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martes, noviembre 25

Juan Pablo Bonet: un manual para los sordomudos



(Un texto leído en el especial del Heraldo de Aragón del 1 de junio de 2014)

El zaragozano Juan de Pablo Bonet fue un pedagogo y diplomático del siglo XVII. Una de sus obras hizo historia y se convirtió en referencia.

Juan de Pablo Bonet nació en 1573 en El Castellar, una población zaragozana hoy desaparecida y muy próxima a Torres de Berrellén. Residió allí hasta los siete años, cuando la muerte de su madre forzó su traslado a Madrid. Una fatalidad que no se interpuso en su formación. Inquieto e inteligente, destacó por su gran cultural que comprendía campos tan di versos como la filosofía, la gramática, la sociología, la literatura y la historia. También estaba versado en lenguas: clásicas, italiano y francés.

Desde 1603 hasta 1607 se estableció en África, concretamente en el enclave español de Orán, como secretario de los oficiales del Ejército. Trabajó a las órdenes del Marqués de Ardales, capitán general de Orán. Esta experiencia le curtió y le facilitó su siguiente trabajo, ya de vuelta a Madrid en 1607. Se convirtió en la mano derecha de Juan Fernández de Velasco, condestable de Castilla. Le acompañó en sus continuos viajes a Italia. Uno de sus cometidos era enseñar al hijo menor de su señor, que era sordomudo.

Esta relación diaria e intensa, no exenta de dificultades, le sirvió de inspiración para redactar el trascendental 'Reducción de las letras y arte de enseñar a hablar a los mudos' en 1620. Está considerada la primera obra de esta temática y fue traducida a varios idiomas. Es el primer tratado moderno de fonética y logopedia, en el que se halla un método de enseñanza oral de los sordomudos mediante el uso de señas manuales. Incluye ocho grabados de Diego de Astor con el abecedario transformado (imagen que acompaña este texto). Conviene remarcar que en aquellos tiempos los intelectuales europeos estimaban que los sordos eran absolutamente ineducables. En este sentido, fue admirable la contribución de Bonet. Lope de Vega, con quien le unían lazos de amistad, le dedicó unos versos: «la Retórica hallar pudo/ el arte de bien hablar/ pero nunca pudo hallar/el arte de hablar un mudo».

Su carrera no se detuvo y en 1622 alcanzó el codiciado cargo de secretario del rey Felipe IV, que le permitió ejercer una intensa labor diplomática, en especial ante el Papa. También fue distinguido como secretario del Consejo Supremo de Aragón y se le impuso el hábito de Santiago en 1626. Falleció en Madrid en 1633.