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miércoles, octubre 21

Checoslovaquia, la invención de un país imposible

 (Un texto de Luis Reyes leído en la revista Tiempo del 31 de octubre de 2016)

Praga, 28 de octubre de 1918. Se proclama la República de Checoslovaquia, creación del filósofo Masaryk.

Punto número 10: “Oportunidad para un desarrollo autónomo de los pueblos del Imperio austrohúngaro”. Así, con una sola línea y ocupando uno de los últimos puestos de sus Catorce puntos para la paz en Europa, liquidaba el presidente Wilson una de las construcciones políticas más complejas y características de la historia de Europa, el Imperio de los Habsburgo.

La monarquía dual austrohúngara tenía en 1914 la misma extensión que Francia, aunque una densidad demográfica superior, con 53 millones de habitantes. Sin embargo, no eran una nación, sino un mosaico de nacionalidades con distintos estatus políticos, que hablaba once idiomas y practicaba cinco religiones diferentes. Para hacernos una idea, 20 Estados europeos actuales ocupan en todo o en parte el territorio que hace un siglo era el Imperio austrohúngaro. Por si las condiciones objetivas no fueran bastante complejas, la organización política contaba con dos Parlamentos, dos Gobiernos y tres Ejércitos.

Los detractores se mofaban de esta confusión llamándola “Kakania”, por las siglas K y K de “Imperio” austriaco y “Monarquía” húngara en alemán, pero lo cierto es que el Imperio austrohúngaro era un milagro. Con un anciano monarca como único factor común y un régimen de libertades con ciertas restricciones, pero nada que ver con la autocracia de Rusia, Kakania mantenía la paz en Centroeuropa y lograba funcionar aceptablemente, produciendo algunos de los más exquisitos frutos de la civilización, del movimiento artístico de la Secesión a Mahler, de Kafka a Freud.

Ese castillo de naipes estaba permanentemente amenazado por la fiebre de nacionalismo que calentaba a Europa desde el XIX; aguantó los envites como pudo, hasta que un fanático nacionalista (serbio, pero podía haber sido de cualquier otra de las nacionalidades del Imperio), provocó la Primera Guerra Mundial con el magnicidio de Sarajevo. La Gran Guerra sería la tumba del Imperio austrohúngaro.

Masaryk

Desde el inicio de las hostilidades, los checos comenzaron a agitarse. Formaban una de las cinco naciones históricas privilegiadas, regida por los Habsburgo desde el siglo XIII (Praga había sido capital imperial en el XVII), pero tenían tres factores de diferenciación de lo austriaco: lengua checa, religión protestante y raza eslava. La Gran Guerra empezó como una cruzada eslava frente a lo germánico: Serbia y su hermana mayor, Rusia, contra Austria, y los checos se resistían a combatir contra sus hermanos eslavos.

El más prestigioso líder de opinión checo era Tomás Masaryk, profesor de Filosofía y muchos años diputado en Viena, que enseguida se pasó al enemigo y se refugió en Londres. Había nacido en la región checa de Moravia pero de padre eslovaco; su madre era checa, aunque germanizada, y él se educó en una escuela alemana y en la Universidad de Viena y se casó con una norteamericana. Pese a ese perfil cosmopolita, Masaryk convenció a los aliados de la desmembración del Imperio austrohúngaro siguiendo criterios étnicos. Lo paradójico es que, influido quizá por sus orígenes familiares, se inventó para sí un país multiétnico, Checoslovaquia, amalgamando dos pueblos eslavos de lengua parecida, pero distintos por su religión y perfil de desarrollo.

Masaryk logró ejercer una gran influencia. En 1916 creó un Consejo Nacional Checoslovaco, presidido por él, que se convertiría en el Gobierno en el exilio, y también una organización clandestina para controlar a los independentistas que había en Checoslovaquia, a la que llamó sin rubor la Maffia. Tras la caída del zar fue a Rusia y, con los prisioneros checoslovacos que tenían los rusos, logró formar un ejército para luchar contra los austriacos, aunque terminaría en Siberia, participando en la guerra civil rusa. La Legión Checa se convirtió en la principal fuerza militar frente al Ejército Rojo, lo que promovió las simpatías por Checoslovaquia en Occidente. Luego, cuando Estados Unidos entró en la guerra, Masaryk fue allí y obtuvo el apoyo del presidente Wilson.

En octubre de 1918 el Imperio austrohúngaro entró en coma progresivo. Masaryk lanzó la declaración de independencia en Washington, mientras que los nacionalistas tomaron el poder en Praga, proclamando la República el día 28. El 14 de noviembre, Masaryk fue elegido primer presidente de un país que además de juntar a checos y eslovacos –con poco entusiasmo de estos– se extendía por la Rutenia de etnia ucraniana e incluía minorías muy numerosas de alemanes, húngaros e incluso polacos. ¡Tanto criticar al Imperio austrohúngaro y Masaryk lo reprodujo a pequeña escala!

Pero no duraría ocho siglos como la monarquía de los Habsburgo, sino solo 20 años, aunque tuvo un mérito: fue el único país salido del desmembramiento del Imperio que mantuvo la democracia hasta la invasión nazi. Masaryk tuvo la suerte de no ver su final, murió en 1937.

Primavera de Praga

En 1938 las potencias occidentales que habían permitido aquel país artificial se lo ofrecieron a Hitler en Múnich, como ofrenda de apaciguamiento. Checoslovaquia cedió al Reich los Sudetes, su región de población alemana, y otros territorios a Hungría y Polonia, perdiendo un tercio de su población y superficie. Al año siguiente desaparecería, conquistada por los alemanes.

Checoslovaquia renació tras la Segunda Guerra Mundial bajo control soviético, mandando al éxodo a tres millones de alemanes y húngaros. La Unión Soviética, dueña de sus destinos, se anexionó Rutenia. Todavía enamoraría Checoslovaquia al mundo por breve tiempo con la Primavera de Praga, una política de libertades dentro del socialismo que fue aplastada por una nueva invasión, la de los tanques rusos. Pero cuando cayó el Muro, se disolvió la Unión Soviética y desapareció el comunismo, Checoslovaquia, que por fin podría vivir en libertad, decidió partirse en dos países, Chequia y Eslovaquia, y cada cual se fue por su lado. En eso quedó el sueño del viejo profesor Masaryk. 

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