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miércoles, septiembre 15

Umberto Eco, una muerte que oscureció al mundo

(Un reportaje de D. Menor y C. Sigüenza en el Heraldo de Aragón del 21 de febrero de 2016)

El escritor, filósofo y experto en semiótica Umberto Eco, autor de la célebre novela 'El nombre de la rosa', falleció el 19 de febrero de 2019 en Milán a los 84 años.

ROMA. El mundo está un poco más a oscuras. A última hora de la noche del [19 de febrero de 2019] fallecía en su casa de Milán el italiano Umberto Eco. Escritor, filósofo y experto en comunicación y semiótica, el cáncer que sufría desde hace dos años le hizo emprender su último viaje a los 84 años. Autor de `El nombre de la rosa' (1980) y 'El péndulo de Foucault' (1988) o 'El cementerio de Praga' (2010), entre sus novelas de más éxito, recibió infinidad de galardones durante su vida, como el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades (2000).

Su muerte provocó […] una cascada de reacciones en el mundo de la cultura y la política. El primer ministro italiano, Matteo Renzi, transmitió su pésame a la familia, y destacó el europeísmo y la «inteligencia única» de Eco, de quien dijo que era capaz de «anticipar el futuro».

Nacido en la localidad piamontesa de Alessandria en 1932, el fallecido intelectual [dejó] una viuda, Renate Ramge Eco, una profesora alemana de arte, con la que se casó en 1962 y tuvo un hijo y una hija. Se cuenta que su apellido responde a las iniciales de la expresión latina «ex caelis oblatus», que significa «regalo del cielo», y que le fue dado por un funcionario a su abuelo.

Umberto Eco era una referencia en todos los ámbitos que tocó con su inquieto intelecto a lo largo de su vida. El primero fue el académico. 'Cómo se hace una tesis', publicado en 1977, sigue siendo hoy de lectura obligada para quien decide profundizar en sus estudios universitarios. Ocurre lo mismo con `Tratado de semiótica general', la obra más completa sobre la materia pese a que han pasado más de 35 años desde su aparición. Eco publicó numerosos ensayos acerca de este ámbito académico, a cuyo desarrollo también contribuyó desde las aulas, pues fue profesor en varias universidades, entre ellas la de Bolonia. Es el caso de 'El problema estético' (1956) o 'El signo' (1973). Sin olvidar el paradigmático 'Apocalípticos e integrados' (1964), que se estudió durante años en las facultades y donde el autor hablaba de un tema eterno y constante en él, el binomio entre la cultura popular y la alta cultura. En aquel libro, el escritor piamontés trataba sobre la influencia de los medios de comunicación y la cultura de los cómics o las canciones populares.

También fundó el departamento de Comunicación de la Universidad de San Marino y colaboró con otros ateneos. Su pasión por el mundo de la información quedó reflejada en su último libro, 'Número cero', dedicado a la crisis del periodismo y ambientado en 1992, momento crucial de la historia de Italia por el estallido del `Tangentopoli’, el escándalo de corrupción que se llevó por delante la Democracia Cristiana y el Partido Socialista.

Al ser preguntado en una entrevista por si las cosas estaban hoy mejor que en aquella época, Eco decía que en Italia «ha pasado de todo sin que haya construido nada». Reconocía entonces que tal vez le pesaba «el pesimismo», que consideraba «un problema personal». «Es como el sentido de la responsabilidad», agregaba.

Aunque se inició tarde en la novela, por considerarla al principio poco digna de las atenciones de un intelectual, cuando lo hizo salieron de su pluma auténticas obras maestras, como los ya citados 'El nombre de la rosa' y 'El péndulo de Foucault', o 'La isla del día antes', ‘Baudolino' y 'La misteriosa llama de la reina Loana'. En muchas de sus obras Eco plasmó su pasión por la Edad Media, un mundo que le fascinaba con sus supersticiones y «neurosis colectivas», como recordaba ayer el diario 'La Repubblica', con el que solía colaborar, además de con otras publicaciones, como el semanario `L'Espresso'.

Ambientada en la Edad Media, con la novela 'El nombre de la rosa' logró un gigantesco éxito de ventas con el que alcanzó la fama internacional, a la que contribuyó que el director de cine francés Jean Jacques Annaud la llevara a las pantallas con gran maestría.

A Eco no le incomodó tocar temas polémicos con sus escritos. Si con 'El péndulo de Foucalt', dedicado a un supuesto plan de los templarios para dominar el mundo, se ganó las críticas de ‘L’Osservatore Romano', el diario de la Santa Sede, que tachó la novela de «bufonada, pura charlatanería, profanación y blasfemia», con la más reciente 'El cementerio de Praga', publicada en 2010, incluso algunos le tacharon de antisemita. Esta novela está protagonizada por un falsificador que trabaja con los Protocolos de los Sabios de Sión, un documento que denuncia la supuesta estrategia de los judíos para controlar el mundo.

Hombre de izquierdas y muy crítico con la situación actual de Italia y de Europa, optó, junto a otros grandes nombres de la literatura italiana, por abandonar en noviembre pasado su editorial histórica Bompiani, comprada recientemente por el grupo Mondadori (propiedad de la familia Berlusconi), para incorporarse a otra, nueva e independiente, llamada La Nave di Teseo, en honor al mítico rey de Atenas.

Políglota, Eco dio clases en varias universidades, sobre todo en Bolonia, donde ocupó la cátedra de semiótica hasta octubre de 2007, año de su jubilación. También tocaba el clarinete.

Eco no tenía empacho en escribir sobre la muerte y el más allá. Escribía hace unos meses en ‘L'Espresso' sobre la 'apuesta' del filósofo francés Blaise Pascal sobre las ventajas de creer en una vida eterna. «Se trata de una apuesta. Vivir sobre una apuesta es ciertamente arriesgado, pero vivir sin esta apuesta es esencial para nuestra salud mental».

 

SU PENSAMIENTO

«Intentar entender al otro significa destruir los clichés que lo rodean, sin negar ni borrar su alteridad».

«El mundo está lleno de libros preciosos que nadie lee».

«Hoy no salir en la tele es signo de elegancia».

«El amor es más sabio que la sabiduría».

«El gran peligro de la globalización es que nos empuja a una megalengua común».

«¿Cómo no caer de rodillas ante el altar de la certeza?»

«El ordenador no es una máquina inteligente que ayuda a gente estúpida; de hecho, es una estúpida máquina que funciona solo en manos de gente inteligente».

«Sabiduría no es destruir ídolos, sino no crearlos nunca».

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