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domingo, junio 5

La ciudad de Stalin



(Un artículo de Luis Reyes en la revista Tiempo del 5 de febrero de 2013)

Stalingrado, 2 de febrero de 1943. En la fábrica  de tractores Octubre Rojo se rinden los últimos soldados alemanes.

La batalla de Stalingrado es el punto de inflexión de la II Guerra Mundial. Hasta Stalingrado Alemania estaba ganando la guerra; a partir de allí comenzó a perderla. A diferencia de otras batallas decisivas de la Historia, como Waterloo o Lepanto, no se libró en una jornada, sino que duró muchos meses, al estilo de las terribles batallas de desgaste de la Gran Guerra, como la de Verdún, y tampoco resolvió el conflicto, sino que simplemente cambió la pauta. El inicio de la batalla de Stalingrado marca el ecuador de la II Guerra Mundial: tres años desde que empezara, otros tres para su final.

La batalla tiene varias fases. El prólogo es la ofensiva de verano del 42 del Grupo de Ejércitos B de la Wermacht hacia la estratégica ciudad de Stalingrado, en el Volga; su captura cortaría a Rusia en dos e impediría que le llegase el petróleo del Cáucaso. Cuando los alemanes alcanzan su objetivo, el 1 de septiembre, comienza propiamente la batalla de Stalingrado, la lucha por la ciudad casa por casa, hasta reducir la presencia rusa a una estrecha franja arrinconada contra el río; es un combate inconcluso, pues la Wermacht nunca puede proclamar la conquista completa de la ciudad.

En 19 de noviembre cambia el escenario con la operación Urano, cuando refuerzos rusos traídos de otros frentes inician una contraofensiva no sobre la ciudad, sino sobre sus flancos, intentando rodear al VI Ejército alemán, que es el que libra el combate en Stalingrado. El 23 se cierra la pinza, cuando las fuerzas que atacan por el Norte y por el Sur se encuentran en Kalach, el estratégico paso sobre el río Don, unos 70 kilómetros al oeste de Stalingrado.

Entonces comienza la fase final, el sitio de Stalingrado, cuando se invierten los papeles y los alemanes pasan de atacantes a defensores, intentando enrocarse en la parte de ciudad que controlan, en la esperanza de ser reabastecidos por aire hasta que llegue el buen tiempo y una nueva ofensiva de verano de la Wermacht los libere. El cerco y toda la batalla terminan el 2 de febrero, con la rendición incondicional del VI Ejército del mariscal Paulus.

Han sido cinco meses de combates con una cifra aterradora de bajas, unos 2 millones de muertos. Se ha destruido una ciudad de un millón de habitantes, que han perecido en gran parte. El Ejército Rojo ha sufrido medio millón de muertos y otros tantos heridos. Y las fuerzas del Eje más de 800.000 bajas mortales.
Pero la trascendencia de la batalla de Stalingrado va más allá de los acontecimientos y las cifras y entra en la categoría de lo emblemático. Para Hitler se convirtió en una obsesión conquistar la Ciudad de Stalin, como si eso significara el triunfo definitivo sobre el bolchevismo, de ahí su insensata orden suspendiendo la retirada cuando los soviéticos pasaron a la contraofensiva y prohibiendo la rendición cuando se cerró el cerco, lo que supuso sacrificar a todo el VI Ejército (250.000 hombres, de los que solo volverían a Alemania 6.000). Para Stalin también era una cuestión de honor conservar la urbe que llevaba su nombre y donde se había decidido su destino, aunque supusiera la destrucción de la ciudad y la muerte de sus habitantes, por no hablar de la inhumana disciplina que se aplicó a las tropas soviéticas enviadas a la batalla. Por todo eso, Stalingrado pasará a la historia como el símbolo del triunfo del comunismo sobre el nazismo.

Como en estas páginas no podemos hacer un relato mucho más pormenorizado que el breve resumen anterior, vamos a ver algunos de los aspectos simbólicos de Stalingrado. Para empezar, existe una relación personal entre Stalingrado y las dos personalidades más importantes de la Unión Soviética después de Lenin: Josif Stalin y Nikita Khruschev.

La oportunidad de Stalin.

