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martes, julio 27

Un día en Pézenas, tras la huella de Molière

(Un texto de Use Lahoz en El País del 6 de diciembre de 2019)

Las majestuosas fachadas de los 'hôtels particuliers', su tradicional mercado de sábado y una pausa en el Café des Arts. De paseo por la ciudad francesa que acogió al dramaturgo parisiense.

Decía Marcel Pagnol que JeanBaptiste Poquelin nació en París y Molière en Pézenas. Tenía parte de razón, pues este gran dramaturgo y actor, de nombre JeanBaptiste pero llamado Molière, autor de obras maestras como Tartufo o El avaro, nació y murió en París (16221673), pero pasó mucho tiempo rodando por la Francia de entonces y halló cobijo en esta pequeña ciudad de 8.000 habitantes al sur del país, que aún le recuerda con devoción.

En 1643, junto a Madeleine Béjart, Molière fundó L’Illustre Théâtre. La joven troupe intentó establecerse en París, pero dos años después el proyecto fracasó y Molière fue encarcelado por acumulación de deudas. En cuanto pisó la calle, se fue a recorrer mundo con su compañía, periplos vitales que les llevaron durante 15 años por ciudades en las que representaban tragedias de autores contemporáneos como Corneille, así como las primeras farsas de Molière a la manera de la commedia dell’arte. Como quien sabe de sobra que el mundo es muy extraño, él quiso, a través de la comedia, “corregir a los hombres entreteniéndolos”.

10.00. Desayuno dieciochesco

Un sábado por la mañana no hay mejor entrada a Pézenas que su mercado, desde la plaza de Frédéric Mistral (1) hasta la plaza du Marché des Trois Six (2). Tiene frutas, verduras, tapenades, flores y productos artesanales. Entre puestos y fachadas se percibe una vida ancestral de postales antiguas. Esta es una ciudad de feria, con mercado desde 1434, que lleva 600 años atrayendo a clientes fijos. “Según el dicho de un antiguo filósofo, uno debería comer para vivir, y no vivir para comer”, escribió Molière, y eso se pone en práctica en la pastelería Percheron (3) (Cours Jean Jaurès, 39), donde venden el plato más clásico de Pézenas: el petit pâté, una especie de bobina de masa dorada rellena de picadillo de cordero, azúcar moreno, yema de huevo, canela y limón que se come a todas horas, pues sirve de aperitivo, de postre o de desayuno. Al parecer, en 1710 el gobernador de las Indias lord Clive vino a curarse a Montpellier y se instaló cerca de Pézenas con su cocinero hindú, cuya especialidad eran estos petit pâté. Otro ilustre comercio local, Maison Alary (4), los envía a todo el mundo.

12.00. Encrucijada arquitectónica

El Café des Arts (5) (Cours Jean Jaurès, 8) es un punto de encuentro. Y más allá de la plaza de la République es el momento de buscar el centro histórico medieval, prestando atención a los numerosos hôtels particuliers (residencias señoriales urbanas), châteauxs, patios y elementos decorativos. Por ejemplo, el Hôtel des Montagut, Seigneurs et Barons de Lacoste (6) (Rue François Oustrin, 10), de los siglos XVI y XVII, o la Maison Consulaire (7) de la plaza Gambetta, junto al taller de restauración Tout Ce Qui Brille (8). Conviene no descuidar las calles circundantes, en especial la Rue Mercière y la Rue Triperie Vieille, que en su cruce con la Rue de la Foire colecciona fachadas remarcables como la del Hôtel de Wicque (9), de principios del XVI, o la del Hôtel de CarrionNizas (10). Hay que admirar la majestuosidad de un lugar en el que se combinan la ligereza italiana de algunos hoteles particulares con la austeridad de la fachada y la estupenda nave toscana de la colegiata de SaintJean (11) (de JeanBaptiste Franque; 1740) o con el rumor del agua de fuentes como la Fontaine de Vedel (12).

14.00. Comer como un local

Para comer, una opción muy querida por los autóctonos es el CafeBrasserie Chez Hansi (13) (Anatole France, 6), imbatible en calidadprecio. Más refinado es Chez Paul (14) (Rue Albert Paul Alliés, 9), junto al Hôtel de Peyrat (15), cuya torre es uno de los más peculiares vestigios medievales del siglo XIV. Pézenas también se caracteriza por sus numerosos anticuarios. Para poner en práctica ese verbo tan francés como es chiner (ir al mercadillo) hay que pisar la avenida de Verdun. Allí se acumulan unos cuantos: ABCD Galerie, La Marotte d’Amélie, Broc Center o Les Cordeliers.

16.00. Por la calle de Molière

Es hora de volver a Molière y emular sus pasos por la ciudad. Inevitable es el Musée de Vulliod SaintGermain (16) (Rue Albert Paul Alliés, 3), especializado en mobiliario de época, que conserva el famoso fauteuil (sillón) en el que se sentaba en casa de su amigo, el barbero Gély. Es casi idéntico al que se conserva en el foyer (sala común) de la ComédieFrançaise, en París, y en el que se instaló durante la última representación de El enfermo imaginario, tras la que falleció. Su calle más frecuentada fue la Rue Conti (17), que mantiene tres edificios intactos. En Le Logis du Bât d’Argent vivió una parte del invierno de 1653 y 1654, antes de ser invitado por el príncipe de Conti al Château de la GrangedesPrés, en las afueras. En el número 30 está el Hôtel du Prince de Conti, donde la tropa de Molière representaba obras para él. Y en el 32, el Hôtel d’Alfonce, donde el príncipe recibía tanto a dipu­tados como a la compañía teatral para sus ensayos. Realizada en mármol de Carrara por el escultor JeanAntoine Injalbert e inaugurada en 1897, una escultura en el cercano jardín del Square Molière inmortaliza al dramaturgo en Pézenas.

18.00. Tarde de cancionero

Boby Lapointe es a Pézenas lo que Georges Brassens a Sète. El parecido entre ambos cantautores es evidente. Ironía, crítica social y juegos de palabras como señas de identidad, algo que los emparenta con Molière. Lapointe nació en esta ciudad en 1922. No es casualidad que L’AMusée Boby Lapointe (18) se encuentre en el edificio que fue de Gély, el amigo de Molière. Fue actor (trabajó con Truffaut), pero animado por Aznavour y, sobre todo, por Brassens, se dedicó a la canción. Murió en Pézenas en 1972 y este museo evoca su vida y obra.

20.00. Cena en el vecino Caux

Cae la tarde, Pézenas se vacía. Buen momento para coger el coche y, escuchando La Maman des Poissons, de Lapointe, poner rumbo al pueblo vecino de Caux, donde dos jóvenes emprendedores han abierto el restaurante de cocina tradicional Les Valseuses (plaza de la République, 5). El escenario ideal para cerrar el día, pero dejando para mucho después del postre aquella enseñanza de Molière: “La felicidad ininterrumpida es un aburrimiento: debe tener altibajos”.

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