Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

jueves, abril 28

Nur-sultán, una ciudad y muchos sueños

(Un artículo de Gonzalo Aragonés en el suplemento dominical del Periódico de Aragón del 11 de agosto de 2019)

Soviética y ultramoderna, de ladrillo y de cristal. Así es una ciudad cambiante, sorprendente experimento arquitectónico por el sueño o capricho de uno de los reyes de Asia Central. Obligado por la edad, Nursultán Nazarbáiev va soltando el poder de Kazajistán, pero deja como herencia una capital que ha tenido cinco nombres (Akmolinsk, Tselinograd, Akmolá, Astaná y Nur-sultán).

Nadie habría encontrado en un mapa este lugar de la estepa, a miles de kilómetros de todo océano conocido, si un día el presidente de Kazajistán no hubiese decidido trasladar hasta aquí la capital del país. La cosmopolita y populosa Almatý, de clima suave y montañoso a la vez, estaba demasiado al sur, demasiado cerca de sus vecinos de Asia Central, pero demasiado lejos de Rusia.

Él y sus consejeros encontraron su oasis para la nueva capital en la fría y semidesértica estepa del centro-norte, un lugar que en siglos pasados sólo fue ruta de caravanas. Con picos de 30ºC bajo cero en invierno y 40ºC  de húmedo calor en verano, sólo parecía el lugar ideal para que corrieran libremente los caballos salvajes.

Eran los años noventa cuando la élite política kazaja, que aún no llevaba una década dirigiendo su propio destino tras el fin de la URSS, se fijó en Akmolá, un nombre que le viene al pelo en medio de la helada estepa kazaja porque significa “la lápida blanca”. Pero por orden del presidente de Kazajistán, Nursultán Nazarbáiev, en 1998 Akmolá, que se llamó Tselinograd hasta el fin de la URSS, cambió de nombre para llamarse Astaná (que, en kazajo, quiere decir “ciudad capital”). Este 2019, la capital de Kazajistán ha vuelto a cambiar de nombre y, en honor del Elbasi (líder de la nación), ahora se llama Nur-Sultán.

El primer nombre de la ciudad fue Akmólinsk y fue fundada en 1830 sobre un puesto de avanzada que los cosacos rusos instalaron en 1824 a orillas del río Ishim. Algunos expertos creen que las primeras murallas de piedra forman parte de los cimientos del Estadio Central, situado en la calle Kenesari. 

Antes de convertirse en la capital, Akmolá era una mediocre ciudad industrial con 300.000 habitantes, cuyo destino más probable habría sido un plácido olvido. Hoy, el visitante llega en un vuelo nocturno y se acerca a la ciudad en un taxi, deslumbrado por miles de bombillas en medio de grandes avenidas, media ciudad soviética (ladrillo y cemento), a la derecha del río; y media de rascacielos, pirámides luminiscentes, impensables estadios deportivos, en la orilla izquierda, donde se puede pensar en una escena de Nivel 13 (Josef Rusnak, 1999), una película futurista sobre realidad virtual cuyo protagonista termina descubriendo que todo era mentira. A aquella ciudad de tamaño medio que no salía en los mapas hoy la llaman la Dubai de Asia Central.

Cuentan que los inicios de la nueva capital fueron tan difíciles que muchos no se lo creyeron. En 1998, cuando Almatý ya había perdido su capitalidad, el Gobierno no había logrado llevar a todos los funcionarios necesarios para que la máquina estatal funcionara desde Astaná. Pero el sueño se fue haciendo realidad con los años. El oasis de la estepa se hizo posible gracias a incentivos fiscales para las empresas constructoras y a grandes infraestructuras como el Talgo español que desde el 2001 conecta las dos principales ciudades del país. Actualmente, la ciudad cuenta con casi 1,2 millones de habitantes.

El hoy expresidente, que ya estaba en el poder en tiempos soviéticos, tuvo mano directa en las ideas originales o el diseño de muchos de los monumentos de la capital. Su símbolo más importante, la torre de Baiterek, lo esbozó en una sencilla servilleta. Idea suya es también un cinturón verde alrededor de la urbe, un lugar donde todo el mundo le decía que los árboles no podían crecer. “Veinte años para la historia es un instante. Pero hemos construido una megalópolis, donde hoy viven 1,2 millones de personas”, dijo el líder kazajo en el 2018, cuando se cumplían dos décadas desde la capitalidad.

