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sábado, octubre 17

Cuando España vendió un trozo del Imperio a EE.UU.


(Un artículo de Manuel P. Villatoro en el ABC del 17 de agosto de 2019)

El 22 de febrero de 1819, mediante el «Tratado Adams-Onís», la Corona se desprendió para siempre de la Florida.

La historia es cíclica. O, como diría el refranero popular, algunos están condenados a tropezar dos veces con la misma piedra. Este viernes, varios medios internacionales han desvelado que el gabinete de Donald Trump estudia la compra de Groenlandia a Dinamarca. ¿Sorprendente, verdad? Nada más lejos. De hecho, no sería la primera vez que el país adquiriría, a golpe de talonario, una región. Ya lo hizo, por ejemplo, en 1819; año en el que se hizo con la actual Florida a cambio de cinco millones de dólares en compensaciones. Con todo, también se estableció que la Monarquía hispánica quedaría como única soberana de Texas, hasta entonces en disputa.

Hallar este curioso hecho nos obliga a retroceder hasta años duros para nuestro país. El comienzo del siglo XIX marcó el declive del que, décadas atrás, fuera el grandioso Imperio español. Con el pueblo intentando expulsar a Napoleón Bonaparte en plena Guerra de la Independencia, las posesiones ubicadas al otro lado el Atlántico aprovecharon para iniciar sus ansiados procesos de independencia. El nacimiento de la Junta Soberana de Quito en 1809 o el estallido de la sublevación en México tras el popular «Grito de Dolores» (1810) así lo atestiguan.

La expulsión de los galos dejó al Imperio ávido de liquidez. Por si fuera poco, los norteamericanos ya se habían extendido por los alrededores de la actual Florida y daba la impresión de que, si no era por las buenas, podrían tornar la zona por las no tan buenas. La solución fue deshacerse del mismo territorio que había reclamado Ponce de León en 1513. El 22 de febrero de 1819 nuestra España y los florecientes Estados Unidos orquestaron la venta de la región.

El pacto resultante fue denominado, en principio, «Tratado de Amistad, arreglo de diferencias y límites entre su Majestad Católica el Rey de España y los Estados Unidos de América». Un documento que, a día de hoy, se preserva en la Biblioteca Nacional. No obstante, terminó llamándose «Tratado de Adams-Onís» porque fue firmado por Luis de Onís (representante de la Corona) y John Quincy Adams, a la postre presidente norteamericano. De apenas siete páginas, el texto fue escrito y rubricado en Washington. Así fue como nos desprendimos de las tierras al este del Misisipi. Pero no vimos ni una moneda. La cantidad se destinó a abonar reclamaciones estadounidenses contra España.

El pacto resultante empezaba así: «Deseando Su Majestad Católica y los Estados Unidos de América consolidar de un modo permanente la buena correspondencia y la amistad que felizmente reina entre ambas partes, han resuelto transigir y terminar todas sus diferencias y pretensiones por medio de un tratado que fije con precisión los límites de sus respectivos y confinantes territorios en la América septentrional». En el segundo artículo se hacía referencia a la cesión de los territorios que se hallaban al este del Misisipi, entonces la Florida Occidental y Oriental. El tercer punto del tratado se dedicó a dividir, de forma pormenorizada, las regiones con nombres y apellidos. Es decir, aclaraba qué zonas se quedaría cada país.

El punto número once se destinó a marcar el precio: «Los Estados Unidos, descargando a la España para lo sucesivo de todas las reclamaciones de sus Ciudadanos, a que se extienden las renuncias hechas en este tratado, y dándolas por enteramente canceladas, toman sobre sí la satisfacción o pago de todas ellas hasta la cantidad de cinco millones de pesos fuertes».

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