Cuando triunfó la Revolución de Octubre en 1917 Stalin era un miembro muy activo del partido bolchevique, aunque no estaba entre los dirigentes supremos. Fue incluido en el Gobierno revolucionario como comisario (ministro) de las Nacionalidades, pero enseguida estalló la guerra civil y hubo que tomar medidas de urgencia. Los blancos, o contrarrevolucionarios, atacaban por varios frentes, y en el Sur amenazaban un punto estratégico, la ciudad de Tsaritsyn, junto al río Volga. Tsaristyn era su puerto fluvial más importante, un centro de comunicaciones por donde pasaba el petróleo del Caspio, y Lenin decidió enviar a Stalin, que en época zarista se había ganado fama de hombre de armas tomar dirigiendo una banda de pistoleros caucasianos que asaltaban bancos en pro de la causa revolucionaria.

Para Stalin fue la oportunidad para dar su talla. Tenía por primera vez el mando supremo político y militar en un escenario, y lo aplicó con extraordinaria energía, sin concesiones a la humanidad o la piedad, sobrecogiendo de terror al enemigo y a los suyos, que, electrizados, eran capaces de sacrificarse por la victoria. En Tsaritsyn Stalin ensayó los métodos que le permitirían hacerse con el poder total en la Unión Soviética y luego vencer al III Reich. Con su División de Acero (obsérvese que el sobrenombre Stalin quiere decir “hombre de acero” en ruso), Stalin rechazó una ofensiva de 250.000 blancos, causándoles 130.000 bajas; sus propias fuerzas sufrieron 80.000 bajas. Tan enormes pérdidas prefiguraban lo que sería la batalla de Stalingrado.

A nivel de su vida privada, Tsaritsyn también sería decisivo para Stalin. Se había llevado de asistentes a los hijos menores del matrimonio Alliluyev, sus mejores amigos, su auténtica familia en su juventud. El muchacho, Fiodor Alliluyev, de 22 años, se alistó en una unidad especial, pero no pudo soportar las atrocidades de la guerra civil, perdió la razón y pasaría varios años en manicomios. La chica, Nadia, que solo tenía 17 años, se convirtió allí en la mujer de hecho de Stalin y se casaron al volver de Tsaritsyn.

En 1925, cuando el poder del secretario general del Partido estaba asentado, se dio el primer paso del culto a la personalidad de Stalin rebautizando Stalingrado a Tsaritsyn. El principio del nombre “Tsar” parecía aludir al zar, lo que justificaría el cambio de toponimia por el Gobierno comunista, pero en realidad venía de las palabras tártaras sarisu, “agua amarilla”.

Ya con su nombre soviético, Stalingrado sería también igualmente importante en la carrera política de Nikita Khruschev. Khruschev era un obrero metalúrgico, bolchevique de primera hora, cuya militancia le había llevado hasta un buen puesto en el régimen soviético, aunque no en poder político: la dirección de la Academia de Industria. Casualmente, Nadia Alliluyeva, la esposa de Stalin, comenzó a estudiar allí ingeniería en 1929. Lo hacía de incógnito, solamente el director sabía quién era, y como era un hombre muy simpático, Nadia se hizo su amiga y lo introdujo en su casa, es decir, en casa de Stalin.

La desestalinización

Stalin promocionó a Khruschev, lo hizo secretario general del Partido Comunista de Ucrania, pero cuando se produjo la invasión alemana Ucrania se perdió y Khruschev se quedó sin trabajo. Entonces Stalin hizo con Khruschev lo que Lenin había hecho con él 25 años antes, lo envió a la amenazada Tsaritsyn, ahora llamada Stalingrado. Había una diferencia importante, Khruschev no tenía el mando total, no tenía competencias militares, pero era el comisario político supremo, el hombre encargado de mantener la moral y la combatividad, de castigar a los traidores y a los tibios, de espolear a los generales.

Stalin había dictado en verano la Orden nº 227, conocida por Ni un paso atrás, ordenando fusilar a quien retrocediese sin haber recibido esa orden, y Khruschev la aplicó con rigor, situando tras las fuerzas del Ejército Rojo a tropas de la NKVD (policía política), que disparaban contra cualquiera que abandonase una posición o flaqueara en un ataque.

La dureza del sonriente Nikita le valió el aprecio de Stalin, su participación en la mayor victoria soviética le dio prestigio en el Partido, y de ese modo Stalingrado propició que Khruschev se convirtiese en el sucesor de Stalin a su muerte. Por los sarcasmos de la Historia, Khruschev fue también el dirigente que condenó el estalinismo y le volvió a cambiar su nombre a la Ciudad de Stalin, rebautizándola Volgogrado, la Ciudad del Volga.

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