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lunes, agosto 29

Método Ulises para encontrar la creatividad

(Un artículo de Carlos Salas en el suplemento económico del Mundo del 18 de julio de 2010)

Repetir la misma rutina todos los días les ha servido a muchos genios para dar a la humanidad obras fantásticas. Franklin tenía una pauta que seguía desde muy joven: levantarse a las siete, meditar sobre cual sería su acción principal del día, trabajar mucho, y antes de acostarse comprobar si había hecho lo previsto. Gracias a eso, un día descubrió los usos de la electricidad, y por eso pusieron su cara en los billetes de 100 dólares.

Kant era tan metódico que, cuando volvía de enseñar a sus alumnos de Koenisgberg, la gente miraba por la ventana y decía: "Deben ser las cinco, porque acaba de pasar el señor Kant". Al final de su vida escribió Crítica de la razón pura y dio un vuelco a la filosofía. Estupendo por ellos. Pero la rutina es, en la mayor parte de los casos, la asesina de la creatividad.

Se necesitan ideas para todo: para afrontar la crisis, para lanzar productos nuevos, para crear servicios insólitos, para sofocar problemas, para dar a luz campañas de publicidad y para resolver los atascos de la mente.

Los psicólogos cognitivos dicen que la parte del cerebro que encuentra estas soluciones está en el lado derecho. Sea el lado derecho del cerebro o la punta del zapato, esas virtudes se ponen en marcha cuando cambiamos la rutina. Muchas grandes ideas se han encontrado en la ducha, en los paseos por el bosque, en viajes extraordinarios o en accesos febriles.

Werner Heisenberg, el padre de la mecánica cuántica, halló su idea en un ataque de fiebre del heno. San Agustín recibió su revelación mística escuchando el canto de un niño en un jardín. El físico Kekulé concibió la molécula de benceno mientras dormía, pues se le apareció un lagarto enroscado y dijo: "¡Ajá!". Descartes concibió el universo y sus torbellinos también en un sueño, donde aparecía un melón. Jung afirmaba que el inconsciente es como un microprocesador que trabaja por su cuenta y que se expresa en sueños veraces: sólo tenemos que interpretarlos. Ninguno de estos genios estaba precisamente en su puesto de trabajo, en medio de una rutina diaria. No estaban poniendo los codos sobre la mesa y estrujándose los cascos cerebrales.

Y nuestras neuronas están secas, porque la rutina les impide crecer: "La costumbre, la disciplina y la organización pueden actuar como poderosos agentes de la creatividad, pero hay un punto donde estas mismas cualidades tan fructíferas se transforman en asesinas de la creatividad", afirma Jocelyn Glei, una periodista neoyorquina especializada en creatividad.

Para probarlo, cuenta el caso de Stefan Sagmeister, un diseñador gráfico que abrió su propia empresa de diseño en Nueva York. Amante de la música, producía videos tan originales que los músicos hacían cola para aprovechar sus creaciones. Pero se adaptó tanto a ese trabajo que se empezó a aburrir: "Mi trabajo comenzó a parecer el mismo de siempre".

Tomen un poco de aburrimiento, mézclenlo con la rutina y tendremos lo mismo de siempre. Es la forma más rápida de perder las llaves de esa caja mágica que se llama creatividad. No nos damos cuenta, porque la rutina es como una droga que penetra y nos produce los efectos de una adormidera. Es tan cómodo eso del cafelito por la mañana, pasar las hojas de la prensa, pinchar internet, abrir la agenda, subir la persiana de la tienda... un día, sin saber por qué, los clientes no entran, no te buscan. Un año, sin saber por qué, estás kaputt.

Pero encima estás kaputt antes de lo que piensas. Blockbuster nació en 1985, se convirtió en la reina de los videoclubes del mundo entero. Hace unos días abandonó la bolsa de Nueva York porque sus acciones se pagaban a menos de un dólar y no movía ni las aspas de un ventilador a pilas. Como ella, muchas empresas.

¿Y cómo se vuelven a recuperar las alas de la imaginación? Sencillo, con el método Ulises. Salir, viajar, moverse, cambiar de aires, entrar en contacto con otras civilizaciones, mezclar ideas o mezclarse con personas, escuchar cosas raras, abrir revistas nunca vistas, rozar lo prohibido, ir a exposiciones controvertidas, pasear por el parque a medianoche, ver la televisión polaca, escuchar música chill, visitar una feria de marroquinería, asistir a una charla de taxidermistas, matricularse en Filosofía en la UNED,...

Están pasando tantas cosas en este preciso momento en el mundo y es tan fácil tocarlas, olerlas, gozarlas, tenerlas, sobarlas y dejarse seducir por ellas, que es un delito llegar al final de esta vida sin aprovecharlas.

Sagmeister, por ejemplo, hizo algo que muchos han hecho en su vida: tomarse cada cierto tiempo un año sabático (pueden ser semanas o meses) y, con los ahorros, ir a patear el mundo. Si los recursos no alcanzan para tanto, siempre queda el Camino de Santiago.

Mark Twain se quedaba atascado a la mitad de sus obras. "Cuando el tanque se seca sólo tienes que dejarlo en paz, y él sólo se llenará otra vez a su debido tiempo, mientras tú duermes", dice en su autobiografía. Así que metió a Tom Sawyer y a Huckleberry Finn en un armario y dejó pasar dos años. Viajó por Europa, y, mientras tanto, iba pensando en sus obras. Luego, las retomaba, y las acababa de un tirón.

Las ideas llegan tarde o temprano.Muchos empresarios necesitan lanzar productos o servicios, acuciados por una necesidad. Pero la revelación aparece cuando menos se la espera. Por cierto, muchas veces, después de una gran agitación, esas ideas surgen en los momentos de calma. El alboroto y las interrupciones son justo lo contrario de lo que necesita un persona para encontrar la gran idea.