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lunes, junio 14

Desmontando la ciencia de las citas (con un poco de historia)

 (Un texto de E. de los Ríos en la revista Mujer de Hoy del 1 de abril de 2017)

Parecen de siempre, pero son apenas de anteayer. Descubrimos la evolución del cortejo. ¿De verdad ligamos ahora más y mejor? ¿Salimos ganando las mujeres con las citas, este moderno (y aparentemente universal) sistema de acercamiento?

Toda la cultura popular -las películas, los libros, las canciones- nos empujan a pensar en el amor como el destino más deseado por cualquiera, sobre todo si eres mujer. Sin embargo, la búsqueda de pareja no se parece nada a los románticos relatos con los que nos machacan, sino que muchas veces produce situaciones incómodas, genera rechazo, da pereza.

Algo así le sucedió a la ensayista Moira Weigel (Brooklyn, 1984), quien se empeñó en analizar la historia de las citas para descubrir en el pasado las razones de su malestar con la manera en que funciona la mecánica actual de lo que los anglosajones llaman dating. En su libro Labour of Love. The Invention of Dating (Macmillan) retrata cómo han cambiado las técnicas de emparejamiento, deseos y expectativas en los últimos 100 años. ¿Que cómo hemos llegado a nuestra moderna manera de ligar? Veamos.

1. Las ventajas de ser Jane Austen

Antes de la invención de las citas, las jóvenes se emparejaban por el procedimiento del cortejo. Desde los 16 y a lo largo de un año más o menos, las madres invitaban a ciertos jóvenes a visitar a sus hijas en casa para ver si surgía la chispa. También podía suceder que un admirador se presentara espontáneamente o que ella conociera a algún pretendiente en un baile.

Todos debían ser supervisados por las mujeres de la familia, que tenían el poder para controlar todo el proceso: la joven casadera y su madre decidían si recibía o no, dónde, cuánto duraría el noviazgo y qué requerimientos había de cumplir el candidato. Además, el cortejo tenían lugar en casa, territorio femenino por excelencia (en aquella época). Ni hay que decir que para cortejar y ser cortejada no hacía falta gastarse un euro: todo era gratis total, al menos para ella.

2. ¿Cuándo se inventaron las citas?

La palabra "cita" se imprimió por primera vez en el periódico The Chicago Record, en una columna de 1896 que hablaba sobre las costumbres de la clase trabajadora. Las citas fueron la única salida de las trabajadoras de principios del siglo XX para encontrar marido. 

Independientes y solas en la ciudad -donde llegaban desde el campo para ser sirvientas, dependientas o, en el mejor de los casos, secretarias-, no podían ser cortejadas en las mínimas habitaciones que pagaban con sus exiguos salarios (la mitad que el de los hombres). La policía comenzó a darse cuenta de que algunos jóvenes se encontraban en la calle y salían en pareja: el fenómeno era tan nuevo que muchas chicas fueron detenidas como sospechosas de prostitución.

3. El amor sale a la calle y se convierte en un lucrativo negocio

Gracias a las citas, el amor dejó de ser una cuestión privada y familiar para desenvolverse en el espacio público. Restaurantes, salones de baile, parques y cines empezaron a ser testigos de cómo florecían las jóvenes parejas. Poco a poco, el amor se fue convirtiendo en un lucrativo negocio porque el cortejo comenzó a requerir cierta inversión económica y aceptar citas se convirtió en la única manera en que ellas podían disfrutar de un poco de ocio.

Como sucede hoy en las apps y webs dedicadas al emparejamiento de extraños, lo que interesaba no era el matrimonio o el noviazgo sino la persecución infinita de deseos insatisfechos en una sucesión lo más larga posible de citas.

4. Bajo la influencia de la oferta y la demanda

Las dependientas eran instruidas en las tiendas para movilizar todo su encanto y lograr que los clientes compraran. Esta pedagogía de la seducción se trasladó rápidamente a las citas, en las que ellas asumieron que tenían que mostrarse o "venderse" lo mejor posible para conquistar a su pretendiente. Ropa, cosméticos, sonrisas perfectas, modales complacientes... Trabajar y ligar requerían exactamente los mismos procedimientos.

Esta dinámica ha pervivido hasta nuestros días: aún nos ofrecemos a nosotros mismos como si tuviéramos que satisfacer las necesidades de un potencial cliente. La mecánica del ligue se ha disfrazado de romanticismo pero, en realidad, tiene mucho que ver con algo más parecido a una transacción comercial.

5. La irresistible ascensión de los "rollos"

De los años 20 a los 60, la convención marcaba que solo tras una serie de citas podían llegar las relaciones sexuales. Tras una temporada de diversiones, ellos debían elegir a la esposa perfecta, mientras ellas rezaban por recibir cuanto antes una proposición que las sacara "del mercado". 

