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sábado, junio 19

Tanatoturismo: me pierden los huesos

(Un reportaje de Julia Fernández en el Heraldo de Aragón del 5 de abril de 2015)

Calderón de la Barca fue emparedado. A Lope de Vega lo desahuciaron del nicho. En Alemania, el poeta Schiller es un impostor con dos calaveras. Y a Dante lo guardaron en seis sobres.

Las autoridades se frotan las manos desde hace dos semanas a cuenta de Miguel de Cervantes. Después de más de un año de investigaciones, análisis y excavaciones aseguran que han encontrado «algunos fragmentos de huesos» del genio desperdigados entre los restos de otras 16 personas en una fosa del convento de las

Trinitarias de Madrid. Lo avalan «datos forenses, antropológicos e históricos». Es decir, que han encontrado restos que corresponden a un varón con las características del escritor, pero no hay confirmación genética de que sea él. En las dos fases del proyecto se han invertido 114.000 euros de las arcas públicas. Sin embargo, el ministro de Cultura, José Ignacio Wert, ya echa las cuentas de la lechera: «De la misma forma que en Inglaterra la tumba de Shakespeare es un lugar de peregrinaje cultural para los ingleses y un hito, tener identificados los restos de Cervantes dará nueva vida al barrio de las Letras».

Visitar tumbas, lo que se ha bautizado como tanatoturismo o turismo negro, es un pasatiempo para muchos. Cada año, el gigantesco cementerio Pere Lachaise de París recibe unos dos millones de turistas. Los residentes lo utilizan como parque y los foráneos se acercan a contemplar los enterramientos de gente como el cantante Jim Morrison. También yace allí el dramaturgo Óscar Wilde, acompañado de un gigantesco ángel de granito al que castraron en un acto de vandalismo hace medio siglo. Más tarde, en 1999, se puso de moda besarlo con los labios pintados y los responsables tuvieron que limpiar la piedra e instalar un cristal protector para poner fin a la guarrería.

Este tipo de turismo «es un fenómeno que tiene raíces muy antiguas», señala John Lennon, profesor de la Universidad de Glasgow y uno de los primeros estudiosos del tema. En España, sin embargo, «solo hace diez años que se ha asentado», confirma Jordi Valmaña, director general de Cementerios de Barcelona y único representante español en el comité directivo de la Asociación de Cementerios Significativos de Europa. A los que lo practican les mueve el interés por el patrimonio «material e inmaterial» más que el morbo.

«No existen informes de su impacto económico», pero es un negocio. Unas veces de forma directa, como en la londinense abadía de Westminster, donde se pagan 28 euros para ver las tumbas de los escritores Charles Dickens y Rudyard Kipling o el naturalista Charles Darwin. Y otras, gracias al gasto que los turistas hacen en bares, restaurantes, hoteles, propinas... Esto es lo que pasa en el lugar donde reposa Shakespeare, el modelo que ha inspirado a Wert en sus ambiciones cervantinas.

Stratford-upon-Avon, al sur de Birmingham, tiene 25.000 habitantes. Cada año, su iglesia, la de la Santísima Trinidad, recibe unas 250.000 visitas para ver la tumba, que está en el presbiterio, la placa conmemorativa de la pared y la escultura que lo representa con una pluma en la mano. No se cobra entrada, pero se ruega dejar un donativo de unos 2,7 euros (70 céntimos en el caso de ser estudiante).

Pero el caso de Cervantes «no tiene nada que ver con el de Shakespeare», sostiene la periodista Nieves Concostrina. Lleva casi dos décadas trabajando en la revista ‘Adiós', que informa y reflexiona sobre la muerte, y ha escrito varios libros contando los avatares de los cadáveres más exquisitos. Se explica: los restos del literato inglés, que falleció diez días después de Cervantes, jamás se han movido, y los del padre de 'El Quijote' «nunca se les echó cuentas».

