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domingo, octubre 18

Groenlandia no está en venta


(Extraído de un artículo de David Alandete en el ABC del 17 de agosto de 2019)

Donald Trump quería aprovechar un viaje oficial a Dinamarca el mes próximo para comprar Groenlandia, la mayor isla del planeta. Así lo han revelado a la prensa norteamericana varios empleados de la Casa Blanca, que con esta filtración seguramente han querido evitarle al presidente el bochorno de pedir un precio y recibir una negativa. De hecho, ya se negó ayer de forma preventiva el gobierno autónomo de Groenlandia, que en un comunicado dijo que la isla y sus habitantes no están en venta. La Casa Blanca no quiso hablar ayer públicamente de la adquisición.

Algo debió alarmar a los colaboradores del presidente en los preparativos del viaje oficial a Dinamarca en septiembre para que varias cabeceras norteamericanas, entre ellas el «New York Times», el «Washington Post» y el «Wall Street Journal», publicaran informaciones sobre la obsesión de Trump con comprar Groenlandia, citando todos fuentes anónimas de dentro del gobierno. Estas decían que el presidente norte-americano había comenzado a expresar esos planes hace un año, dando como razón principal la gran riqueza natural de la isla.

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Groenlandia está cubierta en un 80% de hielo, y es muy rica en materiales como plomo, hierro, zinc y oro. Se encuentra a 1.200 kilómetros al sur del Círculo Polar Ártico y en ella viven 60.000 personas. Forma parte, junto con las islas Feroe, de la corona danesa, y goza de un alto grado de autonomía política, a pesar de lo cual tiene una larga tradición de activismo a favor de la independencia respecto a Dinamarca. […]

Bases militares y compra de territorios

Lo cierto es que EE.UU. tiene una base aérea en Groenlandia, construida en 1943, tres años después de la ocupación nazi de Dinamarca. El gobierno legítimo del país, encarcelado o en el exilio, pidió entonces ayuda a Washington, que aceptó firmar un pacto de defensa mutua frente a Alemania. El acuerdo incluye el derecho a tener bases militares en Groenlandia sine die. Años después, durante la Guerra Fría, el Pentágono desarrolló un sofisticado plan para colocar misiles nucleares en túneles cavados bajo la capa de hielo de la isla, algo de lo que no informó a Copenhague en su día. El proyecto, cuyo nombre en clave era «Gusano de Hielo» se abandonó en 1966 por las dificultes técnicas que planteaba la congelación.

La Casa Blanca tiene una larga tradición de compra de territorios, que por lo general han resultado ser negocios redondos. En 1803 EE.UU. le compró a Francia la Luisiana, que hoy representa un 25% de su terreno continental, por 15 millones de dólares de la época. Seis décadas después, le adquirió a Rusia la península de Alaska, por la que pagó la ganga de 7,2 millones de entonces. En 1898 obligó al Reino de España a venderle las Filipinas por 20 millones, aunque las islas obtuvieron su independencia en 1946. La compra más reciente es de 1917, cuando el gobierno norteamericano le compró a Dinamarca las Islas Vírgenes por 25 millones.

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Los libros de Historia, sin embargo, reflejan que la idea de Trump no es tan descabellada, ya que de hecho EE.UU. ha intentado adquirir Groenlandia en el pasado. Trató de hacerlo el gobierno de Andrew Johnson en 1867, sin éxito. En la Casa Blanca no se abandonó la idea hasta 1946, año en que Harry Truman le puso precio a la isla: 100 millones de dólares de entonces. Dinamarca, como ha hecho ahora, se negó.

Complica bastante el asunto para Trump el hecho de que hace exactamente 10 años el parlamento danés diera el visto bueno a una ley de autodeterminación para Groenlandia, que considera a los 60.000 habitantes de la isla depositarios de su propia soberanía. No es por tanto Dinamarca quien debería aceptar la compra, sino que los groenlandeses deberían venderse a sí mismos. Cierto es que EE.UU. cuenta con estados libres asociados como Puerto Rico o Micronesia, que conservan su soberanía como socios menores de la gran potencia.

Groenlandia se encuentra además en una situación de emergencia climática por el deshielo. La NASA dijo recientemente, citando observaciones desde el espacio, que la isla puede perder la mitad de su hielo en los próximos 200 años. La suya es la segunda reserva de hielo más grande del mundo, dos millones de kilómetros cuadrados, y un derretimiento semejante haría subir el nivel del mar.

Rica en recursos
Superficie La región, situada en América del Norte y al noreste de Canadá, está cubierta en un 80 por ciento por hielo. Sus 2,1 millones de kilómetros cuadrados hacen de ella la mayor isla del mundo, aunque habitada por tan solo unas 60.000 personas, en su mayoría dé etnia inuit.

Petróleo y tierras raras
Es uno de los territorios más vírgenes del planeta. Se calcula que esconde bajo el hielo grandes reservas de petróleo y gas además de plomo, hierro, zinc y oro. También es el depósito más grande del mundo de «tierras raras», consideradas esenciales para el desarrollo de las nuevas tecnologías.

Cambio climático
El calentamiento global y el deshielo, su consecuencia directa, abrirá la puerta a nuevas oportunidades de negocio. Rutas de comercio internacional alternativas que atravesarán el Ártico como la de la seda planteada por China serán realizables.

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