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sábado, marzo 19

Las amantes que cambiaron la historia

(Un texto de Fátima Uribarri en el XLSemanal del 9 de noviembre de 2014)

Los reyes han sido infieles desde antiguo. Y siempre hubo indulgencia con sus amoríos. Algunas concubinas han sido públicas y poderosas, asesoraron a los monarcas en cuestiones de Estado, les dieron hijos Otras, más discretas, los manejaron también a su antojo desde la alcoba.

Conmoción en el convento de las benedictinas de Moret cuando la marquesa de Maintenon, institutriz de los hijos ilegítimos del monarca francés Luis XIV, presenta a una joven negra para que tome los hábitos. La muchacha aporta una pensión del rey.

Podía ser hija del propio rey... o de la reina. Voltaire creía que sor Luisa María Teresa era uno de los muchos bastardos de Luis XIV. Otros sostenían que la chiquilla era fruto del amor furtivo entre la reina María Teresa y su joven paje negro. El escándalo de la monja negra es solo uno de los muchos que jalonan la historia de las monarquías. María Pilar Queralt del Hierro recoge en el libro Reinas en la sombra, las peripecias amorosas de otros monarcas.

Algunos reyes llegaron a oficializar sus relaciones extramaritales, sobre todo los franceses, inventores de un nuevo cargo en la corte. la maîtresse-en-titre o amante oficial del rey, que tenía una asignación económica, apartamentos en palacio, un lugar en el protocolo y mucho poder. Así vivieron, entre otras, Madame de Pompadour o Madame du Barry.

Ha habido monarcas muy fogosos que han mantenido relaciones con dos hermanas, como hizo el rey Enrique VIII de Inglaterra, con María y Ana Bolena, y Pedro I de Brasil, con María Benedicta y Domitila de Castro. Y otros sinceramente enamorados que en cuanto fue posible se casaron con su amante. el zar Alejandro II de Rusia lo hizo con Katia Dolgoruki, aunque no consiguió para ella el estatus de zarina.

Las infidelidades se aceptaban con indulgencia. Las de ellos. Las de las reinas consortes eran inaceptables: por su cama solo debía pasar el rey para garantizar la sangre legítima de los herederos al trono. Si las reinas eran ellas, el linaje de la descendencia quedaba garantizado, pero había un problema de decoro cuando se hacían evidentes embarazos que no encajaban. Le sucedió a nuestra Isabel II, que tuvo novios de todas las condiciones (el general Serrano, el cantante José Mirall, el compositor Emilio Arrieta, el coronel Gándara, el marqués de Bedmar...). Tantos amoríos provocaron a la reina once embarazos oficialmente asumidos por su marido, su primo Francisco de Asís.

Desde Ana Bolena hasta Camilla Parker Bowles, las protagonistas de los ‘reales’ enredos amorosos han sido tan relevantes para la historia, o más, que las esposas oficiales.

La primera amante oficial de un rey. Agnès Sorel y Carlos VII de Francia

Enamoró de tal manera a Carlos VII de Francia que el monarca osó hacer pública su relación con ella. Él era feo y desgarbado, pero culto, amable y seductor. Ella, muy atractiva. Además, Agnès venía de Nápoles y llevó un rayo de luz a la entonces lúgubre corte francesa. No extraña que Carlos VII prefiriera a la joven (se llevaban 20 años) a su legítima esposa, la piadosa y poco agraciada María de Anjou, una mujer muy fértil que le dio al rey doce hijos. El romance fue intenso, pero breve. Agnès murió en 1450, a los 28 años, tras el parto de su cuarta hija con el rey. Ella le legó ocho años de alegría. Él le regaló el castillo de Beauté, de ahí que Agnès haya pasado a la Historia como ‘dama de la belleza’.

La diva y el rey. Elena Sanz y Alfonso XII

Ella era una cantante lírica famosa y él, un monarca joven que acababa de quedarse viudo. Él sintió el flechazo en el palco del Teatro Real de Madrid cuando ella subió a cumplimentarlo tras la interpretación de la ópera La favorita, de Donizetti, una premonición.

