Sobre la Seo de Zaragoza
(La columna de Guillermo Fatás en el Heraldo de Aragón del 2 de abril de 2017)
Pronto hará novecientos años de que la catedral antigua de Zaragoza o Seo del Salvador, consagrada el 12 de octubre de 1121, enriquece a la capital de Aragón.
No parece tarea sencilla discutir a la diócesis de Zaragoza su propiedad sobre la catedral antigua o Seo de San. Salvador. Esta primavera, por ejemplo. Se cumplen quinientos cincuenta años de que el arzobispo encargase a un alemán, escultor estupendo del que sabemos poco, que labrase las tres grandes escenas que forman la parte principal del altar mayor. Eso se puso a discurrir y labrar el maestro Ans Piet, probablemente suabo, en 1467.
Dos catedrales
La capital aragonesa tiene dos catedrales católicas, por una rara circunstancia histórica. No son templos concatedrales, sino catedrales las dos. La diferencia estriba en que las iglesias concatedrales son templos dónde reside un obispo, pero situados en localidades diferentes. El caso no es raro y en Aragón se da en Teruel y Albarracín, por un lado, y, desde fecha más reciente, en Barbastro y Monzón, que son diócesis con dos capitalidades. Ni siquiera Roma tiene dos catedrales: aunque el Papa oficia usualmente en San Pedro del Vaticano, este portentoso edificio no tiene rango catedralicio, puesto que la catedral que tiene por titular al obispo de Roma es la basílica de San Juan de Letrán.
En Zaragoza se dio una larga pugna entre sus dos iglesias más importantes. Una, de mayor antigüedad, fue la de Santa María la Mayor, que hoy es conocida como el Pilar. No se conocen sus orígenes, pero se sabe de cierto que estuvo activa durante la dominación musulmana, aunque muy deteriorada y desvalida. Los aragoneses la restauraron, pero el edificio se perdió en un devastador incendio, ocurrido en 1434. De poco después data la venerada imagen titular del templo.
Desde 1121 La Seo, en cambio, fue consagrada en un momento que se conoce con total precisión y que se sigue celebrando, y no solo en la ciudad: esa consagración es el motivo de la gran festividad anual del 12 de octubre, que ha ido creciendo sin cesar desde comienzos del siglo XII hasta alcanzar su notable envergadura actual.
Esa fecha fue, diríamos, engullida por la devoción pilarista, hasta el punto de haberse olvidado casi que, técnicamente, la fiesta nace para conmemorar la recuperación del obispado, a raíz de la victoria del rey de Aragón, Alfonso I el Batallador, sobre los almorávides, el 18 de diciembre de 1118, después de asediar la ciudad durante más de medio año.
Estos rigoristas musulmanes africanos habían derrocado a la evolucionada -y heterodoxa- dinastía árabe de los Banu Hud, constructora de la Aljafería. El Batallador, poseído de un espíritu cruzado rayano en lo obsesivo, encomendó la diócesis, que le importaba mucho, a Pedro de Librana. Cuando la gran mezquita saraqustí, de nueve naves, pudo ya albergar un primer culto cristiano, se dedicó al Salvador, en fecha que incluso notables especialistas han equivocado, diciendo que fue el 4 de octubre. El texto, sin embargo, es claro sobre el día particular: fue el ‘IIII [ante] idus octobrias'. Como los idus de octubre son todos los años el día 15, en la manera romana de contar hay que irse cuatro días hacia atrás, desde el 15 inclusive, lo que convierte al 4 (IIII) en 12. La Seo es la matriz de la fiesta mayor de Zaragoza. El enlace de este 12 de octubre con el colombino es una historia diferente.
La situación se complicó cuando Santa María y San Salvador, cada una con sus canónigos -no hacía falta ser catedral para tenerlos-, entraron en una disputa que duró del orden de medio milenio, lo que se dice pronto. Roma se las arregló para dar la razón a todos y a ninguno. El papa Clemente X, en 1676, decidió que los dos cabildos se unificasen y que sirviesen en los dos templos, con categoría ambos de catedral. Los canónigos se reparten la residencia, cambiando de turno cada 1 de abril, si no ha variado el viejo uso.
Templo de estado
De entre los simbolismos que coinciden en la catedral del Salvador, donde por ejemplo se reunían para ciertas solemnidades las Cortes del reino, uno fue servir de escenario para la ceremonia político-religiosa de coronar al rey de Aragón, soberano de varios estados cuyas leyes juraba cumplir en sendas ceremonias. Pero solo se coronaba una vez y lo hacía en la catedral de Zaragoza, que actuaba así como templo de estado y marco de un ritual que, a partir de Pedro IV, complejo e imponente, alcanzó gran significación jurídica y política.
Mucho de todo esto es rastreable, para quien sepa mirar. Una de las imágenes más curiosas, detectada en su día por M. C. Lacarra, es el objeto que el Niño, en la Epifanía del altar mayor, muestra al público. Sostenido por María y con Melchor arrodillado ante él, exhibe el regalo recién entregado por el 'rey mago'. Es, claro está, oro: una moneda de oro del rey Juan II, por entonces de curso legal. No puede ser más patente esa función relevante de la catedral.
Etiquetas: Pequeñas historias de la Historia, s. XII, Sin ir muy lejos
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