Cruces ‘in memóriam’
(Un texto de Jorge García Pastor en el Heraldo de Aragón del 27 de marzo de 2016)
Es un atributo genuino que no se encuentra en ninguna otra Semana Santa y que portan casi todas las cofradías zaragozanas.
«Ser cofrade en Zaragoza y morir dentro de una de nuestras cofradías significa no dejar nunca de participar en sus cultos, continuar por siempre jamás, al menos mientras lo haga su cofradía, procesionando por las calles de Zaragoza». Así decía el programa de la Semana Santa de 1993 de la Eucaristía y en esas palabras queda definido el espíritu que envuelve a este genuino atributo, el tipo de cruz 'in memóriam', que no se encuentra en ninguna otra Semana Santa y que portan la casi totalidad de las cofradías zaragozanas. Posiblemente encontremos explicación a su singular presencia en nuestra ciudad en el momento en el que surgen aquellas.
La primera, la de la Hermandad de San Joaquín, data de 1941 y ya en ese año contaba con nueve difuntos. Las 'in memóriam', del mismo modo que ocurre con las cofradías, nacen bajo la influencia política que plagaba de cruces a los caídos los pueblos y de listas de «muertos por la patria» las fachadas de las iglesias.
El diseño de esta original insignia se debe a Regino Borobio. Es de madera pintada de negro, cubierta de cantoneras de metal y unos casquetes de metal labrado en los extremos de los brazos, con un cuerpo de ráfagas alrededor de la cruceta y una lucecita que representa la llama de la inmortalidad. En el ‘stipeto’ se lee una inscripción en latín y se le van añadiendo placas con el nombre del difunto y la fecha de su muerte. En 1987 y en 2007 se hicieron dos réplicas dé la misma para poder seguir colocándolas.
El espíritu de emulación de todas las cofradías tuvo también su significación en la aparición de cruces 'in memóriam'. Todas son de madera. Las hay suntuosas, como la mencionada, de la Dolorosa, una de la dos que tiene la Coronación (1995) o como las del Calvario, reconvirtiendo en 1951 lo que era la Cruz Guía (1939 y 2002). Pero en su mayoría son sencillas, como las dos de la Entrada (1982 y 1995), la Oración en el Huerto (1978), las dos de la Columna (1987 y 2004) y del Resucitado (1985 y modificada en 2002).
También encontramos las que se inspiran en la cruz guía, como es el caso del Nazareno (1991) o aquellas con reminiscencia de cruz de sudario como en la de la Eucaristía (1980).
Las hay que recogen la tradición del crucificado alzado, el más primitivo de los atributos procesionales, como hacen las Esclavas (2003) o una de las de la Coronación (1954), a las que va colocando placas con los nombres de los difuntos, como hace la cofradía del Ecce Homo (1984), en cuyo crucero coloca el busto tallado de la imagen titular.
Mención especial merece la austeridad del 'memento' procesional de La Piedad. Actualmente está compuesto por cuatro sencillas cruces repletas de nombres grabados en rojo y con el escudo del Santo Sepulcro en la cruceta. Este conjunto refuerza la hipótesis sobre el porqué de este atributo, y aporta además la singularidad del vocablo `memento', que no aparece como referencia en ninguna otra Semana Santa.
A partir de los años 80 se vive un renacer de las cofradías y surgen nuevas, como la de la Exaltación, que ya porta 'in memóriam' desde su primera salida, en 1988. No es el caso de la Humildad (1993), porque la estética y el espíritu elegidos por esta cofradía son los del Barroco sevillano. Esta es la explicación a la ausencia en esta hermandad del más genuino de los atributos zaragozanos. Otra excepción es la de Jesús Despojado de sus Vestiduras (2007) que no ha incorporado el atributo.
Muchas de las cofradías lo hicieron con el tiempo. Es el caso también de las Siete Palabras, en 1984, con una sobria cruz de madera embellecida en 1995 con cantoneras doradas y la séptima palabra «en tus manos encomiendo mi espíritu» grabada. Los nombres de los fallecidos van grabados en la parte posterior de la cruz.
Encontramos también toques de vanguardia. El Descendimiento relevó en 1998 durante unos años el sobrio madero que desde 1962 recordaba que «nuestros muertos nos señalan el camino a la eternidad» por un elemento escultórico, obra del artista José A. Barrios que supuso un punto y aparte con la estética imperante, pero recogiendo la tradición de la Cruz del Sudario y con el espíritu de transformar la muerte en esperanza. Y en el año 2011 la Crucifixión estrena una cruz inspirada en la tradicional tau franciscana obra del imaginero José L. Clavero.
Etiquetas: Sin ir muy lejos, Tradiciones varias
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