Alfonso XII y Elena Sanz protagonizaron una intensa pasión que acabó con la paciencia de la reina María Cristina de Habsburgo, con quien él se casó en segundas nupcias sin dejar por ello de frecuentar a Elena. La relación contó incluso con el visto bueno de Isabel II -la madre del rey-, que había sufragado los estudios de Elena en el colegio de Niñas Huérfanas de Leganés.

Alfonso XII le escribió encendidas cartas de amor, le puso un piso en Madrid donde la visitó con regularidad, a ella y a los dos hijos que tuvieron. Alfonso y Fernando. La reina María Cristina, harta de la abierta infidelidad de su marido, pidió a Cánovas del Castillo que interviniera. Funcionó. Elena Sanz se tuvo que marchar de España en 1882. Pero María Cristina no consiguió del todo su objetivo. Alfonso XII tuvo otras amantes, la soprano Adelina Borghi, conocida como la Biondina (era rubia); Blanca Espronceda (hija del poeta); Adela Almeric...

Concubina con permiso de Sissi. Katharina Schratt y Francisco José I

Fue íntima amiga de Francisco José I, emperador de Austria. La relación fue alentada por la emperatriz Elizabeth, Sissi. "Le descansaba saber que ella podría gozar de su libertad mientras Francisco José estaba cuidado, protegido e ilusionado con Katharina", dice María Pilar Queralt del Hierro. Katharina, una actriz de prestigio, se mudó a una lujosa villa cerca del palacio de Schönbrunn. Francisco José la vistaba cada mañana, daban un paseo y desayunaban en casa de ella. Sissi llamaba a Katharina "buena amiga". La consideraba de la familia. Cuando, en 1889, murió Rodolfo, el heredero, Sissi la llamó para que consolara a Francisco José. Y cuando la opinión pública señaló a Katharina como concubina real, la emperatriz la invitó a tomar el té en palacio.

El sacrificio más dulce. Maria Walewska y Napoleón
 
Maria Leczynski tenía 18 años cuando se casó con el conde polaco Anastase Colonna Walewski, de 58. El nieto menor de su maridoiez años de edad. Pero el conde era riquísimo. La muchacha se casó por el bien de su familia: tenía una madre viuda y varios hermanos. Y después se encamó con Napoleón Bonaparte, por el bien de Polonia.

El emperador de Francia había mostrado interés por ella. Como Maria no le correspondía, recibió una reprimenda, de su marido y del príncipe Poniatowski, ministro de la guerra polaco: veían en este romance la posibilidad de que Polonia se librara del yugo ruso y prusiano. Lo que para ella comenzó como un sacrificio terminó en amor sincero. Cuando Napoléon cayó, solo Maria fue a verlo a la isla de Elba; un gesto que no realizaron sus esposas, Josefina y María Luisa de Austria. Además, la condesa Walewska le dio un hijo.

Una vida de película. Lola Montes y Luis I de Baviera 

No era española, sino irlandesa. Tampoco fue buena bailarina, aunque se empeñó en serlo. Lo que sí consiguió es haber contribuido a la caída de un rey: Luis I de Baviera, un sesentón tranquilote, casado y padre de diez hijos que entró en shock cuando conoció a Lola.

Dicen que la bailarina fue a verlo para protestar del trato recibido en la Ópera de Múnich, él se quedó estupefacto ante su belleza y le preguntó si era una obra de la naturaleza o del arte; ella respondió abriéndose el vestido. Salió de aquel encuentro con un importante puesto en la Ópera muniquesa. El rey le consintió todo a aquella morena de ojos impresionantes y aires de diva que se ganó a pulso la enemistad de Baviera entera.

Luis tuvo que expulsarla: enseguida, en 1848, cayó él. Eliza Rosanna Gilbert (su verdadero nombre) siguió sus rocambolescas andanzas. Su vida parece inventada. se crio en la India; fue amante de Franz Liszt y de un rey; se casó varias veces (sin divorciarse); actuó en Broadway en el espectáculo Betty, la tirolesa, en el que contaba su vida; se exhibió en ferias ambulantes; abrió un saloon del Oeste en un pueblo minero de California; militó en el Ejército de Salvación, y acabó sus días en Nueva York como indigente. Todo, en 42 años.

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