Sin embargo, en la "década del amor", sobre todo en los colleges universitarios, se invirtieron el orden de los factores, una práctica que se ha extendido a medida que los métodos de evaluación de costes, propios de lo económico, se han ido imponiendo en lo amoroso. No perder tiempo, evitar invertir recursos innecesarios o enfocarse en la propia carrera son argumentos que se suelen utilizar para explicar la preferencia de los rollos, es decir, las relaciones sexuales esporádicas.

Esta práctica no sirve de ensayo para futuras relaciones satisfactorias, sino que inhibe lo emocional en favor de lo sexual, el compromiso en favor de lo puntual. El mercado laboral, marcado por la flexibilidad, la adaptación y la frialdad, imprime sus reglas en la inteligencia emocional.

6. La imposibilidad de sentar la cabeza

En el discurso tradicional, la elección o no del matrimonio tiene que ver, casi siempre, con razones de tipo cultural o moral. Pocas veces se mencionan los trascendentales factores económicos. Los estudios muestran cómo desde las últimas décadas del siglo XX y, de manera creciente hasta nuestros días, las clases trabajadoras perciben que ya no pueden permitirse casarse, ya sea porque no pueden pagar una boda o una casa.

El matrimonio se ha convertido en un privilegio de la clase media (una categoría social que cuenta cada vez con menos miembros), de forma que desaparece el sueño de las relaciones "para toda la vida" ante un panorama vital que es difícil de predecir. ¿Cómo comprometerse con seguridad con una pareja si la vida profesional obliga a cambiar de trabajo, de ciudad y hasta de país para poder aprovechar cada oportunidad que se presenta?

7. El trabajo se come el tiempo del amor

Hoy, las citas y, por extensión, las relaciones, se mueven, casi, en el ámbito de lo comercial: los intercambios han de ser eficientes, rentables y satisfactorios para ambas partes. Como el tiempo es dinero, cada vez nos va costando más "malgastarlo" en citas con improbable rédito a largo plazo. Y al estar permanentemente disponibles para nuestros "empleadores", apenas si queda ya el fin de semana para dedicar a la vieja estética del romance, menos de 48 horas en las que practicar aceleradamente los antiguos ritos del cortejo.

Se acabó lo de esperar con ilusión una cita: hoy debemos encajarla con calzador en nuestras apretadas agendas. De nuevo, las mujeres seguimos estando en posición de inferioridad: además de llevar la carga de la seducción cosmética, invertimos más al aceptarlas, ya que debemos trabajar más horas que los hombres para conseguir igual trabajo.

A las que aún persigan el sueño de la familia, les acecha un sentimiento de frustración añadido: la terrible sensación de haber perdido un tiempo precioso con cada cita (o serie de citas) fracasada. No hay tiempo para errores: la fertilidad nos coloca una fecha de caducidad que las presiones del mundo laboral se empeñan en ignorar. 

Qué NO hacer en una primera cita:

Los datos que maneja Meetic, uno de los principales portales de citas, ofrecen pistas sobre qué comportamientos evitar para que un primer encuentro se resuelva con éxito.

  • No proponer una cena (cómo hace testarudamente el 60% de los encuestados). Mejor un café o un aperitivo, por no alargar mucho el encuentro si no salta la chispa.
  • Hacer ruido al comer. Un 54% asegura odiarlo. Lo mismo que a los que se centran más en la comida que en la conversación.
  • No llegar tarde. La impuntualidad se percibe como desinterés: resulta fatal. Si se produce, tiene que estar hiperjustificada.
  • Jamás mentir. No funciona nada, nada, nada pretender ser lo que no se es. Por el contrario, la naturalidad a la hora de asumir los propios defectos puede ser sexy.
  • No caer en la queja. La negatividad mata el romance: hablar mal de parejas anteriores, lamentarse del trabajo, mostrarse pesimista...
  • Precaución. El 47% de los encuestados afirman que prefieren tener varias citas antes de lanzarse. Ante la duda, mejor un paso atrás.

 

 

Dónde ligar en el siglo XXI:

El 40% de los solteros y solteras buscan pareja a través de internet. Sobre todo a partir de la edad en la que se abandona la noche, es más fácil encontrar pareja en la red que en cualquier otro espacio "analógico". Pero, atención, no todas las webs sirven para todo.

  • Noviazgos y relaciones formales. Si tus intenciones son "seriasv, acude a Meetic, eDarling, Parship o Be2.
  • Ligoteo con posibilidades. Para divertirse sin cerrar la puerta a algo más, Badoo, Tinder, Grindr (gays), Qrushr (lesbianas), Zoosk, C-Date, Easyflirt.
  • Sexo esporádico. Para ir al grano sin pretensiones emocionales, Ashley Madison, Good2Go, Love Park, Adoptauntio, FriendScout24, LocalSin, Pure.

 

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