Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

domingo, junio 9

Letras entre las flores



(Un artículo de Andrea Aguilar en el suplemento del Pais Semanal del 27 de junio de 2010)

Emily Dickinson cultivó la escritura con la misma pasión que la horticultura. Su perfil se repite a lo largo de la historia con ejemplos como el de la francesa Colette. Un paseo por la literatura a través de la naturaleza.

[…] el catedrático de Oxford Robin Lane-Fox, crítico de jardines del Financial Times. A este británico, los versos de la reverenciada poeta estadounidense le parecen "una maldita Pesadilla". Le achaca un inconexo uso de la puntuación y prefiere quedarse con su faceta de jardinera. Aunque "su jardín distaba mucho del modelo clásico inglés", matiza. "En un cottage, flores y hortalizas están mezclados, más que nada por falta de espacio. Nada que ver con el jardín de Dickinson”

Sea como fuere […] la pasión jardinera de-la enigmática poeta y trazaba un delicioso recorrido por sus versos y sus flores. En una de sus cartas, Dickinson (1830-1886) escribió que se había criado en un jardín y, en otra, confesaba que siempre estuvo "pegada al barro". No mentía. Lo cierto es que creció en una familia de firme tradición jardinera. Su madre era una gran conocedora de las flores; su hermano, de los árboles, y su hermana Lavinia compartía con Emily la pasión por plantar nuevas especies y clasificar la flora. "¿Ya has empezado tu herbario?", escribió Dickinson a su prima cuando tenía 11 años. "Si no lo has hecho todavía, espero que lo empieces; casi todas las niñas hacen uno”. El suyo llegó a reunir más de 400 especies. Educada en la escuela mixta Amherst Academy -que su abuelo ayudó a fundar- y más adelante en el Mount Holyoke Female Seminary, Emily estudió botánica, latín, literatura y alemán. El transcendentalista Ralph Waldo Emerson y el creador de Central Park. Frederick Law Olmsted, visitaron la casa situada a escasos metros del hogar familiar en la que la poeta jardinera fue paulatinamente aislándose. A partir de los 30 años empezó a restringir las visitas y salidas, optó por vestir de blanco (incluso para atender las labores del jardín) y a menudo prefería cuidar de sus plantas de noche, para que el sol no interfiriera en su tarea.

[…]  Dickinson plantaba, podaba, regaba y cabe pensar que meditaba sus versos. "Uno puede visualizarla en el jardín ensimismada en palabras y frases, los poemas brotando de su mente mientras atendía las labores repetitivas que requiere la horticultura", dice Martha McDowell […]. Tras la muerte de Emily, su hermana halló más de 1.800 poemas; cerca de un tercio hacía referencia a las flores. La mitad de su correspondencia también aludía a este tema. Buena conocedora del lenguaje de las flores que la era victoriana popularizó, Dickinson conocía la inocencia de las margaritas -ella misma gustaba llamarse así- y el consuelo de las amapolas rojas. […] "A lo mejor no editó su jardín tan severamente como sus poemas", añade McDowell. "Su soledad tiene más sentido en este contexto. Los jardineros aprecian los momentos de silencio”.

Más pública como jardinera que como poeta, recibía a las visitas en su jardín. En los ramos de flores que enviaba a sus allegados, a menudo incluía versos, y fue así como cinco llegaron a ser publicados. Como dijo su cuñada y buena amiga Susan, hubo quien "hizo del amor un hurto". En las plantas y flores. Emily logró encontrar una fértil metáfora de la vida, […] Judith Farr, autora del libro Los jardines de Emily Dickinson […] "Su jardín era animado, bonito, delicado y exquisito. Sus poemas son emocionalmente mucho más profundos: algunos metafísicos, trágicos y furiosos", apunta.

Lo cierto es que no todas las jardineras con vena literaria han quedado aisladas entre las flores. En las antípodas del celo por la privacidad y el aire calvinista de Dickinson se encuentra la extrovertida y provocadora autora de Claudine Colette. Periodista, vedette, guionista, profesora y asesora en temas de belleza, esta francesa escribió cerca de 80 libros. Y profesó a lo largo de toda su vida una singular pasión por la jardinería que, como en el caso de Dickinson, heredó de su madre. En su biografía recuerda cómo se perdía en sus ensoñaciones mientras esta le leía. "Había rosas verdes, negras, moradas y, sobre todo, rosas azules. Parece ser que las rosas azules eran uno de los sueños de Balzac. También fue mi sueño cuando era niña, porque los poetas y los niños se enamoran por igual de lo irreal”

En el caso de su compatriota Aurora Dupin, más conocida como George Sand, la vena jardinera lIegó por vía de su abuela paterna, artífice de los jardines de Nohant Vic. A los cuatro anos, la pequeña se trasladó a esta finca que hoy puede visitarse. Allí llegó a diseñar una rosaleda e incluso a plantar piñas en un invernadero. En el XIX, la horticultura, la botánica y el paisajismo estaban en apogeo. El jardín es un concepto especialmente provocativo en el trabajo de Sand, un espacio abierto que solo puede existir cuando es cercado. Se trata hasta cierto punto de una potente metáfora social en la que el jardín pasa a ser contemplado como un espacio político, algo en línea con el pensamiento de Rousseau, otro destacado jardinero.

No fue el azul de Colette, sino el blanco, el color por el que optó Vita Sackville-West en uno de sus célebres jardines de Sissinghurst Castle, que diseñó junto a su esposo Harold Nicholson en los años treinta. Esta gran amiga de Virginia Woolf y destacada miembro del grupo Bloomsbury creó escuela. Su método fue el de ensayo y error. Buscó encontrar una armonía en la paleta y seguir un esquema que atendiese a las estaciones. "La jardinería requiere sentido de la estética, de la línea y el color”, explica la directora general de Espasa, Ana Rosa Semprún, gran aficionada a esta.

Los jardines se construyen entre lo salvaje y lo domesticado, entre lo planificado y lo espontáneo, entre lo imaginario y lo real. Si en el caso de los hombres escritores este contacto con la naturaleza podría ser entendido como una prueba de su refinada sensibilidad, en el de las mujeres podría ser muestra de su apego a la tierra. Por encima de los pétalos saltan las letras.

Etiquetas: