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viernes, octubre 23

Culto al cactus

(Un texto de Eva Fernández en una de las revistas Ling de 2017)

Solo la mente de un artista como César Manrique podía haber imaginado un lugar así para la tierra que le vio nacer, Lanzarote. Así, gracias a la imaginación de este artista, el cactarium se ha convertido en el hogar de más de 4.500 ejemplares de 450 especies diferentes llegados desde todos los rincones del mundo.  

La entrada del lugar, ubicado en el municipio de Teguise, no pasa desapercibida gracias a una enorme escultura de César Manrique en forma de cactus que alcanza varios metros de altura. Dentro, más de 5.000 metros cuadrados de tierra negra volcánica que contrasta con el verde de las plantas y el azul del cielo.

César Manrique diseñó este lugar en forma de anfiteatro organizándolo en terrazas para exponer en ellas las diferentes variedades de plantas. El cactarium está construido sobre una antigua cantera volcánica, de ahí su forma circular. En la isla a estos lugares se les conocía como roferas y en ellas se extraía el picón (arena volcánica) para que los campesinos pudieran cubrir sus cultivos y de este modo retener humedad que llegase a las raíces de las plantas. Sin duda, César Manrique eligió muy bien la tierra sobre la que plantar los cactus para que a estos nunca les faltase agua. Y, además, para que nadie olvidase el origen de este lugar dejó a la vista unos monolitos de picón compacto que desafían en altura a las plantas que los rodean.  

Pequeñas lagunas con peces de colores y nenúfares se ubican entre cactus de todos los tamaños y formas, procedentes de Perú, Tanzania, Madagascar y Marruecos. Y para completar la escena, oteando desde el horizonte, en lo alto de una loma, se encuentra uno de los últimos molinos que permanecen en pie dentro de la isla.

A pesar de que el Jardín de Cactus comenzó a cobrar vida en la mente de Manrique en los años 60, este no comenzó a construirse hasta la década de 1980 cuando el cabildo de Lanzarote dio su aprobación para el proyecto. Finalmente, abrió sus puertas en 1990 y se convirtió en la última obra de César Manrique ya que este falleció dos años más tarde en un accidente de tráfico. El Jardín de Cactus se sumó a muchos espacios diseñados por él a lo largo de las Islas Canarias. Sin embargo, en este último supo crear una composición perfecta que pusiera en relieve el bonito paisaje de su isla. Porque este lugar solo podía ser producto de la imaginación de César Manrique.

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