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viernes, octubre 24

Andar por la arena, ¿de verdad es tan bueno?



(Un texto de Cristina Uranga en la revista Mujer de Hoy del 17 de agosto de 2013)

Todo depende de si caminamos sobre arena seca o húmeda. “La primera es la que mayor esfuerzo supone y la que más molestias musculares a nivel de las piernas puede causar, debido a que no es firme y forzamos esas zonas al caminar”, explica María Casado, Wellness Personal Assistant del Hotel Barceló Sancti Petri (www.barcelo.com). “Por eso –añade– podemos llegar a notar sensación de sobrecarga en la zona de los gemelos u otros músculos o incluso en los tendones”.

También hay que tener en cuenta que la mayoría de las orillas de las playas tienen cierto grado de inclinación: “Eso obliga a forzar una pisada antinatural que puede desencadenar en sobrecarga, pero también en algo más grave, como una lesión por esguince de tobillo”, apunta la experta. Casado recomienda ir a caminar durante la bajamar, cuando la arena está más nivelada y dura. “Y no hay que olvidar que se trata de una actividad física, en la que la zona inferior del cuerpo trabaja con mayor intensidad, por lo que nunca podemos olvidar un trabajo final de estiramientos”.

Además, andar por la arena mojada tiene grandes beneficios que se relacionan directamente con el sistema cardiovascular. “Favorece su estimulación al contactar la piel con la arena y se renueva el flujo sanguíneo, lo que previene, por ejemplo, que la falta de retorno venoso hinche los tobillos o favorezca aparición de varices”, explica Casado. Eso sucede porque el sistema nervioso juega un papel muy importante en la zona plantar del pie, ya que pasan muchos nervios relacionados con las funciones vitales. “Es un importante catalizador de sensaciones, favorece la relajación y propicia un efecto sedante que libera estrés y facilita una buena expresión de las funciones vitales”, concluye.

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