MONDAS DE PARROQUIA

En España «hemos perdido» los cuerpos de nuestros hombres más ilustres. «Hasta el siglo XIX la muerte era monopolio de la Iglesia y ésta la ha gestionado muy mal», explica la escritora. Las tumbas eran un «negocio» muy rentable. «Cuando se llenaban, había que vaciarlas para nuevos enterramientos». El problema era qué se hacía con los restos. Muchos se amontonaron en osarios sin identificación, incluidos los de personajes notables. Eran las «mondas de parroquia».

Así ocurrió con Lope de Vega en el convento madrileño de San Sebastián. Se le desahució de su nicho y acabó en una fosa común. Pero el pastel no se descubrió hasta que se plantearon exhumarle en el siglo XIX y se encontraron con los huesos de una mujer. En el caso de Calderón de la Barca, el cuerpo fue trasladado hasta seis veces... Terminó en el templo de Nuestra Señora de los Dolores, del barrio madrileño de San Bernardo. Con la Guerra Civil, el edificio se quemó y se creía que los huesos también, pero un sacerdote confesó que los habían emparedado. Nunca dijo dónde. El esqueleto de Quevedo es otro de los que está en paradero desconocido. Fue enterrado en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) y su tumba, profanada a los pocos días. En 1869, cuando el Gobierno reclamó los restos para llevarlos al panteón de ilustres que jamás construyó, se descubrió que no eran suyos: la calavera era de una mujer. En 2007, un grupo de investigadores halló huesos que atribuyó al escritor entre los de otros 167 fallecidos. Como con Cervantes, no hubo prueba de ADN.

Ahora bien, lo de extraviar peronés y calaveras no es solo patrimonio de España. Ahí está el caso del poeta alemán Friedrich Schiller. Cuando murió lo enterraron en una fosa común del Cementerio Jacobeo de Weimar. Dos décadas después, decidieron recuperar el cuerpo en una exhumación poco ortodoxa: se eligió un esqueleto cualquiera de los que había en el tajo y la calavera más grande. Los restos se guardaron durante casi dos años hasta encontrar donde darles sepultura. Durante este tiempo, su amigo Goethe se llevó el cráneo, aunque fue descubierto y tuvo que devolverlo. ¿Asunto concluido? No. En1911 se halló otra calavera atribuida a Schiller. Al final, se enterró con los otros restos en el Cementerio Histórico. En 2008 se sometieron todos los huesos a análisis de ADN para determinar si eran los del literato. El resultado fue negativo.

EL CRÁNEO DE DESCARTES

También el filósofo Descartes perdió la cabeza. Fue inhumado en Suecia por primera vez y luego se le trasladó a Francia, donde lo enterraron otras tres veces. Antes de la última, al comprobar el estado de los huesos, faltaba la calavera. Había sido subastada en Suecia, pero consiguieron recuperarla. Ahora se expone en el Museo del Hombre de París.

A Dante le honran en dos tumbas. La primera se halla en el templo de San Francisco de Asís, en Rávena, donde vivía exiliado. Sin embargo, Florencia, su localidad natal, quiso recuperar los huesos años después de fallecer. Lo intentó en varias ocasiones. En una de ellas, los monjes de Rávena decidieron ocultarlos para evitarlo. En otra, el sepulcro ya solo contenía polvo, que se repartió en seis sobres. Uno fue enviado a Florencia y permaneció extraviado hasta 1999. Pese a ello, la ciudad construyó su cenotafio de la basílica de la Santa Cruz.

El último en removerse en su sepultura ha sido Alejandro Dumas. El autor de 'Los tres mosqueteros' fue enterrado tres ocasiones. La primera en Puy, dónde murió. La segunda, en su pueblo, Villers-Cotteréts. Y la tercera en París en 2002. El Gobierno francés decidió rendirle los honores que le fueron negados en 1870 por ser mulato e ingresó en el Panteón de Ilustres. En su pueblo, no todos lo celebraron: se les acababa de escapar su principal atractivo turístico.

 

Óscar WiIde

 

El literato ingles murió en París en 1900. Fue inhumado en una humilde ceremonia en el cementerio de Bagneaux. Nueve años después, se trasladó su tumba al de Pere Lachaise. Una admiradora, Helen Carrew, pagó unas 2.000 libras de la época por el ángel de granito que le acompaña. Es obra del escultor Jacob Epstein, discípulo de Rodin, y está protegido por un cristal para evitar que lo manchen a besos.

