Romy Schneider, cerca del corazón
(Un texto de Antón Castro en el Heraldo de Aragón del 27 de julio de 2014)
En 1956, Walt Disney le entregó el galardón “La mujer más bella del mundo”. Fue Sissí. En 1958 inició una historia de amor con Alain Delon que apenas duró cinco años. Nunca pudo recuperarse de la ruptura y del dolor, que abrirían el maleficio de su vida: la presencia de tanta muerte en directo.
Una de las parejas más bellas de la
historia del cine, y acaso de la vida real, fue la compuesta por la
actriz austriaca Romy Schneider (Viena, 1938- París, 1982) y Alain Delon
(Sceaux, Altos del Sena, 1935). Eran de procedencia muy distinta: ella
era hija de actores, Wolf Albach-Retty y Magda Schneider, que se
separaron pronto. La joven quedó con la madre, controladora y exigente,
que fue amiga de Hitler y de Eva Braun, de ahí que a menudo se recuerde
que la niña Romy paseó de la mano del líder nazi.
A los quince años
debutó en el cine y demostró que tenía un encanto especial: candor,
encanto y suavidad. Sus primeros éxitos le llegaron con tres películas
sobre la emperatriz Sissí, que la convirtieron en una mujer famosa que
no tardaría en cosechar elogios de cineastas como Luchino Visconti y
Orson Welles.
En 1958, la reclamó
Pierre Gaspard-Huit para hacer su película ‘Amoríos’. Allí iba a citarse
con uno de los galanes de moda del momento: Alain Delon, un joven que
procedía de una familia modesta, que se había hecho a sí mismo desde el
arroyo y que mezclaba el encanto varonil y los aires del canalla y
seductor.
El propio Delon fue a buscar a Romy al aeropuerto de Orly con
un ramo de flores. Se dice que, en un principio, no le resultaba muy
simpático, pero sucedió algo inesperado y ella se enamoró locamente. Fue
correspondida. No hay más que ver las fotos, las numerosas fotos que se
hicieron: encarnan la pareja ideal, dos guapos enamorados y felices,
con los ojos incendiados de felicidad, picardía y plenitud. Encarnan el
embeleso recíproco.
La actriz
austriaca quiso instalarse en París con él, pero su madre se opuso,
salvo que se comprometiesen. Lo hicieron en Lugano en marzo de 1959 y
ese mismo año Romy acompañó a su amado al rodaje de ‘A pleno sol’ de
René Clement. Incluso sale un instante. Casi a la vez, Alain Delon fue
llamado por Luchino Visconti para que participase en ‘Rocco y sus
hermanos’. A partir de entonces, la relación empezó a llenarse de
sombras, de fantasmas, de equívocos.
Algunos han escrito que el director
de ‘El Gatopardo’ y Delon tenían una compleja y secreta relación
amorosa, algo que jamás se ha confirmado. En cambio, sí está claro que
Alain Delon era muy promiscuo y se sentía atraído por distintas mujeres,
y vivió peligrosamente, entre la mafia y las drogas, en diversos
momentos de su vida: por ejemplo nunca se aclaró cómo murió en 1968 su
secretario personal Stefan Markovic, asesinado en su propia casa.
Orson
Welles reclamó a Romy Schneider para su película ‘El proceso’,
inspirada en la novela de Franz Kafka, y ella se marchó a Estados Unidos
a rodar. Ocurrieron algunas cosas que arrojaron por la borda una
historia de pasión y glamur que tenía en vilo a toda Europa: en primer
lugar, en 1962, Delon vivió un romance con la cantante Nico, de la que
nacería un niño, Christian Aaron; poco después, al regresar, Romy se
enteró por carta de que su enamorado se había casado con la actriz
Nathalie Canovas. Destrozada, Romy se cortó las venas, pero la llevaron a
tiempo al hospital.
