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jueves, enero 23

¿Comprar Groenlandia?

(Extraído de un texto de Pablo Guimón en El País del 17 de agosto de 2019)

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Resulta que la idea [...] no es totalmente insólita desde una perspectiva histórica, ni siquiera enteramente descabellada en términos legales. Existen precedentes de compraventa de territorios en la historia del país: en 1803 Estados Unidos compró Luisiana a Francia por 15 millones de dólares y, 84 años después, compró Alaska a Rusia por 7,2 millones.

Hay incluso una relación comercial previa, y no tan pretérita, con el potencial vendedor: ya en el siglo XX, el 17 de enero de 1917, Estados Unidos compró a Dinamarca el territorio de las Indias Occidentales por 25 millones de dólares, convirtiéndolo en lo que hoy son las islas Vírgenes estadounidenses. Y Trump no es el primer presidente que pone sus ojos en Groenlandia, ni el que más lejos ha llegado: Harry S. Truman llegó a ofrecer a Dinamarca 100 millones de dólares por la isla en 1946.

Pero el mercado de territorios soberanos no parece atravesar en la actualidad tiempos boyantes. Expertos en Derecho Internacional consultados por EL PAÍS califican de “anacronismo” la posibilidad de que un Estado pueda comprar territorios de otro.

Sí es posible, según las mismas fuentes, “que dos Estados concierten un tratado internacional que contemple la cesión de territorio de uno a otro”, a cambio o no de contrapartidas, “siempre que sea acorde con sus respectivos marcos constitucionales”. Pero es aquí donde puede estar el obstáculo, agregan, “ya que la mayoría de los Estados tienen constitucionalmente blindada su integridad territorial”.

No existe, según los mismos expertos, un derecho de autodeterminación de Groenlandia, que no está inscrita en la ONU como territorio pendiente de descolonización, pero sí es muy probable que dado el amplio régimen de autonomía de que disfruta la isla, que no forma parte de la UE al contrario que el resto de Dinamarca, la opinión de sus habitantes debiera ser tenida en cuenta. En definitiva, el principal obstáculo para una transacción de ese tipo se encuentra en el derecho interno de los países, ya que ningún tratado internacional lo prohíbe.

Las autoridades de Groenlandia no se han mostrado demasiado entusiastas con la idea. “Groenlandia es rica en valiosos recursos como minerales, el agua y el hielo más puros, bancos de pesca, marisco, energías renovables, y es una nueva frontera para el turismo de aventura. Estamos abiertos a los negocios, pero no estamos a la venta”, ha tuiteado el ministerio de Exteriores, aprovechando sus warholianos 15 minutos de gloria para no vender su isla pero sí su producto. En la misma línea se ha pronunciado el primer ministro, Kim Kielsen: “Groenlandia no está a la venta, pero sí abierta al comercio y la cooperación con otros países, incluido Estados Unidos”.

Argumentos de peso

Existen argumentos de peso por los que al 45º presidente le puede interesar adquirir Groenlandia. Por un lado, están esos abundantes recursos naturales de los que hablaba el ministerio groenlandés. Aunque un 60% de su presupuesto se financia con subsidios de Dinamarca, el salvaje territorio es rico en carbón, cinc, cobre y mineral de hierro. Pero, sobre todo, tendría un indudable atractivo para los intereses de la seguridad nacional estadounidense.

Su posición equidistante entre importantes núcleos de población estadounidenses y soviéticos convirtió a Groenlandia en un codiciado activo inmobiliario para los estrategas del Pentágono durante la Guerra Fría. Por eso en 1946 se trató de comprar la isla. Tras presentar la oferta en una reunión en Nueva York, el secretario de Estado James Byrnes escribió en un telegrama, en un alarde de diplomacia, que esta fue “recibida como una conmoción” por su contraparte danesa. Cinco años más tarde, ambos países firmaron un tratado que permitía al Pentágono construir en la isla una base aérea, su instalación militar más septentrional.

Concluida la Guerra Fría, hoy Groenlandia es escenario también de las luchas de poder entre EE UU y China, que lleva años tratando de meter un pie en el territorio a golpe de talonario. El Pentágono, informa The Wall Street Journal, logró impedir el año pasado que China financiara tres aeropuertos en la isla.

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La isla, por último, tiene un importante valor científico, en el estudio de los efectos del cambio climático. Las amenazas a sus glaciarey las subidas del nivel del mar convierten a Groenlandia, según un experto citado por The Washington Post, en “un canario en una mina de carbón”. Pero, como ha demostrado reiteradamente, no es esta la prioridad política del presidente Trump.

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