Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

lunes, abril 25

El caballo. Este animal transformó el mundo

(Un reportaje de Carlos Manuel Sánchez en el XLSemanal del 11 de noviembre de 2018)

Estuvo a nuestro lado durante seis mil años. Revolucionó el transporte, la agricultura, la guerra… Pero, cuando dejó de ser útil, lo dejamos de lado. Ningún otro animal, con permiso del perro, nos ha servido tan bien. Un libro -'Adiós al caballo'- desvela como el hombre conquistó el mundo subido a su grupa.

Fuimos centauros durante 6000 años, los que duró la alianza entre el hombre y el caballo. Comparada con esta relación casi simbiótica, cualquier otro pacto que el ser humano haya sellado ha sido efímero. Ni siquiera las relaciones del hombre con sus dioses han mostrado un grado comparable de estabilidad. Las tribus Nómadas cabalgaban por las estepas asiáticas antes de que nacieran el judaísmo y el hinduismo.

Se acabó. «Ese tiempo ha terminado», sentencia el historiador alemán Ulrich Raulff en su monumental. Adiós al caballo (Taurus). «Los caballos que vemos hoy son los fantasmas de otra época». Raulff entona un réquiem por un animal que mantuvimos a nuestro lado mientras nos fue útil. Su desgracia es que siempre lo hemos considerado más una máquina que un ser vivo y, cuando otras máquinas han demostrado más eficacia, lo hemos reemplazado sin miramientos. Tome nota el ser humano ante el advenimiento de la inteligencia artificial.

AL MATADERO POR LA CRISIS. La despedida ha durado siglo y medio. Y la mayoría de la humanidad ni se ha percatado. Todavía vemos caballos en los hipódromos, en las fiestas y romerías, en campos y montes, en los desfiles... Y creemos que siguen ahí, como siempre. Pero es un espejismo.

«El caballo ha quedado como instrumento deportivo, terapéutico o como signo de estatus», cuenta Raulff. En España, en lo peor de la crisis, los propietarios que no podían mantenerlos los enviaban al matadero a razón de 70.000 ejemplares por año.

Un urbanita actual no es capaz de apreciar hasta qué punto el caballo transformó el mundo. «Si no hubieran existido, todavía estaríamos lanzándonos piedras», asegura Raulff. Impulsó la economía. La agricultura fue posible gracias a su domesticación. Revolucionó el transporte. Las órdenes de caballería cambiaron la manera de luchar. La literatura no sería la misma sin Rocinante. La arquitectura, sin la perspectiva caballera. El arte, sin Napoleón a lomos un caballo blanco atravesando los Alpes: el cuadro de David que simboliza su poder... Y que ignora la realidad histórica: Napoleón cruzó la cordillera en una humilde mula. El gran cuadro del siglo XX —el Guernica, de Picasso— se sirve de un caballo para universalizar el sufrimiento.

Pero otras disciplinas también se beneficiaron de este noble animal. La medicina no hubiera avanzado sin desolladeros con los que abastecer a los cirujanos que investigaban la anatomía. La fotografía se modernizó técnicamente con el aliciente de captar la magia del galope. Caballos y carruajes se convierten en objetos de consumo ostentoso. Todavía en 191o, la firma Studebaker —la mayor constructora de coches de caballos de Estados Unidos—producía 115 tipos de diferentes de coches ligeros de dos ruedas y otras muchas variedades de carruajes. Luego, cómo no, se dedicaría a la producción de automóviles.

 

También es difícil de imaginar cómo eran las urbes cuando la población caballar estaba en su apogeo. «En el siglo XIX, Gran Bretaña tenía un caballo por cada diez habitantes; la proporción en Estados Unidos era de 1:4; en Australia, de 1:2. Solo en Manhattan había 130.000. ¿Cómo debía oler una ciudad como Nueva York en 1900, donde los caballos dejaban 1100 toneladas de estiércol y 270.000 litros de orina al día?», se pregunta Raulff.

