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martes, agosto 23

El glamour del gin-tonic II

(Sigue...)

La nueva bebida inventada por Schweppe, con su contenido de quinina, se convirtió en acompañante inseparable de las tropas británicas en sus destinos a lo largo de todo el Imperio en la época victoriana. Se asegura que en 1870 fue un oficial de su majestad, destacado en La India quien, obligado a tomarla para combatir la malaria y para rebajar su amargo sabor, decidió mezclar la tónica con ginebra, un aguardiente que el holandés Guillermo de Orange había popularizado en Londres cuando accedió al trono de Inglaterra en 1698 coo Guillero III. Tras un oscuro período, en el que su consumo fue prohibido para evitar los excesos etílicos entre la población, la ginebra volvería con fuerza una vez regularizada por ley su fabricación, y a principios del siglo XIX, James Burrough iniciaría en Chelsea la producción de la famosa Beefeater.

Los súbditos de su majestad, en sus campañas por todo el mundo, levaron consigo el nuevo espirituoso que, en La India, empezaría a embotellarse bajo la marca Bombay, que en su etiqueta mantiene hoy la efigie de la reina Victoria.

Así nació el gin-tonic, un combinado de moda considerado un magnífico digestivo ya que su efecto carbónico y la mezcla de amargos, dulces y anisados facilita y acelera las funciones gástricas del organismo. Desde el momento de su nacimiento se convirtió en una bebida que nos acompañaría a lo largo de la historia. Uno de sus grandes defensores fue el primer ministro británico Winston Churchill quien, tras la Segunda Guerra Mundial, aseguró que "el gin-tonic ha salvado más vidas y mentes de gente inglesa que todos los doctores del país". También la reina madre, viuda de Jorge VI y madre de la actual monarca, que murió con más de cien años, achacaba en parte su longevidad a su afición a disfrutar de vez en cuando de un buen gin-tonic de Beefeater, marca que toma su nombre de los alabarderos de la casa real, guardianes de la Torre de Londres, que el día del cumpleaños de la anciana reina, cada año, formaban ante su residencia de Clarence House para rendirle honores.

Y así llegamos a nuestros días, en los que podemos encontrar una amplísima variedad de ginebras: desde las tradicionales Beefeater, Bombay, Gordons, Tanqueray o Raffles, a marcas de distintos países. Las francesas, como G'vine, con alcohol de uva Ugni Blanc; la Citadelle, con cinco destilaciones y 19 botánicos; o la Magellan, de un atractivo color azul. Las americanas, como la carísima Gin 209, procedente de Santa Elena, California; o la Seagram's, suavizada en barricas quemadas de roble blanco americano. También las hay españolas, como la malagueña Larios; la catalana Giro, que es la más vendida; la gaditana Rives, del Puerto de Sta María, la más seca; o las peculiares ginebras menorquinas, como la Xoriguer, con un característico tapón con argolla; y oras marcas como Beltrán, Som Petit y Mica, todas ellas fabricadas en Mahón, vestigio de la presencia británica en las Islas Baleares entre 1708 y 1802.

Y las nuevas 'premium', como la Sloe Safron, que incorpora azafrán y procede de La India; la Hendrick's, con pepino y pétalos de rosa; la London gin nº1, de color azul; la Whitley Neill, con raíz de baobab y grosella del Cabo; la Martin Miller's, con enebro, cilantro, canela y nuez moscada; la Number 10 de Tanqueray, con aromas muy cítricos y una original botella verde; la Bombay Sapphire, con su botella de cristal azul; o la Fifty Pounds, con raíz de regaliz y cuyo nombre procede de la tasa de 50 libras que el rey Jorge II impuso para regular la destilacion de ginebra.

La popularización de la bebida ha llevado, sin embargo, a que en muchos lugares se sirva sin observar las más mínimas normas de ortodoxia al respecto. Así, se ha generalizado la costumbre de añadirle una rodaja de limón o un chorrito de zumo de este cítrico. Craso error, ya que la acidez del limón reacciona con el carbónico de la tónica y provoca la pérdida de las burbujas. Lo que hay que añadir es una lámina de la piel del limón, lo que generalmente se conoce como un twist que, ligeramente retorcido o raspado con unas pinzas de hielo, desprende la esencia y el aroma necesarios.

En las barras de moda lo último es consumir gin tonics muy aromáticos, combinados con nuevos elementos. Fue la ginebra inglesa Hendrick's, elaborada con pepino holandés y pétalos de rosa de Bulgaria y presentada en una botella que recuerda la estética de los antiguos frascos de botica, la que rompió los moldes al alterar los cítricos clásicos en su composición, ofrecer un nuevo sabor y proponer que la copa se sirva adornada con una fina rodaja de pepino en vez del limón.

Otras recetas substituyen el limón por la lima, o añaden unas gotas de menta o hierbabuena al combinado para dotarle de un mayor aroma. Ahora es fácil encontrar otros elementos como bayas de enebro, canela en rama, raíz de regaliz, pétalos de rosa o granos de pimienta. Sólo los más atrevidos prefieren aderezar la copa con una punta de guindilla o de cayena.

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