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viernes, octubre 15

Las mujeres del Ku Klux Klan

 (Un reportaje de Fátima Uribarri en el XLSemanal del 14 de junio de 2020)

No empuñaban el látigo y la antorcha, pero las mujeres del Ku Klux Klan fueron cruciales en el resurgir de la organización durante los años 20 del siglo pasado. Se ocuparon de la propaganda, multiplicaron los adeptos y levantaron una pantalla social para camuflar esta secta racista y violenta.
 
“Soy más que la túnica y la capucha (…)soy el alma de América”.Con frases así de contundentes la predicadora cuáquera Daisy Douglas Barr arrancaba los aplausos y despertaba el fervor de su público. Era una oradora excelente. Tenía magnetismo. Era capaz de congregar a casi 2000 personas en capillas y pequeños locales, personas que tras escuchar sus discursos salían pletóricas, convencidas, con la pluma en la mano para firmar la adscripción a donde Daisy les dijera, y Daisy las enrolaba en el Ku Klux Klan.
 
«Estoy vestida con el manto de la sabiduría», continuaba diciendo Daisy Douglas Barr a su público. Estas palabras son parte de su discurso de toma de posesión como líder de las Reinas de la Máscara Dorada (Queens of the Golden Mask), uno de los grupos femeninos del Ku Klux Klan. Sí, las mujeres no solo militaron en esta organización racista, xenófoba y criminal, sino que algunas de ellas fueron líderes de las ramas femeninas de la secta y su labor fue muy importante: su papel como propagandistas y la pantalla social que levantaron para camuflar las actividades criminales de la secta fueron cruciales.
 
Ellas no cabalgaban con antorchas, azotaban, mutilaban o linchaban, esas eran tareas de los hombres, pero sí se ocupaban de dar una fachada moral a los fines del Ku Klux Klan, vestían la organización con la preocupación por la educación, por los huérfanos, por los valores de los padres fundadores de Estados Unidos.
 
«Ellas no participaron en los actos violentos, pero no significa que no los aprobaran», dice Linda Gordon, autora del libro La segunda llegada del KKK. El Ku Klux Klan de los años 20 y la tradición política americana. Algunas mujeres fueron pilares en la expansión de la organización. Lo fue, por ejemplo, Mary Elizabeth Tyler, porque era una genia del marketing y la publicidad. «Fue una de las pioneras del marketing moderno», sostiene Kathleen M. Blee, autora de Mujeres del Klan. Racismo y género en los años 20. Una de sus ideas, por ejemplo, fue reclutar seguidores en actos masivos. Gracias a ella y a otras mujeres del KKK, la secta multiplicó adeptos. Mary Elizabeth Tyler fue, junto con Edward Young Clarke, la artífice de la imagen y la publicidad de la secta en los años 20, cuando la organización racista renació con sus odios ampliados.

El primer Ku Klux Klan lo fundó en Nashville (Tennessee) en 1865 -recién acabada la Guerra de Secesión- un grupo de oficiales del ejército confederado. Adoptaron la parafernalia y las maneras de las sociedades secretas. El nombre parece que proviene de la palabra kyklos (‘círculo’ en griego) que acabó desgajándose en ku klux.

Sus primeros miembros hacían expediciones nocturnas a caballo a la luz de antorchas, para martirizar a los antiguos esclavos. Alquitranaban y emplumaban a sus víctimas. Organizaban expediciones punitivas si algún liberto levantaba la voz. Patrullaban los caminos. Fustigaban con látigos a los negros e imponían ‘toques de queda’. Sus tropelías incluían los linchamientos y asesinatos.

Camuflaban su terrorismo bajo el victimismo. El fin de la guerra supuso para muchos blancos del Sur la pérdida de sus haciendas y sus esclavos. Se sentían humillados cuando a su territorio llegaron los vencedores de la contienda y comenzaron a hacer cambios.

El primer KKK acabó en 1871 con una ley del Gobierno federal que lo disolvió. La organización renació, sin embargo, en 1915. La noche de Acción de Gracias de aquel año, 34 hombres dirigidos por el pastor metodista William Joseph Simmons plantaron una cruz de fuego en una colina de Atlanta.

Se inspiraron en los símbolos y la trama de la película El nacimiento de una nación, de D. W. Griffith, un filme muy polémico que esparció el discurso victimista y justiciero de los hombres blancos.

