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miércoles, noviembre 18

La felicidad

(Extraído de la columna de Paulo Coelho en el XLSemanal del 20 de octubre de 2013)

[...] alegría no es sinónimo de felicidad (que para mí se parece más a una larga tarde de domingo, donde no existe ningún desafío), sino tan solo el descanso que en unas pocas horas se convierte en tedio, los mismos programas de televisión al final de la tarde, la perspectiva del lunes esperándonos con su rutina.

[...] el tema de portada de una revista americana de gran prestigio, generalmente dedicada a asuntos políticos [...] era: «La ciencia de la felicidad: ¿está en su sistema genético?». [...] el artículo hacía algunas observaciones interesantes que me hicieron ver, por primera vez, que no soy el único en mi modo de pensar:

a) Los países donde la renta per cápita está por debajo de diez mil dólares al año son países donde la mayoría de la gente no es feliz.
Sin embargo, se descubre que, a partir de ahí, la diferencia económica ya no es tan importante. Un estudio científico realizado con las cuatrocientas personas más ricas de los Estados Unidos demuestra que estas son solo ligeramente más felices que aquellas que ganan veinte mil dólares. Conclusión lógica: aunque es evidente que la pobreza es algo inaceptable, el viejo dicho «el dinero no da la felicidad» es algo que se puede demostrar de modo científico en los laboratorios.

b) La felicidad es solo uno de los trucos que utiliza nuestro sistema genético con el fin de cumplir su único papel: la supervivencia de la especie.
Así, para obligarnos a comer o a hacer el amor, es necesario asociar a ello un elemento llamado placer.

c) Por mucho que la gente se declare feliz, nadie está completamente satisfecho:
siempre hay que conquistar a una mujer más bonita, comprar una casa más grande, cambiar de coche por otro mejor, desear aquello que no se tiene. También eso es una manifestación sutil del instinto de supervivencia: en el momento en que las personas se sintieran plenamente felices, nadie se atrevería a hacer nada diferente, y el mundo dejaría de evolucionar.

d) Por eso, tanto en el plano físico (comer, hacer el amor) como en el emocional (desear siempre aquello que no se tiene), la evolución del ser humano ha dictado una regla importante y fundamental: la felicidad no puede durar. Siempre consistirá en momentos, de modo que jamás podamos acomodarnos en una poltrona y limitarnos a contemplar el mundo.

Conclusión: es mejor olvidar esa idea de buscar la felicidad a toda costa, e ir en busca de cosas más interesantes, como los mares desconocidos, las personas extrañas, los pensamientos provocadores, las experiencias arriesgadas. Solo de esa manera viviremos enteramente nuestra condición humana, contribuyendo a una civilización más armoniosa y más en paz con las otras culturas. Por supuesto, todo eso tiene un precio, pero vale la pena pagarlo.

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