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sábado, octubre 24

Caminito del rey

(Un texto de Alberto G. Palomo en una de las revistas Ling de 2017) 

Al Caminito del Rey hay que ir convencido. Tener más o menos en mente que, si lo empiezas, lo acabas. Por dos razones: porque es lineal, luego tiene mala vuelta atrás, y porque hay que atravesar un puente colgante a más de 100 metros de altura. Así que ni su diminutivo cómplice ni su alusión a la nobleza lo hacen aptos para plebeyos con vértigo. Con la reciente rehabilitación, este sendero se ha acercado al pueblo soberano y ha ensanchado su grandeza, que viene de lejos.

De más de un siglo, si contamos solo el origen del nombre. Antes, claro, existía. Pero era una mera encrucijada en la provincia de Málaga. A unos 57 kilómetros de la capital y repartido por los municipios de Ardales, Álora y Antequera, el Caminito del Rey fue un asentamiento temporal en el neolítico hasta convertirse en un núcleo habitado en la época romana. Su orografía mantenía la distancia con la civilización y proporcionaba tierra fértil.  

Entre dos serranías, la de Ronda y la de Antequera, y cerca del valle de Guadalhorce, este paraje de 2,173 hectáreas era sobre todo conocido por el esplendor del Desfiladero de los Gaitanes, paso entre montañas cuyas paredes llegan a juntarse en menos de ocho metros de longitud y que provocaba los mareos de cualquier visitante. Un estrecho camino improvisado de hormigón conectó las poblaciones cercanas y ganó repercusión con la construcción del ferrocarril, allá por los años 40 del siglo XIX.

La línea que unía Málaga con Córdoba, de 192 kilómetros, atravesaba los olivos y prados de esta tierra mediante 17 túneles, ocho viaductos y 18 puentes. Aparte de diseñarse con el objetivo de unir fábricas (algunas de capital extranjero), impulsó la economía de la zona. Hasta que, a principios del siglo XX, el auge de la energía con uso de agua desembarca en la zona con la Sociedad Hidroeléctrica del Chorro.  

Una empresa que da un giro a la región. El motivo principal es el desarrollo del entorno, con centenares de trabajadores instalándose como residencia fija y una nueva espiral de producción y construcción, pero también con la cristalización de la ruta que hoy conocemos como Caminito del Rey. Fue culpa de la visita de Alfonso XIII, que un 21 de mayo de 1903 recorrió los tres kilómetros que la configuran para inaugurar la nueva presa ideada para la planta.

"Terminó el trecho y puso la primera piedra", apunta Francisco Campano […]. El gerente de la empresa que gestiona el camino, emplazada en Ardales (que acoge el 95% del tramo), cuenta cómo desde aquel momento hasta nuestros días, la vía ha sufrido el cierre y varios accidentes. "Hace dos años y medio la rehabilitamos, porque se había estado usando solo para el mantenimiento de instalaciones, algunos escaladores y gente curiosa", explica el responsable.

A sus 52 años, Campano se siente "orgulloso" de explotar este rincón de su infancia. "Ha habido algunos accidentes y aún se cuelgan vídeos de gente que se desvía por zonas peligrosas, pero podemos presumir de poner el cartel de completo continuamente y de que casi nadie sufra percances", dice. Este verano, por ejemplo, han cumplido semana tras semana el cupo de turistas. "Hay un límite acordado de 300.000 al año. Y acabamos de tener más de 1.000 cada día", esgrime. Según lo registrado por el departamento de comunicación, entre estos caminantes ha habido 84 nacionalidades de los cinco continentes, un 65% del total.  

Para disfrutarla hay varias opciones. Se pueden reservar varios días para ver la zona o dedicar una sola jornada. "La ruta se hace en unas tres o cuatro horas, porque, aunque su longitud es de tres kilómetros, llegar hasta el inicio suma tiempo", aduce Campano. Si se va en coche, con una hora desde Málaga da de sobra. Si se opta por el transporte público, lo más fácil es tomar un tren de media distancia hacia Ronda y bajarse en El Chorro. "Allí hay un autobús lanzadera al punto desde donde se empieza. Así se acaba en la estación. Y los horarios quedan muy bien para llegar hacia el mediodía y volver de tarde".

Han tenido que pasar unas décadas hasta poder añadir este enclave natural al turismo de la zona, a pesar de que el interior de la provincia ya había captado cierta atención de los visitantes. Pero la recuperación de esta senda no apta para gente con "mucho vértigo" ha cerrado el triángulo de playa, sol y cultura. "Cualquiera lo puede hacer. Solo se lo tienen que pensar los que de verdad sufran problemas con la altura", anima Campano.

 

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