El Ku Klux Klan renació entonces con el objetivo de «inculcar en el hombre los principios sagrados de la caballería, de desarrollar el carácter, proteger el hogar y la castidad de la mujer, afirmar el patriotismo y mantener la supremacía blanca», explica Serge Hutin en Las sociedades secretas (Siruela). Y amplió sus inquinas. Ahora también estaban en su mira los inmigrantes -sobre todo los católicos-, los judíos, los homosexuales, los ortodoxos y musulmanes. «Temían por la identidad cultural de Estados Unidos», explica Linda Gordon.

En esta segunda oleada la secta llegó a tener entre tres y cinco millones de miembros y es durante este renacimiento cuando entran en acción las mujeres: hasta medio millón de ellas se afiliaron al KKK.

«Las mujeres del Klan eran a menudo esposas de miembros de la organización, pero muchas se unieron por sí mismas, y otras convencieron incluso a sus maridos de sumarse a la causa», explica Linda Gordon. Su labor como propagandistas fue muy eficaz. Organizaban campañas, impulsaban la construcción de hospitales y orfanatos… y también difundían falsos rumores sobre sus ‘enemigos’ y boicoteaban determinados comercios…

Se enrolaron en grupos como Kamelias, Queens of the Golden Mask o Ladies of the Invisible Empire, que luego pasaron a englobarse bajo las siglas del Women of the Ku Klux Klan (WKKK), Mujeres del Ku Klux Klan.

No solo tejían las túnicas y organizaban barbacoas, ellas también inyectaban y difundían ideología. Una de las líderes femeninas, Lillian Sedwick, como miembro de la Junta Escolar de Indiana, luchó para que se enseñara en las aulas la superioridad de la raza blanca. Y Mary Elizabeth Tyler organizaba rodeos, espectáculos aéreos, competiciones de natación, eventos en los que reunía multitudes de hasta 20.000 personas. Y Daisy Douglas Barr adoctrinaba a las masas con su pico de oro. En sus peroratas incluía dos temas que fueron pilares en la rama femenina del Klan: el sufragio femenino y la prohibición del alcohol. Las mujeres del KKK batallaron por el voto femenino y fueron feroces prohibicionistas. También fueron corruptas. A Daisy Douglas Barr la denunciaron por enriquecerse con el dinero de las cuotas y con el negocio de la confección de las túnicas.

Daisy Douglas Barr tuvo que dimitir en 1923 y dejar también su cargo de vicepresidenta del Comité Republicano: se tuvo que ir cuando trascendió que era miembro del Ku Klux Klan.

También pillaron en falta a Mary Elizabeth Tyler. Por lo mismo: se quedaba dinero de las cuotas, trapicheaba con el comercio de los ropajes de la secta y, además, se acostaba con Edward Young Clarke, que estaba casado. En una ocasión la policía de Atlanta irrumpió en su casa, los sacó de la cama y fueron detenidos por ‘conducta desordenada’ y multados por poseer whisky. Los escándalos del Klan proporcionaron buen material a periódicos como The Columbus Enquirer-Sun o The New York World. Sus artículos destriparon líos financieros y sexuales, corrupción de funcionarios y la malversación de hasta un millón de dólares cometida por Simmons, el máximo líder, enfrascado en una batalla por el poder con su oponente Hiram Wesley Evans.

Las luchas internas resquebrajaron la secta. A la decadencia del poderoso y temible Ku Klux Klan de los años 20 (solo en 1922 cometió más de 500 atentados en Texas, según un informe del Senado) contribuyeron también escándalos terribles que empezaron a salir en la prensa, como el secuestro, violación y homicidio cometido por el líder de la organización en Indiana, David Curtis Stephenson, a una joven blanca. Su detención y condena en 1925 supuso la pérdida de decenas de miles de miembros.

La organización se fue disolviendo, aunque quedaron grupos y simpatizantes que afloran de vez en cuando. Hubo ataques contra los soldados de color que regresaban a casa tras luchar en Europa durante la Segunda Guerra Mundial; hubo apariciones violentas con el movimiento de derechos civiles de las décadas de 1950 y 1960, incluso de vez en cuando algunos entunicados asoman en el siglo XXI y, hoy como ayer, bajo esos capirotes sigue habiendo también mujeres.

 

 

El KKK nació atacando a los negros y amplió sus odios a inmigrantes, judíos, católicos… Ahora, a un siglo del último resurgir del supremacismo blanco, Estados Unidos vive una de sus mayores protestas contra el racismo.

En los años 20 Llegó a haber medio millón de mujeres afiliadas. Tenían en su punto de mira a negros, homosexuales…

 

 

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