RESTOS EXQUISITOS

Cosas del corazón. Los escritores Percy B, Shelley, Thomas Hardy y Lord Byron tienen algo en común con el compositor Chopin. A todos ellos se les extirpó el corazón una vez muertos. El de Hardy fue enterrado en su pueblo junto a su mujer. El de Chopin está empotrado en un pilar de la iglesia de la Santa Cruz en Varsovia. Antes de llegar allí, se conservó en una tinaja con licor y protagonizó un 'viaje' con muchas paradas. A Shelley se lo arrancaron cuando lo cremaban en una pira funeraria en una playa de Italia.

Anton Chéjov y las ostras. El literato ruso murió en Alemania y su cuerpo llegó a Moscú en un vagón de tren donde estaba escrito ‘ostras frescas'. Junto a él también estaba el ataúd de un general. A la hora de organizar los córtejos para trasladar los cadáveres al cementerio de Novodévichi hubo lío: muchos asistentes se equivocaron de grupo.

El olvido de Herbert Marcusse. Las cenizas de uno de los padres del mayo del 68, que murió en Austria, se enviaron a EE. UU. por orden de la familia, pero permanecieron en la funeraria durante años. Su viuda y su abogado murieron sin recogerlas y su hijo se desentendió. En año 2001, un nieto del filósofo se interesó su paradero. Fueron enterradas en Berlín.

El nombre falso de J. R. R. Tolkien. El autor de 'El señor de los anillos' está enterrado junto a su mujer en Oxford. En sus lápidas no figuran sus nombres, sino los de Beren y Luthier, los protagonistas de una leyenda de amor entre un mortal y una elfa incluida en su libro 'El Silmarillion’.

Un bolso rosa para Kurt Cobain. El líder dé Nirvana fue cremado y sus cenizas se repartieron en tres urnas. Una fue a parar a manos de su ex, Courtney Love. En junio de 2008 anunció que alguien le había robado el bolso rosa en forma de oso donde las guardaba. Luego se desdijo.

Friedrich von Schiller

Fue inhumado en el antiguo cementerio de la ciudad de Weimar, pero en una fosa común. Cuando se quiso trasladar a la nueva necrópolis, sus huesos se escogieron casi al azar.

Johann W. von Goethe

El novelista alemán quiso recibir sepultura cerca de Schiller, con quien mantuvo una larga amistad en vida. Descansan juntos en el cementerio de la ciudad de Weimar.

Dante Alighieri

Era florentino de nacimiento, pero fue expulsado por asuntos políticos. Se exilió a Rávena, donde acabó sus días. Su cuerpo fue enterrado allí. En su ciudad natal solo hay un cenotafio.

Alejandro Dumas

Era nieto de una esclava dominicana e hijo de un hombre mulato. Ello le privó de ser enterrado con honores en su momento. Francia rectificó en 2002 bajo la Presidencia de Jacques Chirac.

William Shakespeare

440 libras de la época pagó la familia del creador de 'Romeo y Julieta' para que fuera inhumado en el presbiterio, cerca del altar mayor, en la iglesia de Stratford-upon-Avon.

Calderón de la Barca

Dejó por escrito cómo quería ser enterrado: con el hábito franciscano, la correa de San Agustín, un escapulario de la virgen del Carmen y el manto de la orden de Santiago por encima.

Lope de Vega

El Fénix de los ingenios quiso recibir sepultura en el convento de San Sebastián de Madrid. A su sepelio acudieron miles de personas que llenaron las calles del centro de la ciudad.

Francisco de Quevedo

Falleció en 1645 en Villanueva de los Infantes. Tenía 64 años y estaba enfermo y desdentado. Se cuenta que profanaron su tumba días después para robarle las espuelas de oro.

Miguel de Cervantes

Fue enterrado un 23 de abril de 1616 en el convento de las Trinitarias de Madrid con el hábito de los franciscanos. Veinte días antes de morir se convirtió en hermano seglar.

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