Las mujeres del Ku Klux Klan
(Un reportaje de Fátima Uribarri en el XLSemanal del 14 de junio de 2020)
El primer Ku Klux Klan lo fundó en Nashville (Tennessee) en 1865 -recién acabada la Guerra de Secesión- un grupo de oficiales del ejército confederado. Adoptaron la parafernalia y las maneras de las sociedades secretas. El nombre parece que proviene de la palabra kyklos (‘círculo’ en griego) que acabó desgajándose en ku klux.
Sus primeros miembros hacían expediciones nocturnas a caballo a la luz de antorchas, para martirizar a los antiguos esclavos. Alquitranaban y emplumaban a sus víctimas. Organizaban expediciones punitivas si algún liberto levantaba la voz. Patrullaban los caminos. Fustigaban con látigos a los negros e imponían ‘toques de queda’. Sus tropelías incluían los linchamientos y asesinatos.
Camuflaban su terrorismo bajo el victimismo. El fin de la guerra supuso para muchos blancos del Sur la pérdida de sus haciendas y sus esclavos. Se sentían humillados cuando a su territorio llegaron los vencedores de la contienda y comenzaron a hacer cambios.
El primer KKK acabó en 1871 con una ley del Gobierno federal que lo disolvió. La organización renació, sin embargo, en 1915. La noche de Acción de Gracias de aquel año, 34 hombres dirigidos por el pastor metodista William Joseph Simmons plantaron una cruz de fuego en una colina de Atlanta.
Se inspiraron en los símbolos y la trama de la película El nacimiento de una nación, de D. W. Griffith, un filme muy polémico que esparció el discurso victimista y justiciero de los hombres blancos.
El Ku Klux Klan renació entonces con el objetivo de «inculcar en el hombre los principios sagrados de la caballería, de desarrollar el carácter, proteger el hogar y la castidad de la mujer, afirmar el patriotismo y mantener la supremacía blanca», explica Serge Hutin en Las sociedades secretas (Siruela). Y amplió sus inquinas. Ahora también estaban en su mira los inmigrantes -sobre todo los católicos-, los judíos, los homosexuales, los ortodoxos y musulmanes. «Temían por la identidad cultural de Estados Unidos», explica Linda Gordon.
En esta segunda oleada la secta llegó a tener entre tres y cinco millones de miembros y es durante este renacimiento cuando entran en acción las mujeres: hasta medio millón de ellas se afiliaron al KKK.
«Las mujeres del Klan eran a menudo esposas de miembros de la
organización, pero muchas se unieron por sí mismas, y otras convencieron
incluso a sus maridos de sumarse a la causa», explica Linda Gordon. Su
labor como propagandistas fue muy eficaz. Organizaban campañas,
impulsaban la construcción de hospitales y orfanatos… y también
difundían falsos rumores sobre sus ‘enemigos’ y boicoteaban determinados
comercios…
Se enrolaron en grupos como Kamelias, Queens of the Golden Mask o Ladies of the Invisible Empire, que luego pasaron a englobarse bajo las siglas del Women of the Ku Klux Klan (WKKK), Mujeres del Ku Klux Klan.
No solo tejían las túnicas y organizaban barbacoas, ellas también inyectaban y difundían ideología. Una de las líderes femeninas, Lillian Sedwick, como miembro de la Junta Escolar de Indiana, luchó para que se enseñara en las aulas la superioridad de la raza blanca. Y Mary Elizabeth Tyler organizaba rodeos, espectáculos aéreos, competiciones de natación, eventos en los que reunía multitudes de hasta 20.000 personas. Y Daisy Douglas Barr adoctrinaba a las masas con su pico de oro. En sus peroratas incluía dos temas que fueron pilares en la rama femenina del Klan: el sufragio femenino y la prohibición del alcohol. Las mujeres del KKK batallaron por el voto femenino y fueron feroces prohibicionistas. También fueron corruptas. A Daisy Douglas Barr la denunciaron por enriquecerse con el dinero de las cuotas y con el negocio de la confección de las túnicas.
Daisy Douglas Barr tuvo que dimitir en 1923 y dejar también su cargo de vicepresidenta del Comité Republicano: se tuvo que ir cuando trascendió que era miembro del Ku Klux Klan.
También pillaron en falta a Mary Elizabeth Tyler. Por lo mismo: se quedaba dinero de las cuotas, trapicheaba con el comercio de los ropajes de la secta y, además, se acostaba con Edward Young Clarke, que estaba casado. En una ocasión la policía de Atlanta irrumpió en su casa, los sacó de la cama y fueron detenidos por ‘conducta desordenada’ y multados por poseer whisky. Los escándalos del Klan proporcionaron buen material a periódicos como The Columbus Enquirer-Sun o The New York World. Sus artículos destriparon líos financieros y sexuales, corrupción de funcionarios y la malversación de hasta un millón de dólares cometida por Simmons, el máximo líder, enfrascado en una batalla por el poder con su oponente Hiram Wesley Evans.
Las luchas internas resquebrajaron la secta. A la decadencia del poderoso y temible Ku Klux Klan de los años 20 (solo en 1922 cometió más de 500 atentados en Texas, según un informe del Senado) contribuyeron también escándalos terribles que empezaron a salir en la prensa, como el secuestro, violación y homicidio cometido por el líder de la organización en Indiana, David Curtis Stephenson, a una joven blanca. Su detención y condena en 1925 supuso la pérdida de decenas de miles de miembros.
La organización se fue disolviendo, aunque quedaron grupos y
simpatizantes que afloran de vez en cuando. Hubo ataques contra los
soldados de color que regresaban a casa tras luchar en Europa durante la
Segunda Guerra Mundial; hubo apariciones violentas con el movimiento de
derechos civiles de las décadas de 1950 y 1960, incluso de vez en
cuando algunos entunicados asoman en el siglo XXI y, hoy como ayer, bajo
esos capirotes sigue habiendo también mujeres.
El KKK nació atacando a los negros y amplió sus odios a inmigrantes, judíos, católicos… Ahora, a un siglo del último resurgir del supremacismo blanco, Estados Unidos vive una de sus mayores protestas contra el racismo.
En los años 20 Llegó a haber medio millón de mujeres afiliadas. Tenían en su punto de mira a negros, homosexuales…
Etiquetas: Pequeñas historias de la Historia, s.XX
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