¿Comprar Groenlandia?
(Extraído de un texto de Pablo Guimón en El País del 17 de agosto de 2019)
[...]
Resulta que la idea [...] no es totalmente insólita
desde una perspectiva histórica, ni siquiera enteramente descabellada en
términos legales. Existen precedentes de compraventa de territorios en
la historia del país: en 1803 Estados Unidos compró Luisiana a Francia
por 15 millones de dólares y, 84 años después, compró Alaska a Rusia por
7,2 millones.
Hay incluso una relación comercial previa, y no tan
pretérita, con el potencial vendedor: ya en el siglo XX, el 17 de enero
de 1917, Estados Unidos compró a Dinamarca el territorio de las Indias
Occidentales por 25 millones de dólares, convirtiéndolo en lo que hoy
son las islas Vírgenes estadounidenses. Y Trump no es el primer
presidente que pone sus ojos en Groenlandia, ni el que más lejos ha
llegado: Harry S. Truman llegó a ofrecer a Dinamarca 100 millones de
dólares por la isla en 1946.
Pero el mercado de territorios soberanos no parece
atravesar en la actualidad tiempos boyantes. Expertos en Derecho
Internacional consultados por EL PAÍS califican de “anacronismo” la
posibilidad de que un Estado pueda comprar territorios de otro.
Sí es posible, según las mismas fuentes, “que dos Estados
concierten un tratado internacional que contemple la cesión de
territorio de uno a otro”, a cambio o no de contrapartidas, “siempre que
sea acorde con sus respectivos marcos constitucionales”. Pero es aquí
donde puede estar el obstáculo, agregan, “ya que la mayoría de los
Estados tienen constitucionalmente blindada su integridad territorial”.
No existe, según los mismos expertos, un derecho de
autodeterminación de Groenlandia, que no está inscrita en la ONU como
territorio pendiente de descolonización, pero sí es muy probable que
dado el amplio régimen de autonomía de que disfruta la isla, que no
forma parte de la UE al contrario que el resto de Dinamarca, la opinión
de sus habitantes debiera ser tenida en cuenta. En definitiva, el
principal obstáculo para una transacción de ese tipo se encuentra en el
derecho interno de los países, ya que ningún tratado internacional lo
prohíbe.
Las autoridades de Groenlandia no se han mostrado demasiado
entusiastas con la idea. “Groenlandia es rica en valiosos recursos como
minerales, el agua y el hielo más puros, bancos de pesca, marisco,
energías renovables, y es una nueva frontera para el turismo de
aventura. Estamos abiertos a los negocios, pero no estamos a la venta”,
ha tuiteado el ministerio de Exteriores, aprovechando sus warholianos 15
minutos de gloria para no vender su isla pero sí su producto. En la
misma línea se ha pronunciado el primer ministro, Kim Kielsen:
“Groenlandia no está a la venta, pero sí abierta al comercio y la
cooperación con otros países, incluido Estados Unidos”.
Argumentos de peso
Existen argumentos de peso por los que al 45º presidente le
puede interesar adquirir Groenlandia. Por un lado, están esos
abundantes recursos naturales de los que hablaba el ministerio
groenlandés. Aunque un 60% de su presupuesto se financia con subsidios
de Dinamarca, el salvaje territorio es rico en carbón, cinc, cobre y
mineral de hierro. Pero, sobre todo, tendría un indudable atractivo para
los intereses de la seguridad nacional estadounidense.
Su posición equidistante entre importantes núcleos de
población estadounidenses y soviéticos convirtió a Groenlandia en un
codiciado activo inmobiliario para los estrategas del Pentágono durante
la Guerra Fría. Por eso en 1946 se trató de comprar la isla. Tras
presentar la oferta en una reunión en Nueva York, el secretario de
Estado James Byrnes escribió en un telegrama, en un alarde de
diplomacia, que esta fue “recibida como una conmoción” por su
contraparte danesa. Cinco años más tarde, ambos países firmaron un
tratado que permitía al Pentágono construir en la isla una base aérea,
su instalación militar más septentrional.
Concluida la Guerra Fría, hoy Groenlandia es escenario
también de las luchas de poder entre EE UU y China, que lleva años
tratando de meter un pie en el territorio a golpe de talonario. El
Pentágono, informa The Wall Street Journal, logró impedir el año pasado que China financiara tres aeropuertos en la isla.
[...]
La isla, por último, tiene un importante valor científico,
en el estudio de los efectos del cambio climático. Las amenazas a sus
glaciarey las subidas del nivel del mar convierten a Groenlandia, según un experto citado por The Washington Post,
en “un canario en una mina de carbón”. Pero, como ha demostrado
reiteradamente, no es esta la prioridad política del presidente Trump.
[...]
Etiquetas: Cosas que hay que saber
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