Puente de la Almozara, tránsito de dos siglos
(Un texto de David Navarro en el Heraldo del 12 de octubre de 2014)
Se construyó para unir las dos nuevas estaciones de tren,
pero el puente del Ferrocarril, después conocido como el de la Química o La
Almozara, era un símbolo del deseo modernista de la Zaragoza del XIX. Sus reformas
reflejan el devenir de la ciudad y sus necesidades.
Era palpable en la Zaragoza de mediados del XIX un deseo de
modernidad, de industrialización y cambios urbanísticos. Y en ese siglo de prodigios,
de fuertes inversiones y grandes sueños, llegó el ferrocarril a Zaragoza en
1861, cuando la estación del Arrabal dio salida al primer tren con dirección
Lérida. En 1865, culminó en la nueva estación de Campo Sepulcro (en las Delicias)
la nueva línea de Madrid, y el siguiente paso fue completar la conexión, crear
un puente que uniera ambas estaciones. Fue más que un paso sobre el Ebro, el
puente del Ferrocarril, inaugurado el I de octubre de 1870, era un símbolo de la
Zaragoza que avanzaba en el tren de la modernidad. Por sus 340 metros de longitud,
enmarcados por una celosía metálica y clavados en el Ebro por pilares cilíndricos
dobles de hormigón, circularían los trenes que unían las líneas de Madrid,
Barcelona y País Vasco. Así, durante un siglo, hasta que la modernidad se tragó
al ferrocarril y […] la locomotora se difuminó entre tráfico, zonas peatonales y
bicicletas. […].
El empuje científico del XIX tuvo una eterna enemiga: la naturaleza.
Testaruda, se empeñaba en poner palos en las ruedas de los ingenieros, que
veían con estupor cómo la ciudad deseada quedaba siempre alejada de la
conseguida.
Y en Zaragoza, la naturaleza también se encargó de poner al
ser humano en su lugar: aún no habían pasado unos meses desde la inauguración cuando
una riada del Ebro cegó uno de los cajones del puente, y puso en evidencia sus carencias
arquitectónicas: las aguas superaron la altura de las vías en más de un metro, y
las ramas y gravas arrastradas formaron una gran presa, que puso en peligro los
campos de alrededor. Era necesario reformar la recién inaugurada estructura:
entre 187l y 1873 se insertaron unos tambores entre Los pilares y la celosía,
para sostener el paso frente a las riadas. Incluso se colocaron cañones para
volar el puente entero si llegara la gran crecida, esa que sucede cada 500 años.
No hicieron falta esos cañones, pero otra detonación puso en
peligro la estructura entera del puente. El 18 de julio de 1933 unos desconocidos
colocaron dos bombas de gran potencia en Zaragoza, una de ellas bajo una de las
pilastras del puente del Ferrocarril. La otra, en el lado opuesto del río. El
atentado, cuya autoría nunca quedó resuelta, tuvo lugar en la medianoche, y durante
la madrugada entera trabajaron ingenieros de la Compañía y varias brigadas de obreros,
para llevar a cabo la reparación y reanudar cuanto antes el tráfico
ferroviario. Se salvó la estructura, pero los daños eran considerables, y por
lo que se llevó a cabo una nueva reforma en los cuarenta, en la que el hormigón
se convierte en protagonista.
Pero los tiempos cambiaban. En el barrio de Las Fuentes
comenzó a funcionar en 1969 el nuevo puente ferroviario, lo que convirtió el de
La Almozara en innecesario. Y la expansión del Actur llevó a cerrarlo para
adaptarlo al tráfico rodado. El 30 de septiembre de 1987 se inauguró el
renovado puente de La Almozara, convertido otra vez en nexo entre la ciudad
deseada y la conseguida. El desarrollismo exigía nuevas infraestructuras, que
el puente se encargó de facilitar: tuberías de abastecimiento y cables, y sobre
las vías se extendieron seis carriles para vehiculos. Pero el 'lifting' más
ambicioso estaba por venir. Y fue con la Expo cuando el puente de La Almozara pasó
a ser de servicio público. Carriles bici, grandes aceras... Y mientras las
locomotoras recalan en la cercana estación de Delicias, el paso de La Almozara
disfruta de su dulce destino junto a su vecina pasarela del Voluntariado.
Etiquetas: Sitios donde perderse
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