Zaragoza desconocida: la torre del trovador
(Un texto de Elena Pérez Beriain en el Heraldo de Aragón del 12 de octubre de 2013)
Esta construcción medieval, la más antigua del palacio de la Aljafería, es famosa por la célebre ópera `Il trovatore', de Giuseppe Verdi, que adaptó el éxito teatral de la tragedia escrita por Antonio García Gutiérrez en 1836. Esta edificación aparece también en 'El Quijote’ de Cervantes.
La torre del Trovador del palacio de la Aljafería puede presumir de ser un escenario de amor... y de venganza. Esta sólida construcción, que arrancó en la segunda mitad del siglo IX y llegó hasta el XIV, sirvió de inspiración al escritor Antonio García Gutiérrez para su obra de teatro 'El trovador' (1836). Un éxito que llegó hasta Italia y que le sirvió a Giuseppe Verdi para componer una de sus óperas más célebres, ‘Il trovatore'.
Este torreón medieval, que a partir de ese momento adquirió fama internacional y pasó a denominarse como se conoce hoy en día, es uno de los espacios verdiarios más emblemáticos, al igual que el París de ‘La Traviata', el Egipto de 'Aída' o la imaginaria Mantua de `Rigoletto'. La tragedia de García Gutiérrez parte de la leyenda del trovador Manrique de Lara, supuestamente prisionero entre los muros de esta edificación, de planta rectangular. La obra, estrenada en el Teatro del Príncipe de Madrid el 1 de marzo de 1836 y de la que se dice que fue la primera vez que el propio dramaturgo salió a recibir los aplausos del público, cuenta las desdichas de los protagonistas de un triángulo amoroso, un drama ambientado en la Zaragoza de la Edad Media, en una época de guerra previa al Compromiso de Caspe.
Los visitantes que llegan a la Aljafería acceden solo a una de las cinco plantas que componen este prisma, de 26 metros de alto, y que no resultan visibles ni diferenciadas desde el exterior. En concreto, a la tercera, a la que se entra desde otra sala del palacio de Pedro IV. No pueden ver, sin embargo, ni los primeros pisos (de factura musulmana) ni los dos últimos (de época cristiana), lugares a los que no se permite el paso para mantener unas condiciones de seguridad y conservación.
«Antes podría haber existido una torre vigía con un foso. Se supone, pero no hay nada», explica Alberto Pomar, uno de los guías de este monumento. El único espacio que se puede recorrer consta de arcos de herradura de época musulmana, góticos del siglo XIV y de medio punto, fruto de una reforma posterior.
Al sur hay una ventana festejadora que se construyó para dotar de más luminosidad el interior, frente a una saetera, con función defensiva. «La torre -cuenta Fernando Sanmartín, jefe del servicio gestor del palacio de la Aljafería- ha estado siempre en uso. Tuvo funciones de vigilancia, almacenes y prisión». Tanto es así que todavía se pueden observar grafitis y dibujos «hechos por los reos o por sus carceleros», como un tablero de ajedrez, que puede datar del siglo XIV o una época posterior. Pudo funcionar como mazmorra tanto para los inculpados por la Inquisición como para los prisioneros hechos durante las guerras de los siglos XVIII y XIX. La tercera planta fue una sala más del palacio de Pedro IV el Ceremonioso, probablemente su biblioteca.
Llama la atención la inscripción pictórica que repite la leyenda «Todo el reino es de Dios» que, según Pomar, «aunque no lo parezca, es una escritura cristiana». En el techo aparecen otros motivos pintados, con los nombres de Eneas, Amor y Venus.
La restauración del palacio, que se prolongó durante la segunda mitad del siglo XX, es visible también en este torreón. «La filosofía era no confundir lo que se mantenía de la edificación original con la actuación de rehabilitación».
Las dos últimas plantas de la torre del Trovador se podrían haber añadido en tiempos de Pedro IV el Ceremonioso, cuando mandó construir su palacio mudéjar en esta zona de la Aljafería. A través del primer piso, que está muy bien conservado y que podría datar de la segunda mitad del siglo IX, se llega por un estrecho corredor a un aljibe o pozo circular que, con una profundidad de 12 metros, llega hasta las capas freáticas del río Ebro. «Cuando lleva mucho caudal, hay agua en este pozo». Dado su gran tamaño (cinco metros de diámetro) podría haber servido para abastecer de agua a todos los habitantes de la fortaleza. Unas escaleras de caracol permiten, incluso, alcanzar el nivel más bajo de esta edificación.
El torreón consta de gruesos muros (de 6 metros de anchura en la parte baja), que van disminuyendo conforme se asciende en altura, ganando así mayor espacio los pisos superiores. En la segunda planta se remite el mismo esquema que en la inferior, destacando la sobriedad, las grandes piedras de sillar y una carencia absoluta de elementos decorativos.
Etiquetas: Sin ir muy lejos
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