanche necesario para que pueda hacerse el
tránsito de gentes y carruajes", continuaba el relato de hace 112 años. Este
diario informaba de que muchos ciudadanos querían que se conservara, al menos,
el arco central, "que tiene recuerdos gloriosos para el
pueblo aragonés". Ponían de ejemplo capitales en las que se respetaron
estos monumentos y se citaba la puerta de Alcalá de Madrid, que quedó
circundada por el creciente tráfico.
Etiquetas: Pequeñas historias de la Historia, Sin ir muy lejos
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