El mito del Toisón de Oro
(Un texto de Luis Reyes en la revista Tiempo del 28 de enero
de 2011)
Brujas (Flandes), 10 de enero de 1430 • El duque de Borgoña,
Felipe III el Bueno, funda la orden del Toisón.
Fue una operación de imagen, para hacer publicidad de
los textiles fabricados en los Países Bajos, pretendía algún historiador
marxista del siglo pasado. No, fue una broma malintencionada del duque de
Borgoña, fetichista del vello púbico, porque sus cortesanos se reían de su
manía erótica, dice la leyenda acuñada por André Favyn en el XVII.
En realidad nadie puede saber qué llevó a Felipe el
Bueno, duque de Borgoña, a elegir el Vellocino de Oro, la piel de lana dorada
de un carnero, como insignia de una orden de caballería, la más noble y
prestigiosa. Pero si evitamos interpretaciones sensacionalistas o tendenciosas
como las anteriores, si aplicamos el análisis histórico, puede concluirse que
el Toisón es una metáfora del paso de la Edad Media a la Moderna, de esa época
maravillosa para el arte y la cultura que fue el Renacimiento.
Había una nostalgia idealista del pasado, un anhelo
del antiguo espíritu de las Cruzadas, en el proyecto de crear una orden de
caballería andante. Pero Felipe el Bueno le dio una forma moderna. Si hubiera
actuado con mentalidad medieval le habría dado por símbolo una cruz o los
clavos de Cristo, por nombre, el de un santo o una advocación de la Virgen. En
vez de eso acudió al paganismo, a la mitología griega, al deslumbrante pasado
de la civilización clásica anterior al cristianismo: al Vellocino de Oro. Eso era
puro espíritu renacentista del Quattrocento.
Relato mitológico.
El mito de donde salió emblema y denominación (toison
quiere decir en francés vellocino, la lana del carnero) era la más famosa
aventura emprendida por unos héroes antiguos, la búsqueda de la piel mágica de
un animal sagrado.
Eurípides recoge el origen de la historia en su
tragedia Frixo. Atamante, un rey de Beocia, tiene un hijo y una hija con su
esposa Néfele, Frixo y Hele, pero se enamora de otra y repudia a la primera
mujer. La segunda es el arquetipo de madrastra perversa: quiere matar a Frixo y
Hele, maquina engaños para arruinar las cosechas y luego soborna al oráculo de
Delfos, para que diga que Zeus exige el sacrificio de los niños si quieren que
crezca el trigo.
Pero la madre de Frixo y Hele envía a un animal
sagrado que le había regalado el dios Hermes, un carnero de lana dorada y con
alas, que salva a los niños cuando los van a sacrificar y los lleva sobre sus
lomos más allá del Mar Negro. En el viaje, Hele se cae al mar y perece, pero
Frixo llega a la Cólquida, donde el rey Eetes le da cobijo y la mano de su
hija. En acción de gracias, Frixo ofrece a Zeus el sacrificio del carnero y
regala su dorada piel al rey de Cólquida. El Vellocino de Oro se convierte así
en un objeto de culto, custodiado por un dragón.
Otra infamia familiar se produce en otro reino, en
Yolco, cuyo rey es destronado por su perverso hermano. Pero el rey depuesto
tiene un hijo, Jasón, que cuando llega a hombre va a Yolco para reclamar la
corona. Su tío, con astucias y engaños, lo compromete a traer el Vellocino de
Oro si quiere recuperar el reino.
Y aquí empieza la epopeya, la búsqueda de lo casi
inalcanzable por hombres heroicos. Jasón manda heraldos por toda Grecia para
reclutar jóvenes valientes que le acompañen en su misión.
A su llamada acude el más fabuloso grupo de
aventureros jamás reunido. Se presenta Hércules, el arquetipo del héroe
clásico; Orfeo, el famoso músico que bajó a los infiernos; Esculapio, hijo de
Apolo, que se convertiría en dios de la medicina; los Dióscuros (“Hijos de
Zeus”, en griego), los divinos gemelos Cástor y Pólux, paridos en un huevo por
Leda, la bella princesa que el dios sedujo transfigurado en cisne; incluso una
mujer, Atalanta, la virgen cazadora que había sido amamantada por una osa, a
quien ningún hombre podía vencer en la carrera...
Y así hasta medio centenar, para manejar el barco de
50 remos que construye Argo, otro de los compañeros de Jasón, que, ¡oh
maravilla!, resulta ser hijo de Frixo. La propia diosa Atenea ayuda, tallando
en un trozo del roble sagrado de Dodona un mascarón de proa mágico, capaz de
hablar y hacer profecías. Argo le da su nombre al navío, y con él a la heroica
cofradía: los argonautas.
Terrible final.
El viaje es largo y lleno de aventuras. En la isla de
Lemnos, donde las mujeres habían matado a todos los hombres, los Argonautas
engendran hijos en ellas. En Samotracia se inician en los ritos mistéricos,
dirigidos por Orfeo. Tras sobrevivir a batallas y tempestades, los argonautas
llegan a la Cólquida, el confín del mundo, donde el rey Eetes le pone a Jasón
terribles condiciones para darle el Vellocino.
Tiene que ponerles el yugo a dos feroces toros jamás
uncidos, que despedían fuego por los ollares, y luego arar un campo y sembrarlo
de dientes de dragón. El rey da por seguro que, si no matan a Jasón los
monstruosos toros, lo hará la legión de guerreros que nacerá inmediatamente de
los dientes de dragón. Pero la hija del rey, Medea, que es hechicera, se
enamora de Jasón y le da instrucciones y remedios mágicos para superar las
pruebas.
Medea también adormece al monstruo que vigila el
Vellocino, lo que permite a Jasón apoderarse de la piel dorada. Luego,
conociendo la ferocidad de su padre, se fuga con Jasón. Pero de tal padre, tal
hija: Medea se lleva consigo a su hermano pequeño, lo mata, lo descuartiza y va
tirando sus pedazos, para que su padre se entretenga en recogerlos y
enterrarlos. Así consiguen escapar.
Pero el horrendo crimen indigna a Zeus, que lo castiga
haciendo que el navío Argo se pierda y ande errante por todo el Mediterráneo.
Cuando finalmente llegan a Yolco, la terrible esposa de Jasón idea un plan para
matar al rey que usurpa el trono. Le dice a las hijas del rey que si quieren
que su padre rejuvenezca tienen que despedazarlo y echarlo a un caldero de agua
hirviendo. Para convencerlas descuartiza un carnero, lo echa al caldero y con
su magia hace salir del agua un corderito. No hay que decir que cuando las
hijas del rey hacen lo mismo con su padre, éste no resucitará.
Jasón y Medea han de huir de Yolco y refugiarse en
Corinto. Allí el rey propone al héroe que se case con su hija. Enterada Medea,
le regala a su rival un hermoso vestido envenenado. Tan pronto se lo pone,
comienza a arder, provocando incluso el incendio del palacio y la muerte del
rey. Después Medea dirige su venganza contra su propio esposo, Jasón,
castigándolo de la forma más terrible: asesina a los niños que había tenido con
el héroe.
Pese al horrible final de la historia, Jasón fue uno
de los héroes favoritos de la gente durante siglos. Tomando por emblema el
premio de su hazaña, el Vellocino de Oro, el fundador de la orden del Toisón le
daría una nueva fama para 600 años más.
Etiquetas: Cuentos y leyendas, Mitología de todos los colores
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