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viernes, junio 14

Karen Blixen: sabia, apasionada y valiente

(Un artículo de Lourdes F. Ventura en El Mundo del 6 de enero de 2013)

Todo lo que imaginamos de la gran Sherezade danesa, autora de Lejos de África y Siete cuentos góticos, es verdad y también mentira. Aventurera colonial y empedernida aficionada a la porcelana de Limoges, hemos inventado interminablemente a la escritora Karen Blixen (1885-1962), más conocida por su seudónimo, Isak Dinesen, en la soledad de su plantación africana, luchando contra los elementos y esperando el sobrevolar de la avioneta de Denys Finch-Hatton. La reconocemos como defensora del pueblo kikuyu, los habitantes de los territorios salvajes al pie del Ngong, sin dejar de ser una decadente aristócrata que imponía guantes blancos a los mayordomos nativos en su propiedad de Kenia.

Sabemos de su vida en las intemperies de Nairobi, pero hay muchos episodios menos conocidos a partir de su regreso a la propiedad familiar de Rungstedlund cuando se dedicó a fondo a la literatura. Ese periodo creativo y también marcado por la enfermedad, ahora se ilumina con luz diáfana cuando accedemos en español a la correspondencia de aquellos años lejos de África.

Hace unos meses se cumplía el 50 aniversario de la muerte de Dinesen, y hoy saludamos la aparición de Cartas desde Dinamarca. Correspondencia 1931-1962, publicadas por la editorial Nordica, en un cuidado volumen, con selección y ajustada traducción de Enrique Bernárdez y un pliego de fotografías de la baronesa.

En una de sus cartas, Karen Blixen acusa a su hermana Ellen, de casada Ellen Dahl y autora aficionada, de ser una frívola y de tomarse la literatura atolondradamente. La hermana menor de Karen había perpetrado una novelita llamada El asesino y se vanagloriaba de haberlo hecho en 14 días, mientras colgaba cortinas con la otra mano. Semejante ligereza indignó a Dinesen. «La relación del artista con su obra», escribe la baronesa a su hermana, «no puede ser platónica, no puede ser un flirt pasajero, por muy ardiente que sea; exige cuerpo y alma, todo».

Esta afirmación nos hace percibir hasta qué punto la literatura era para Dinesen una responsabilidad soberana en la que no había más remedio que implicarse a vida y muerte. Pero también nos indica que la baronesa no se andaba con paños calientes a la hora de responder a los advenedizos o escritores auténticos que le pedían opinión sobre sus obras. En esa misma línea debió desalentar a su amigo el poeta Ole Wibel, al comentar uno de sus libros. Tras afirmar que el lenguaje era hermoso, añade la escritora: «al mismo tiempo puede decirse que no hay suficiente inventiva, hay algo de monótono». Y más adelante: «Creo que tiene usted talento, pero que, en cierto sentido, le falta valor». Tal como vemos en sus cartas, valor no le faltaba en absoluto a Dinesen que se permitía ser irónica con el editor inglés, que en primera instancia rechazó sus Siete cuentos góticos y que más tarde compró los derechos, tras el éxito americano. También arriesgó la publicación en su país al enfrentarse a un editor danés negándose a traducirse ella misma en su lengua materna (Dinesen eligió el inglés para gran parte de su obra), y luego rechazando el trabajo del prestigioso traductor Valdemar Rordam. Tampoco se le caían los anillos a la hora de pedir una futura reseña a la escritora Dorothy Canfield Fisher, gracias a cuyo apoyo y constancia fueron publicados en Estados Unidos los cuentos góticos.

Continuación cronológica de las Cartas de África, esta edición de Cartas desde Dinamarca abarca 30 años de carteo de Karen Blixen con familiares, amigos escritores, editores y traductores. Muy interesante toda la correspondencia que atañe a la articulación de su carrera literaria. Sorprenden su sentido práctico y su conocimiento del mundo editorial, pese a que siempre la imaginamos absorta en su torre de cristal y perdida en el siglo anterior. Los consejos que da a sus editores con respecto a la promoción de su propia obra, su cierta chulería a la hora de dirigirse a estos, bien para protestar por una traducción, bien para cerrar un contrato, siempre con sus abogados o su hermano protegiendo sus intereses, dan idea de la confianza que tenía en ella misma y en el valor de su obra. La edición de las cartas, realizada por Frans Lasson y Tom Enge1brecht, con un magnífico prólogo del primero, lleva anotaciones que clarifican la cronología de la vida de la escritora. La lectura del libro no sólo es deliciosa, sino que nos descubre a una Dinesen sabia y nada etérea, bastante más dotada para la enfrentarse a la vida real de lo que podíamos suponer.