József Mindszenty, todo un personaje
(La columna de Juan Manuel de Prada en el XLSemanal del 15
de agosto de 2010)
Mientras preparo una edición de artículos inéditos del gran escritor argentino
Leonardo Castellani que espero publicar después del verano, bajo el quijotesco
título de Pluma en
ristre, me tropiezo con el
nombre de un personaje sobre el que hasta la fecha no había oído hablar;
lo cual, una vez subsanada mi imperdonable laguna cultural, me ha llenado de
consternación (y también de escocido desaliento),
pues sin duda tuvo que ser en vida un personaje muy célebre y discutido. Y si
la celebridad de semejante personaje se ha acallado después de su muerte tiene
que ser, sin duda, porque mantenerla viva resulta incómodo para demasiada
gente, incluyendo en ese 'demasiada' a gente variopinta de las tendencias más
dispares (que, cuando se pone de
acuerdo en silenciar algo, es porque en ese 'algo' hay mucho tomate).
El personaje
al que me refiero se llama József Mindszenty (1892- 1975) y llegó a ser
cardenal primado de la Iglesia húngara
en tiempos borrascosos; su biografía, expuesta someramente, tiene algo de apólogo moral que nos deja un regusto de indefinible
tristeza.
Mindszenty
fue nombrado obispo de Veszprém en plena Segunda Guerra Mundial. En 1944,
horrorizado ante las tropelías que sufren los judíos, logra poner de acuerdo a
varios obispos para que firmen un memorando dirigido al presidente Ferenc
Szálasi en el que se solicita que el Gobierno húngaro cese en su apoyo al
régimen nazi. Tal osadía fue castigada debidamente, y su promotor Mindszenty
encarcelado hasta abril de 1945. Constituido cardenal de Budapest en 1946, Mindszenty
no tarda en comprobar que la 'liberación' de su país no ha sido sino el disfraz
con el que los nuevos opresores se
disponen a seguir tiranizándolo. Mindszenty se erige entonces en el
principal bastión de resistencia frente a la hegemonía comunista,
personificando la lucha por la libertad religiosa. Por oponerse a la nacionalización de las escuelas católicas,
Mindszenty es otra vez encarcelado en 1950; el régimen lo tortura sañudamente y lo condena a cadena perpetua.
En
1956, cuando estalla la Revolución Húngara, Mindszenty es liberado por los
patriotas rebeldes; y en unas pocas horas pronuncia un discurso vibrante en el que aboga por la convocatoria de
elecciones libres a la vez que exige libertad de culto y defiende la propiedad privada. Pero el Ejército soviético no tarda en penetrar en Budapest,
aplastando la revolución y pasando por las armas a sus cabecillas; el cardenal
Mindszenty logra in extremis refugiarse en la Embajada de Estados Unidos, en donde permanecerá nada más y nada
menos que quince años.
Por supuesto, durante todo este tiempo, no remitieron las protestas del
Gobierno húngaro, que reclamaba, a cambio de concesiones a la Iglesia, que
Mindszenty, convertido para entonces en
un icono de la resistencia frente al régimen, se exiliase. Desde Roma
tampoco cesaban de llegar a Mindszenty las súplicas del Papa, que ofrecía al
cardenal un puesto en la curia vaticana a cambio de ceder en su posición. Pero
Mindszenty, fiel a la vocación de ‘bandera
encontrada' o ‘signo de
contradicción' (hoy diríamos 'mosca cojonera') que el viejo Simón atribuyó a
Jesús cuando su Madre lo llevó al templo para circuncidarlo, se resistió con uñas y dientes, provocando
graves conflictos diplomáticos.
Finalmente,
en 1971, por orden expresa de Pablo VI, un cardenal Mindszenty ya anciano
abandona Hungría para residir en Viena,
donde morirá pocos años más tarde.
¡Cómo me hubiera gustado conocer
a este cardenal
Mindszenty! Lo imagino un poco turbulento, un tanto impulsivo, un mucho tozudo
y discutidor; estoy seguro de que estaría lleno de defectos, de debilidades, de
arrogancias, si por arrogancias entendemos
esa voluntad acérrima de
enfrentamiento con el poder temporal. Pero
en su enfrentamiento no empleó otra arma que la palabra; y sus palabras estaban
incendiadas por una fe que no se avenía
a componendas y transacciones. En su noche oscura de la Embajada americana, mientras se sucedían las presiones del Gobierno húngaro y las
súplicas vaticanas, lo imagino leyendo aquel largo sermón que Jesús pronunció ante sus discípulos a modo de
despedida: «El siervo no es más que su
maestro. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros». Y lo imagino reflexionando sobre la forma más pavorosa
de persecución que allí Jesús anuncia, que es la persecución que a la vez se
ejerce desde fuera
y desde dentro: «Os expulsarán de las sinagogas; e incluso llegará la hora en
que os matarán y pensarán que con eso hacen un servicio a Dios». Para mí que a
estas horas Mindszenty estará disfrutando del banquete eterno; y que en su mana
portará la palma del martirio, que da derecho a lugar preferente en el convite.
Etiquetas: Grandes personajes, s.XX
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