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lunes, noviembre 2

Francisco de Asís y el sultán

(La columna de Jesús María Alemany en el Heraldo de Aragón del 20 de octubre de 2019)

Fue en 1219, hace 800 años, en Damieta, Egipto. Un terrible hito en el choque de civilizaciones con la Quinta Cruzada. El ejército cruzado asedia la ciudad que defienden las tropas del sultán Malik al-Kamil. Francisco de Asís llega al campamento cruzado pretendiendo visitar al sultán y dialogar con él sobre el Evangelio. Si en el campo cruzado el encuentro se considera una locura, en el sarraceno es recibido como incorrecto. Francisco no ceja y acompañado por fray Iluminado cruza las líneas de batalla. Las patrullas del sultán lo llevan a su presencia. Frente a frente un formidable estratega militar con una mente inquieta por la cultura y un hombre que sigue los pasos de Jesús en busca de la paz. Francisco y el sultán dialogan, se escuchan, hablan. ¿De qué? Se puede suponer que se contaron su experiencia en la fe cristiana y musulmana. O quizá abordaron otros temas. Lo que importa es el hecho. Allá donde otros ponen a punto las armas hay quienes a contracorriente creen todavía en el diálogo y en la capacidad de bondad de los seres humanos.

Por eso resulta actual lo que ocurrió en la historia hace ocho siglos. Está por ver quiénes son más clarividentes, los que creen no poder escapar a la confrontación entre diferentes o los ingenuos y soñadores que piensan que buscar el diálogo es siempre posible aun en las situaciones más hostiles. Muchas veces pueden fracasar, pero otras lo imposible se hace posible. El camino hacia la Paz con mayúscula comienza por hacer las paces minúsculas.

Admiramos a Francisco de Asís, santo sencillo, pobre y pacífico. Su atractivo hoy es mayor y el Papa interpela con el nombre a rescatar su herencia. Quizá en la desmesura cibernética necesitamos revalorizar la sencillez, la vida, la paz fraterna, el abrazo a la madre Tierra. Pero no debería ser eclipsado el valor del sultán Malik al-Kamil que lo acogió, lo introdujo en su casa, conversó sin límites y lo dejó volver en paz quizá perplejo ante aquel ser nuevo. Su mente fue capaz de superar los estereotipos cristianos lógicos para atender a lo que escuchaba. Llegó a reconocer a un verdadero creyente amado por Dios. Así el diálogo pudo desarrollarse entre dos creyentes aunque por caminos diferentes.

El sultán es quien no quiere aceptar la ordalía que ofrece Francisco según la tradición musulmana, impide que se arroje al fuego para medir su fe ante los musulmanes. No necesita ni permite ninguna prueba de fe; Sabe que dialoga con un creyente que merece su confianza y lo preserva arriesgando incluso su credibilidad.

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