Marie Curie, una científica genial y visionaria
(Un texto de Mariano Blasco Valle en el Heraldo de Aragón
del 25 de agosto de 2019. El doctor Mariano Blasco Valle se encarna en Marie
Curie para reivindicar su valía científica, distinguida con dos premios Nobel,
aunque le costó el reconocimiento por su condición de mujer.)
Nunca he admitido consideración alguna por ser mujer;
hacerlo significaría aceptar que soy inferior, y yo no soy inferior a ningún
hombre.
Me duelen los rumores. Nunca he engañado a mi marido con
Paul (1). Mi amor hacia Paul es maternal, pero la calumnia es un bulbo que,
abonado, surge de la tierra con inmensas hojas verdes que sirven de contento a
la chusma. La gente come carroña y la prensa se la sirve en plata. Mi rutina no
admite divertimentos y mi cuerpo ahora debilitado, sin saber por qué, no desea
aventuras. La educación de mis hijas y mi ciencia me ocupan totalmente.
No saben de mi sufrimiento, no olvido ese día lluvioso, ni
cómo resbaló y cayó bajo los cascos de aquellos caballos desbocados mi
verdadero amor. Mi Pierre (2) murió sangrando entre mis dedos. Mi amado
compañero, mi consejero y mi maestro. Estuve pensando en abandonar pero las
investigaciones estaban en marcha y debían continuar.
Por si esto fuera poco, para la mayoría de periódicos yo no
soy una investigadora original sino la esposa de un gran investigador. L'Action
Française me consagraba quince líneas en la segunda página, en las que se lee:
«Durante once años Madame Curie fue la compañera y la colaboradora de su marido
y asociada a todos sus descubrimientos». Pero no comentan que mi marido murió
en 1903 y tras su sentida muerte es cuando se me ha concedido mi segundo Premio
Nobel, el de Química
¡Es igual! No me importa. Ni tampoco que pongan a mi marido
como el ente principal. Él se lo merece todo. Científicamente éramos un equipo,
donde no llegaba yo, lo hacía él, y cuando él no avanzaba, mi genio nos daba la
luz, y cuando mi luz se extinguía, la suya aparecía en el horizonte. Nos
empujábamos continuamente, él me liberó de Polonia (3), me hizo feliz en los
pocos momentos que teníamos de descanso y me ayudó a formar a mis hijas para
las que auguro un porvenir grandioso (4).
A esta sociedad no le cabe en la cabeza que una mujer, y
además extranjera, pueda poseer el mismo talento creador o investigador que un
hombre. En Estados Unidos no tienen estos prejuicios y por eso intuyo que se
van a convertir en el motor de la ciencia mundial, robando el cetro a Alemania
y a Francia.
(1) Paul Langevin era su discípulo. Cuando éste se separó de
su esposa le pidió ayuda y cobijo y surgieron calumnias, sobre todo en 1911,
cuando recibió el Premio Nobel de Química.
(2) Su marido, Pierre Curie era profesor de Física en la
Sorbona. Un hombre maduro, que supo descubrir la genialidad que atesoraba
aquella joven (cuando se casaron él tenía 36 años y ella, 28). Murió
atropellado por un coche de caballos.
(3) Marie era polaca. En aquella época y en Varsovia no
existía ningún porvenir universitario ni profesional y menos para las mujeres,
por lo que, junto a su hermana Bronia, emigró para estudiar en París.
(4) En 1935 su hija Irene, junto a su esposo Frederick Joliot,
obtuvo por el estudio de los elementos artificiales el Premio Nobel, repitiendo
la historia de los padres.
Víctima de la radiación en sus investigaciones
Marie siempre tuvo una salud frágil y en algún momento se le
supuso afectada por tuberculosis pulmonar pero no fue así.
Sus esfuerzos en la investigación, sus obligaciones maternales,
le ocupaban 18 horas diarias. Hacia 1933 empezó a sentirse enferma pero continuó
dando sus clases en la Sorbona. Más tarde comenzó a presentar febrículas
continuadas de origen ignorado para los médicos de la época. La fiebre no
remitía y otra vez se atribuyó a lesiones residuales tuberculosas.
Le recomendaron una estancia en un sanatorio de montaña, y
Marie partió con su hija Eva y una enfermera en un penoso viaje por Suiza. Allí
confirmaron que sus pulmones estaban intactos pero no mejoraba. Se le
diagnosticó una anemia fulminante. Su médula estaba afectada por acumulación de
radiactividad y no podía originar leucocitos defensivos (glóbulos blancos).
Técnicamente se denomina neutropenia por aplasia medular. Actualmente son
procesos infrecuentes excepto en situaciones de catástrofe. Al no poder generar
leucocitos los gérmenes se multiplican y se origina una septicemia (invasión de
la sangre), siendo esta la causa de su muerte.
Tenía 67 años y había alcanzado la gloria pero no la felicidad.
Cuando exhaló su último gemido dicen que fue para llamar a Pierre.
Etiquetas: En femenino, Grandes personajes
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