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domingo, enero 26

Santa Engracia, la cripta reconstruida con sudor y lágrimas

(Un texto de Mariano García en el Heraldo de Aragón del 7 de julio de 2019)

[El 7 de julio de 2019 se cumplieron] 200 años de la reconstrucción del espacio más emblemático de Santa Engracia.

Tal día como hoy, hace 200 años, el obispo de Huesca bendecía el templo de Santa Engracia tras la reconstrucción de la cripta, y a continuación se celebraba una misa solemne con música y sermón. Al día siguiente, 8 de julio de 1819, una solemne procesión partía de la catedral de la Seo para devolver a la iglesia (entonces aún perteneciente a la diócesis de Huesca), los relicarios de Santa Engracia, San Lamberto y San Lupercio, el clavo con el que martirizaron a la santa y los pomos con las Santas Masas. Culminaba así un proceso iniciado años antes, a los pocos días de que el ejército francés abandonara la ciudad, y en el que los zaragozanos sacaron fuerzas (y recursos) de flaqueza, para rescatar las reliquias y la cripta que eran testigos del primer cristianismo en la ciudad.

En junio de 1813 las tropas francesas abandonaron la ciudad, y el 14 de noviembre, cuando buena parte del solar urbano estaba lleno de escombros, el alcalde, Vicente del Campo, pidió ayuda a los zaragozanos. «¿Qué cosa más agradable a vuestros ojos que el restablecimiento de los preciosos monumentos de la Cruz del Coso y Subterráneo de los Santos Mártires en que siempre habéis hallado vuestro consuelo? No duda pues el Ayuntamiento que contribuiréis a porfía con vuestros brazos, carros, espuertas y herramientas y con vuestros intereses a tan dignos objetos, y en esta confianza dará principio a descubrir aquel precioso relicario el domingo 21 de los corrientes, y se abrirá una suscripción...». Al final, la ciudad estaba tan depauperada, tan barrida por el huracán de la guerra, que se renunció a volver a levantar la Cruz del Coso para centrar todos los esfuerzos en la cripta de Santa Engracia.
El propio Fernando VII aplaudió la iniciativa, y una comisión integrada por Vicente del Campo, Domingo Estrada, José de Yarza y Manuel Irañeta dirigió los trabajos. El 21 de noviembre de 1813 más de 200 personas formaron una cadena humana para desescombrar las ruinas, arrojando los cascotes al Huerva. Días después, el 14 de diciembre, apareció el sepulcro de Santa Engracia y San Lupercio.
Los trabajos fueron sacando a la luz, poco a poco, los elementos que vemos hoy en la cripta de Santa Engracia, desde la columna en la que fue flagelada al grupo escultórico de Morlanes. Las reliquias se trataron con tanto cuidado que incluso la tierra que estuvo en contacto con ellas fue enterradas a su vez, con el mayor de los respetos, en capillas o cisternas por si pudieran contener partículas o polvo procedente de las reliquias.
El arquitecto José de Yarza hizo todo lo que estuvo en su mano para que la cripta recuperada se semejara lo más posible a la original. Y el 24 de mayo de 1819, tras la colaboración (económica y de trabajo) de cientos de zaragozanos, se bendijo la iglesia subterránea y se celebró la primera misa en ella. Meses más tarde se bendijo el templo superior, efeméride que se recordará hoy, en la misa de 12, al tiempo que se anunciará un amplio programa conmemorativo.
«El primer motivo de celebración es que la iglesia de Santa Engracia siga existiendo hoy –asegura su párroco actual, Santiago Aparicio–. Porque muchos edificios importantes de la ciudad fueron destruidos en la Guerra de la Independencia y no se reconstruyeron. Y el segundo motivo de celebración es que la comunidad cristiana que tiene sus orígenes en el siglo IV sigue existiendo hoy en día. Santa Engracia, además, es el símbolo de cómo la ciudad, que había sufrido heridas profundas, salió adelante tras los Sitios».
La conmemoración se inició [en julio], y en el programa cultural que se está preparando hay actos de todo tipo. «Va a haber celebraciones litúrgicas –relata Aparicio–, como la del 3 de noviembre, que es el Día de los Protomártires y Santa Engracia. O la del 24 de mayo de 2020, aniversario de la primera misa, que pondrá fin a las conmemoraciones. Pero preparamos también una exposición fotográfica, un ciclo de conferencias sobre Santa Engracia y los Sitios, y un congreso de investigación que profundizará en el origen históricos de Santa Engracia».
Las vicisitudes de un espacio
(De Antonio Mostalac Carrillo)

En el transcurso del siglo XIX al siglo XXI han sucedido muchas cosas: ruina del edificio producida por la voladura debida al ejército francés en agosto de 1808, reconstrucción finalizada en 1819 gracias al tesón del alcalde don Vicente del Campo y un nutrido grupo de voluntarios, cambio de la titularidad de diócesis (Huesca por Zaragoza), diversas restauraciones y, por último, excavaciones arqueológicas buscando la historia en sus entrañas. Estos hechos, en ocasiones, han dejado profundas huellas en la epidermis del monumento, imprescindibles para redactar la biografía del mismo.

En los escritos de algunos historiadores ha estado latente la pregunta que ya formulara en 1737 León Benito Martón: ¿debajo de la actual cripta existió la primitiva iglesia que cantó a principios del siglo V el poeta Prudencio? Las investigaciones realizadas desde finales del siglo XX hasta nuestros días no han resuelto al completo la duda inicial. Como en cualquier investigación científica, los resultados, en ocasiones, aclaran viejas dudas y, en otras, generan nuevas preguntas para las cuales no tenemos respuestas satisfactorias.

Hemos logrado detectar la cota del suelo original del siglo V después de Cristo y percibir la singularidad del monumento en siglos posteriores. Restos de dos piscinas bautismales advierten de la continuidad de ritos de iniciación en ese lugar. Fragmentos de sarcófagos de enterramientos 'ad santos' constatan la importancia de ser enterrado próximo a los mártires de la ciudad. Culto martirial y moldes de 'ampullae' justifican las peregrinaciones. Y muros del siglo XIV, relacionados con el momento de la invención de las reliquias de santa Engracia y san Lupercio en 1389, certifican las posibles características del viejo monasterio. La atmósfera que el visitante percibe en el interior de la cripta actual, obra del arquitecto José Yarza, viene propiciada por la secuencia de restos de diferentes épocas. Sarcófagos romano-cristianos de fecha tardoconstantiniana con complejos programas iconográficos, sepulcro de la mártir Engracia y sus dieciocho compañeros, relicarios, letanía visigoda encomendando el alma de los difuntos, piscinas bautismales y un largo etc., definen la que fuera denominada Iglesia baja como espacio singular del primitivo cristianismo de nuestra ciudad.

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