Muñoz Seca: “Me podéis quitar todo, menos el miedo” I
(Un artículo de Javier Castro-Villacañas en el suplemento
Crónica de El Mundo del 7 de agosto de 2011)
Era el autor teatral con más éxito, pero gran monárquico. Eso y sus
«astracanadas» lo condenaron. […] Terminó asesinado en Paracuellos.
En el Madrid del «No
pasarán» se quería salir al combate. Decenas de columnas de soldados
esperaban junto al cuartel de la Montaña la orden de partida para acudir a las
trincheras de la sierra oeste. El objetivo era afianzar ese frente de guerra:
las laderas del Guadarrama, los montes de Cercedilla, el alto del León, el
valle de El Escorial... impedir a toda costa que las centurias falangistas de Valladolid
entraran sobre la capital. Junto a los milicianos (anarquistas, socialistas, comunistas)
se agolpaban centenares de camionetas, vehículos variopintos y coches tuneados
para el combate que colapsaban el paso por las calles de Ferraz y Princesa. El
atasco llegaba hasta Moncloa, donde se habían colocado piezas de artillería y
carros de combate. Madrid vivía, desde el chupinazo del 18 de julio, el jolgorio
de la guerra “revolucionaria” y España entera se había convertido en un parque
temático de asesinatos, metralla y sangre.
Aquel 7 de agosto de
1936 era un viernes de calor en mitad de un verano sin vacaciones y, para más
inri, sin fiestas de San Cayetano: las más castizas de todo Madrid (prohibidas
como todo lo que oliese a incienso y sacristía en aquella ciudad de puños en
alto). Comenzaba, por tanto, un fin de semana diferente. Las emisoras de radio emitían
un bucle interminable de consignas, arengas, discursos políticos, himnos
desconocidos y propaganda bélica plagada de mentiras. Igual en zona nacional que
en la España republicana. Verano azul y rojo aquel del 36. Los micrófonos de Unión
Radio de Madrid se hacían eco, esa misma noche, de una pequeña noticia
publicada en el ABC republicano: «Muñoz Seca ingresa en el calabozo. Procedente
de Barcelona donde fue detenido, ha llegado a Madrid Pedro Muñoz Seca. Fue
trasladado a la Dirección General de Seguridad, quedando ingresado en los
calabozos». Paradojas de la guerra: mientras unos peleaban por salir de Madrid,
otros daban con sus huesos en el km 0 de la Puerta del Sol.
La noticia tenía su
importancia. Pedro Muñoz Seca, el de los bigotes largos, era el autor teatral
más exitoso de la II República. Los datos lo confirman. De 1931 a 1939 en
Madrid se estrenaron algo más de 500 espectáculos teatrales. En tomo al 80% (unos
400) fueron considerados comedias por sus autores y la crítica de su tiempo. A este
género pertenecen los grandes éxitos de público de aquellos años. Por ejemplo, las
más de 300 representaciones realizadas por Lo
que hablan las mujeres, de los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero,
estrenada en 1932, o Morena Clara de Antonio
Quintero y Pascual Guillén en 1935. El teatro de humor fue un género transitado
por la mayoría de los autores del momento, como Jacinto Benavente, Francisco
Serrano Anguita, Antonio Paso, Adolfo Torrado, Enrique Jardiel Poncela y, cómo
no, Pedro Muñoz Seca. Él, el del bigote florido, fue el autor con más obras
estrenadas en ese periodo, lo que le convierte, según los especialistas, en la
figura más destacada del teatro cómico durante la II República.
¿Cuáles eran las acusaciones
contra el popular autor de comedias? ¿Qué convertía a Muñoz Seca, con 57 años
en 1936, en un sujeto peligroso para la España del Frente Popular? Las respuestas
son tan sencillas como dramáticas. Muñoz Seca había creado un género propio, el
muñozsequismo, un paso intermedio
entre el juguete cómico de Vital Aza y el teatro propiamente de humor de
Jardiel Poncela. Sus obras tenían sus peculiares señas de identidad: el sentido
carnavalesco de la representación teatral (él había nacido en la ciudad
gaditana de El Puerto de Santa María, el 21 de enero de 1879 y llevaba el
carnaval en las venas). En sus obras se valía del impacto escénico de
representar la caricatura de la caricatura, la dislocación de los personajes (son
numerosos los ejemplos en las obras de Muñoz Seca donde los personajes se disfrazan
de otros y aparentan lo que no son), el retorcimiento de las situaciones, todo ello
decorado y ambientado en lo grotesco, en la bufa, en el sentido cómico de la chirigota...
lo que los críticos definieron como el astracán. Pero junto a esta forma o estilo
de hacer comedia, el teatro del gaditano representaba algo más, tenía una carga
de profundidad más peligrosa: sus representaciones se habían convertido en la crítica
política más mordaz contra la situación en aquella España.
Antes de que se
proclamara la II República, el portuense ya era un autor de éxito. Su obra más
famosa y de mayor renombre, La venganza
de Don Mendo, se estrenó el 20 de diciembre de 1918 en el Teatro de la
Comedia de Madrid. Desde entonces hasta hoy son incalculables las
representaciones, versiones y adaptaciones que para cine, teatro y televisión
se han realizado de este genial divertimento, todo un clásico de la escena
española. Pero, por encima de todo, Muñoz Seca era un conocido propagandista y militante
monárquico. El rey Alfonso XIII era un admirador de su teatro y confesaba
abiertamente que las obras del escritor le hacían mucha gracia. Decía que las
había visto todas. Incluso asistió en 1921 al estreno de La barba de Carrillo (nada que ver con el Santiago comunista cuyo
destino se cruzaría con él en noviembre de 1936) y días después envió una carta
al autor diciéndole que le agradecía los buenos ratos que le había hecho pasar
con sus comedias. Muñoz Seca le contestó rápido: «La opinión de Su Majestad
tiene para mí más valor que la de todos los críticos teatrales juntos, porque
hay que ver lo difícil que es hacerle reír con los quebraderos de cabeza que
tiene».
La fidelidad de Muñoz
Seca a la casa real no se resquebrajó nunca. Era amigo personal del rey y vivió
con amargura la caída de la monarquía. El 14 de abril de 1931, siendo él
presidente de la SGAE, se negó a sustituir la bandera bicolor por la
franjimorada en el mástil del edificio que albergaba entonces la sede de los
autores. Fue a partir de este momento cuando el ingenio y la crítica de Muñoz
Seca se agudizó, aún más, llegando a atravesar conscientemente la delgada línea
roja de la corrección política republicana Dos ejemplos de esta producción de sátira
política: La Oca y Anacleto se divorcia. La Oca (siglas del sindicato agrario
andaluz libre Asociación de Obreros Cansados y Aburridos) es una caricatura de
la implantación del sindicalismo anarquista en Andalucía, fue escrita junto a
Pedro Pérez Fernández y estrenada la Nochebuena de 1931 en el Teatro de la
Comedia. Fue un absoluto éxito de público, llegándose a realizar más de 200
representaciones.
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