El baiterek (álamo, en kazajo) es el árbol mitológico de la vida en la cosmología de los pueblos nómadas de la estepa. El pájaro fabuloso Samruk pone cada año en la copa del árbol un huevo de oro que se convertirá en sol y que acabará devorando al dragón que vive bajo tierra. Por eso la torre está coronada con una esfera dorada.

Pueden decir lo que quieran los aficionados al fútbol que recuerdan a Maradona. Pero la mano de Dios está aquí. Tras subir de un salto los 97 metros de altura en un ascensor que por su velocidad parece un cohete espacial, el visitante se encuentra con otros visitantes haciendo cola para subir unas escaleras y alcanzar un pedestal, donde hay una plancha de metal dorado encima. Es un molde de oro donde se encuentra la huella de Nazarbáyev. Como hay un cartel que invita a hacerlo, aquí es tradición colocar la mano dentro de la suya y, claro, pedir un deseo... Luego, desde ese privilegiado mirador de 360 grados, se puede contemplar un mundo nuevo, creado prácticamente de la nada.

Comenzar desde aquí la visita a las modernas maravillas de Nursultán, mientras se toma un café o se estudian las maquetas de los planes urbanísticos de la ciudad, es casi una obligación. La mano de Dios marca el camino: el bulevar Nurzhol está a sus pies y, siguiéndolo, la vista lleva hasta la ribera del río Ishim, donde se levanta el palacio presidencial, una copia pluscuamperfecta de la Casa Blanca de Washington.

El barrio presidencial está formado por anchísimas avenidas, un esquema tal vez aprendido de la época soviética, aunque tan desproporcionado que parece realmente desangelado. Junto al palacio de Nazarbáyev se levantan dos torres que albergan varios ministerios. Desde la bola del Baiterek se ve el lujoso y tan solitario hotel Presidencial y otra torre que aquí llaman el mechero. Cerca se encuentra el edificio del Archivo General, redondo y ovalado como un huevo gigante.

Aquí han dejado su impronta los arquitectos y urbanistas más prestigiosos del mundo. El proyecto inicial de Astaná es del japonés Kisho Kurokawa, de quien ya se puede ver una muestra nada más aterrizar en el aeropuerto que él diseñó. Este y otros creadores han ido dando forma al sueño.

Sobre el plan maestro de Kurokawa se pueden contemplar obras irreales del estudio de Norman Foster, como el centro comercial Khan Shatyr, en forma de carpa transparente, o el palacio de la Paz y la Reconciliación, una pirámide; o la misma torre Baiterek.

El Khan Shatyr es la carpa más grande del mundo, con 140.000 m2 y una altura de 150 metros. Es el equivalente a diez campos de fútbol, todo dedicado a las compras y el entretenimiento. Es como si la ciudad se retorciera y se metiese dentro de sí misma para construir bajo la lona de Foster calles, plazas y parques que invitan a pasear. Una protección especial aísla el interior de los fríos inviernos. No en vano, la playa artificial, con arena traída desde las islas Maldivas, necesita una temperatura constante de 35ºC positivos.

Cerca se encuentra la esfera Nur Alem, o Museo del Futuro, situada en el principal edificio de la Exposición Internacional del 2017. Entrar aquí es poner el pie en una imaginaria estación espacial en forma de esfera y un diámetro de 150 metros para conocer la historia de la energía.

El Palacio de la Paz y la Reconciliación es la pirámide de Nursultán. En ella se han celebrado asambleas de diferentes religiones del mundo. Actualmente, en su interior funcionan una sala de ópera, una sala de conferencias y un pequeño museo etnográfico que acoge vestidos de boda de varios pueblos de Asia.

En una visita rápida se puede continuar con el auditorio Estatal, de Manfredi y Luca Nicoletti; el juego de arcos opuestos en la vía central de la ciudad nueva, y también la biblioteca del Primer Presidente Nursultán Nazarbáyev y el circo de Astaná (Astanalyk), ambos con forma de enormes platillos volantes, nada extraordinario en este mundo imaginario, a medio camino entre la Tierra, la ciencia ficción y los sueños.

