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sábado, julio 31

Mitos: prohibido hacer fotos con ‘flash’

(Un artículo de Fernando Gomollón Bel en el suplemento Tercer Milenio del Heraldo de Aragón del 27 de febrero de 2018)

 Muchos museos, galerías y exposiciones prohíben fotografiar sus cuadros utilizando el flash.¿Estropea la luz la pintura? ¿Es la luz del flash especialmente perjudicial para las obras de arte? ¿Son todos los flashes iguales?

El mito: […] ¿Por qué prohíben el flash en las exposiciones? 

VERDADERO O FALSO Lo de prohibir el flash es una tontería. Puede tener sentido en una exposición como la que visité en Madrid. Al estar ambientada con tan poca luz, los destellos pueden molestar a otros visitantes. Al fin y al cabo, la muestra se ha preparado para estar iluminada de una forma muy concreta y ver flashazos cada dos por tres no es nada agradable. Pero… ¿y en un museo? Claro, la luz estropea los cuadros, destroza las obras de arte. ¿O no?

Sin luz seríamos incapaces de admirar las obras de arte. Aparte de la obviedad de que a oscuras no vemos un pimiento, es importante recordar que la luz es el ingrediente fundamental para que podamos apreciar el color. Los objetos absorben parte de la luz que les llega y reflejan otra (el color que vemos). Me explico: un tomate es rojo porque absorbe toda la luz que le llega salvo la luz roja, que se refleja. El tomate no emite luz roja (lo veríamos brillar en la oscuridad), refleja toda la luz roja que recibe. Tiene que haber luz para poder apreciar los colores.

Pero… ¿la luz estropea los cuadros? Porque cuando se te olvida el ticket del parquímetro muchos días en el coche… la tinta acaba desapareciendo. Y también muchos cuadros de Van Gogh tenían colores más vivos y, poco a poco, se están desvaneciendo. Igual que puede cambiarnos el color de la piel, la luz puede alterar el color de los pigmentos.

¡Qué lío! Sin luz, no vemos, pero la luz estropea los cuadros. ¿En qué quedamos? ¿Se pueden hacer fotos con flash? En 1995, David Saunders hizo un estudio para la National Gallery de Londres que demostraba que, si bien el efecto de muchos flashazos (muchos, hicieron más de cuatro millones de fotos) era perjudicial, era exactamente equivalente a tener los cuadros sometidos a la iluminación normal de una sala de museo. Vamos, que la luz del propio museo hacía el mismo efecto que el flash. Saunders averiguó que el verdadero peligro para los cuadros está en los flashes de xenón que emiten luz ultravioleta, más energética y por lo tanto más peligrosa. Igual que estropea más nuestra piel, estropea más los pigmentos. Por eso la mayoría de cámaras y smartphones incorporan un filtro en el flash para reducir al máximo la emisión de este tipo de luz.

En resumen, que eso de que es mejor no usar flash para preservar el arte… es un mito. Una mentira gorda. Salvo para preservar obras con pigmentos muy sensibles, la prohibición no tiene sentido. Sentido científico, quiero decir. Luego el museo puede tener sus razones: cuestiones de derechos de autor o, quizás, como en la exposición de Harry Potter, evitar que las galerías se conviertan en una feria ambulante con luces brillando en todos los rincones.  

De propina

En la actualidad, los flashes funcionan gracias a los condensadores y las lámparas de xenón. El condensador acumula energía y, cuando pulsamos el disparador, la libera de golpe e ilumina la lámpara. Los móviles suelen utilizar diodos led para iluminar nuestras fotos (y para ayudarnos a buscar las llaves en la oscuridad de la noche). Pero, antiguamente, los flashes eran auténticas bombas de luz. Los primeros usaban magnesio, un metal muy inflamable que, según los químicos del siglo XIX «producía una luz muy parecida a la luz natural». Más adelante se introdujeron los polvos flash que, como los mágicos polvos flu de las pelis, producían mucha luz, ruido y algo de humo. Se preparaban mezclando polvo de magnesio con clorato de potasio y encendiendo la mezcla con una cerilla. Esto era una operación arriesgadísima, hasta que en 1899 se inventó un dispositivo que usaba una pequeña descarga eléctrica para iniciar la reacción (algo que podía hacerse a distancia). 

No solo la luz de una sala puede afectar a los cuadros. También es importante controlar la humedad. A veces los artistas se aprovechan de los cambios que las condiciones ambientales provocan en sus cuadros para crear obras ‘vivas’, como el ‘Cuadrado higroscópico’ de Fran Herbello.

Para aprender mucho más sobre la estrecha relación entre la ciencia y el arte, os recomiendo seguir a dos blogueros especialistas en este tema que escriben de maravilla: Oskar ‘Kimikarte’ González (@Oskar_Kimikarte), autor del artículo que ha inspirado esta sección y de ideas tan chulas como #Kimikarte en Twitter, y Deborah García Bello (@deborahciencia), que además de tener dos libros chulísimos, habla sobre arte en su blog Dimetilsulfuro.es y su nuevo canal de You Tube.

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