La Seo: Los barrocos de la Seo
(Un texto de L.G. en el Heraldo de Aragón del 1 de diciembre de 2019)
La Seo es, también, un gran templo barroco, con valiosos ejemplos de varias modalidades de este prolífico estilo.
LA GRAN TORRE
Es romano el barroco de la gran torre ideada por Gianbattista Contini, arquitecto papal que nunca vio Zaragoza, y cuya traza, de 1683, fue 'aprobada sin dudar' (‘vehementer probata', reza la inscripción de 1790) por dos maestros ‘del Sacro Palacio Apostólico', Carlo Rainaldi y Carlo Fontana (autor en España de la basílica de Loyola). Se añadieron el peculiar chapitel bulboso en 1704 y cuatro grandes estatuas de las Virtudes (Joaquín Arali, 1788). A. Sanmiguel y J. Peña creen que el interior alberga el último alminar de la mezquita.
LOS BALDAQUINOS
De Baldac, como se llamó a Bagdad en la Italia medieval, procede ‘baldacchino', tejido precioso que se colocaba sobre varas para señalar la excelsitud. En el decenio de 1610 Carlo Maderno hizo uno permanente para el altar de San Pedro, sobre columnas salomónicas. Por encargo de Urbano VIII, Gianlorenzo Bernini lo sustituyó por el actual, colosal e insuperado, concluido en 1634, en el centro litúrgico del templo, sobre la tumba de Pedro y bajo la gran cúpula de Miguel Ángel. La Iglesia de Zaragoza siguió su ejemplo y la Seo se dotó de tres, para Santiago, Pedro Arbués y el anónimo Cristo renacentista, al sur del trascoro.
LOS GIGANTES
Un estilo más exuberante está en las capillas de San Vicente y Santiago, decorada hacia 1700 por artistas ignotos. Si la gran escultura barroca es ornamental, patética y efectista, grandilocuente y artificiosa, los cuatro colosos que flanquean la gran embocadura de la capilla son típicos de esa idea artística. Dos parejas de gigantescos cautivos, de llamativa fealdad, abrumados de cadenas y grilletes que los atan entre sí y a sendos troncos de palmera (árbol oriental) se retuercen con dolorosa desesperación. Los estudiosos no interpretan la escena. Dada la advocación del lugar, será una alegoría del islam derrotado por Santiago en la legendaria batalla de Clavijo, que se ve en una pintura del interior. Los vencidos están condenados en el infierno, pues bajo sus pies y sobre el remate de los troncos flamea el fuego eterno. Rostros, peinados y algún detalle bélico -sus armas componen elevados trofeos- apuntan a esta interpretación, pero sustituidos los antiguos moros por la imagen de los más recientes enemigos turcos. En fin, es también barroco, aunque tan comedido que hay quien lo ha tomado por neoclásico, el de la fachada de Julián de Yarza, ideada a partir de una traza de Ventura Rodríguez, inicialmente pensada para el Pilar, la bicromía de cuyos materiales ha sido felizmente restituida en la restauración de 2018 (Pemán y Franco).Etiquetas: Arquitectura, Pequeñas historias de la Historia, Sin ir muy lejos
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