Al convertirse en la joya de la corona del país más grande de Asia Central, era obligatorio levantar edificios sin cuya presencia parece imposible pensar en otras grandes ciudades del mundo. Las mezquitas Nur-Astaná y Hazret Sultan, de las más grandes de esta parte del mundo en un país de mayoría musulmana, son obra de este siglo XXI. El Arco del Triunfo se inauguró en el 2011.
Pero a esta parte de la ciudad, ultramoderna, de calles limpias y ventanas impolutas, le falta algo muy importante: alma. Esa se encuentra en la parte vieja de Nursultán, la antigua Akmolá. Tal vez empezando por un alojamiento acogedor, el hotel cuatro estrellas Grand Park Esil, en la plaza Vieja, frente al Akimat (Ayuntamiento) de la ciudad y a los pies de Abai Kunanbayuli, el Cervantes kazajo. 

Y siguiendo por el cercano Museo del Primer Presidente de Kazajistán, el lugar donde Nazarbáyev tuvo su oficina cuando la capital se trasladó de Almatý a Astaná. En la cercana calle Kenesari, a cuyo alrededor se han agolpado pequeños centros comerciales, restaurantes y edificios de oficinas, sí se puede sentir una ciudad con vida. Aquí hay un poco de historia local que falta al otro lado del río Ishim: como la residencia de Kubrin, un comerciante de los de antes de la revolución (hoy, embajada de Ucrania) y su sociedad comercial Kubrin i K, donde hoy funcionan pequeños supermercados y tiendas de aire gourmet (Astana, Mir Vkuza); o el Zhastar Teatri, el antiguo Teatro Nacional de Ópera y Ballet Kulyash Baisetova, una de las joyas de estos barrios.

Los sueños de Nursultán Nazarbáyev han enriquecido y restaurado la parte vieja. También se han añadido nuevos edificios, como la catedral de la Dormición (Uspenski), terminada en el 2009 y adscrita a la Iglesia ortodoxa rusa. Como las dos mezquitas, también la más grande de Asia Central en su género. 

Dos ciudades con cinco nombres que nunca más podrán existir por separado.

SÍMBOLOS PARA CREAR IMAGEN

EMBLEMA DE LA CIUDAD
La torre Baiterek (álamo, en kazajo) es el árbol mitológico de la vida en la cosmología de los pueblos nómadas de la estepa. El pájaro fabuloso Samruk pone cada año en la copa del árbol un huevo de oro que se convertirá en sol y que acabará devorando al dragón que vive bajo tierra. Por eso la torre panorámica está coronada con una esfera dorada.

LA MANO DE ORO DE DIOS
Tras subir como una bala en un ascensor supersónico, en el Baiterek hay un molde dorado donde se encuentra la huella de la mano del ya expresidente de Kazajistán Nursultán Nazarbáyev. Un cartel invita a lo que ya se ha convertido en una tradición: colocar la mano dentro de la suya y pedir un deseo.

UN OASIS DENTRO DEL OASIS
El Khan Shatyr es la carpa más grande del mundo, con 140.000 m2  y una altura de 150 metros. Está dedicada a las compras y el entretenimiento. Es como si la ciudad se reprodujera bajo esta lona traslúcida de Norman Foster: calles, plazas y parques que invitan a pasear.
Una protección especial aísla el interior de los fríos inviernos. Y es que en la playa artificial, con arena llevada desde las islas Maldivas, necesita 35ºC.

NAVES ESPACIALES
Entrar en el la esfera Nur Alem, o Museo del Futuro, situado en el edificio principal de la Exposición Internacional del 2017, es como poner el pie en una imaginaria estación espacial en forma de esfera y un diámetro de 150 metros para conocer la historia de la energía. No es el único edificio de forma original, la biblioteca del Primer Presidente (también diseñada por Norman Foster)  y el circo de Astaná (Astanalyk) tienen cierta forma de enormes platillos volantes.

REZANDO AL MÁS ALLÁ
Al convertirse en la joya de la corona del país más grande de Asia Central, era obligatorio levantar edificios nuevos. Kazajistán es un país de mayoría musulmana, así que en la parte nueva de la ciudad se han construido en este siglo XXI dos de las mezquitas más grandes de esta parte del mundo, Nur-Astaná y Hazret Sultan. También se construyó un templo cristiano, la catedral ortodoxa de la Dormición (Uspenski), esta vez en la parte vieja de la ciudad.

Etiquetas: