Amores y cocina
(Leído en la columna de Martin Ferrand en el XLSemanal del 3 de octubre de 2010)
Gabriele D´Annunzio (1863-1938) es uno de los más grandes escritores de nuestro tiempo. Nos lo perdemos porque, además de genio literario, fue uno de los precursores del fascismo italiano. Fue, además, un exquisito gourmet y uno de los mayores seductores de todos los tiempos. Ya quisiera su paisano y precursor Giacomo Casanova haber «conocido» a tantas y tan sugestivas mujeres como el creador del Estado Independiente de Fiume. En la interminable lista de las enamoradas de D´Annunzio hay nombres tan sugerentes como Lucila Godoy Alcayaga, la chilena universal «premio Nobel» que se rebautizó Gabriela Mistral es muestra de amor al poeta italiano. Isadora Duncan, la bailarina norteamericana, fue otra de sus adoradoras, al igual que la pintora y retratista polaca Tamara Lempicka.
Quizá su mayor amor fue Eleonora Duse, paisana suya, y con Sarah Bernhardt, una de las dos mayores actrices de todos los tiempos. Con Eleonora se fue a vivir a Florencia y allí produjo inmensos y bellísimos poemas. Él, amoroso, trataba de aliviar la inapetencia de ella y le preparaba unos huevos pasados por agua, sazonados con sal, pimienta, una gota de vinagre de Módena y todo ello cubierto con unas finísimas láminas de queso parmesano. Tanto éxito tuvo el tratamiento que en algunos libros de cocina italiana editados tras la Primera Gran Guerra figuran esos Huevos D´Annunzio. Años después, ya en el lago de Garda, el poeta se desayunaba también con un huevo pasado por agua, pero con caviar.
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