El caballo trajo el bordillo de las calles. A finales del siglo XIX vivían en Londres 300.000 caballos, 26.000 eran convertidos cada año en comida para gatos y fertilizantes. Los caballos de la ciudad se jubilaban a la edad de cinco años, cuatro si tiraban de tranvías. Había incontables accidentes. No fue la criminalidad lo que hizo de la ciudad decimonónica un lugar peligroso, sino el tránsito callejero de vehículos de caballos. «El bordillo de las aceras fue la respuesta arquitectónica a la progresiva "centaurización" de las metrópolis, que estaban llenas de establos urbanos y abrevaderos», rememora Raulff. En Nueva York, en 1867, morían cuatro peatones y cuarenta resultaban heridos cada semana. El peor enemigo del viajero no era el salteador de caminos, sino, su amigo el caballo.

Una amistad que hay que matizar. «Un mamífero inteligente, el ser humano, se adueña de otro mamífero: el caballo. Lo domestica y lo cría y lo utiliza para sus fines. Lo asombroso de este proceso es que funciona incluso si los fines del humano son contrarios a la naturaleza de su cuadrúpedo colega. El caballo es por naturaleza un animal que huye. Si no está compitiendo con otros por asuntos sexuales, no busca enfrentamientos», explica Raulff.

Un pacifista metido a soldado. A pesar de su pacifismo innato, hemos metido a este gran herbívoro en mil batallas. Ningún otro animal, con permiso del perro, nos ha servido tan bien y ha sufrido tanto por nuestra culpa. Murieron ocho millones de caballos en la Primera Guerra Mundial. Las cargas de caballería, que empezaron siendo intimidatorias. y letales para la infantería, se convirtieron en hazañas suicidas e inútiles destinadas al desastre para los jinetes, y también para sus monturas, convertidas en daños colaterales de los tanques.

Para entonces, sin embargo, el caballo ya había cambiado la política y las relaciones de poder en el planeta. Fue su velocidad lo que primero atrajo al ser humano. Gracias al caballo fue posible conquistar grandes territorios, gobernar imperios... Los españoles llevaron sus caballos a América y sembraron el pánico entre los nativos. Eran el fruto del cruce entre el resistente caballo ibérico y el elegante caballo árabe. Desde el siglo XVII, toda la cría de purasangres, iniciada por los ingleses, se basa en una determinada proporción de genes ibéricos o árabes. Los primeros cowboys fueron judíos españoles que huían de la Inquisición y se hicieron ganaderos para no ser descubiertos. Encabezados por Hernando Alonso, llegaron con Hernán Cortés a México en 1519. Lástima que el cine haya ignorado este filón para el wéstern.

Junto con el heno y el agua, la avena era el combustible más importante en una economía basada en la fuerza de los caballos. El uso creciente de biocombustibles en el mercado energético actual recuerda el incremento de la producción dé avena desde el siglo XVIII. La máquina de vapor, primero, y el motor de explosión, después, los convirtieron en reliquias a mediados del siglo XX. Irónicamente, las prestaciones de los motores siguen midiéndose en caballos de potencia.

+++

Hay 725.000 caballos censados en España (cuarto país de la UE en número de equinos). La mayoría son purasangres de raza española. Por comunidades. donde más caballos hay es en Andalucía (257.000).

Bonito pero apestoso. En Manhattan, en 1900, había 130, caballos, lo que generaba problemas de higiene. Dejaban en las calles 1100 toneladas de estiércol al día.

Napoleón, el mito ecuestre. Napoleón quiso inmortalizarse a caballo, pero como jinete era un desastre. Reventaba a sus corceles y se caía de ellos con frecuencia.

La dentadura tiene la clave. El estudio del desgaste dental en fósiles equinos fija el nacimiento de la equitación en Kazajistán lacia el cuarto milenio antes de Cristo.

Un superviviente del horror. Comanche, un caballo, fue el único superviviente del Séptimo de Caballería en la batalla de Little Bighorn (1876), en la que el general Custer fue derrotado por tribus indias comandadas por Caballo Loco y Toro Sentado.

Ciencia, al trote. Eadweard Muybridge fotografió en 1878 el trote de un caballo con una batería de 24 cámaras. El millonario que financió la secuencia quería demostrar que, en cierto momento, ninguna de las patas del caballo toca el suelo. Tenía razón.

Etiquetas: ,