En 1966 se casó
con el director de cine alemán, Harry Meyen; de la unión nacería su
hijo David Christopher. La relación se fue enturbiando poco a poco y se
divorciarían en 1975. Antes, en 1969, Romy Schneider y Alain Delon
coincidieron en la película ‘La piscina’. Aunque la obra es un tanto
tediosa y respira un extraño clima incestuoso, Delon y Romy están muy
bien y parece que su vínculo y su complicidad van más allá de lo
profesional. Había química, poderosa atracción, una sensualidad inefable
y obvia. Coincidieron de nuevo en el cine en ‘El asesinato de Trotsky
(1971) de Joseph Losey.
Con todo,
Romy no volvió a levantar cabeza. Tuvo algunos amantes como Claude
Sautet, que la dirigió, como los actores Jean Louis-Trintignant o Bruno
Ganz, entre otros, pero una gran pena le horadaba el corazón.
Fumaba
hasta tres cajetillas de Marlboro al día, bebía mucho, redactaba notas
para todo y consumía pastillas y estupefacientes. Eso sí, seguía
haciendo películas impresionantes: en 1972 encarnó a Sissi en ‘Ludwig’
de Visconti; en 1974 actuó en ‘Lo importante es amar’ de Andrej Zulawsk,
que le valió el Premio César. También participó en ‘Una mujer en la
ventana’ (1976) de Pierre Granier-Defere, en ‘Una vida de mujer’ de
Claude Sautet; actuó en ‘La muerte en directo (1979. Premio César) de
Bertrand Tavernier y en ‘Testimonio de mujer’ (1982) de Rouffio.
Su
trabajo era de una intensidad descarnada: Romy encarnaba una belleza
madura, vulnerable e irresistible, el talento y la inspiración, sin
perder ninguno de los encantos de sus orígenes: mezclaba la emoción y la
fotogenia con el erotismo y la melancolía, el candor y el desamparo de
una existencia maldita labrada con auténtico dolor y otros matices. “No
soy nada en la vida, pero lo soy todo en la pantalla”, dijo. Romy hizo
58 películas.
Se casó con su
secretario Daniel Biasini en 1975, con quien tendrá a su hija Sarah, y
en 1979 recibió una noticia inesperada: su ex marido Harry Meyen se
había suicidado. La fatalidad no se alejaba: en 1981, poco después de
separarse, su hijo David sufrió un aparatoso accidente en la reja del
domicilio de sus abuelos y falleció en la mesa de operaciones del
hospital, poco antes de que ella llegase. Un año más tarde, cuando vivía
con Laurent Petit, Romy Schneider aparecería muerta, a consecuencia de
un paro cardíaco, tras haber consumido barbitúricos con alcohol. Alain
Delon fue el primero en hacerle tres polaroids a su cadáver que jamás ha
enseñado a nadie. A veces le gusta decir que Romy fue el gran amor de
su vida y que lleva esas fotos en la cartera, muy cerca de su corazón.
El cuaderno íntimo.
A Romy Schneidier la enterraron en el cementerio de Boissy Sans Avoir, a 50 kilómetros de París. Su
tumba fue profanada y el diario íntimo que llevaba habría desaparecido.
A veces se ha dejado caer que tenía datos comprometedores sobre Delon y
Visconti, sobre la muerte de su secretario personal y sobre el tráfico
de drogas. Cuando se comprometió en Lugano con Delon, en 1959, Romy
declaró: “Siempre me lo juego todo, llevo las cosas hasta las últimas
consecuencias. Me entrego y amo con todo mi corazón”. Alain Delon
publicó sus memorias, que se titulan ‘Las mujeres de mi vida’ (Editorial
Carpen). Algunas fueron Nico, Dalila, Nathalie Canovas, Mireille Darc o
Marisa Mell. De Romy dice que conserva “recuerdos llenos de dulzura y
su sonrisa, pues cuando sonreía, el mundo se llenaba de alegría. Pero
ella era muy inocente y yo un lobo endurecido por mis años en la guerra
de Indochina y no supe serle fiel”.
Etiquetas: Tardes de cine y palomitas
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