El año de Balenciaga
(Un texto de G. Espinosa en la revista Mujer de Hoy del 11 de marzo de 2017 a propósito del centenario de su primera tienda)
Todo empezó en 1917 con la apertura de una pequeña tienda en la calle Vergara de San Sebastián; más tarde, en 1937, Cristóbal Balenciaga desembarcó en París, se estableció en la Avenida George V y cambió para siempre el rumbo de la moda. Estas dos efemérides marcan el nacimiento de un negocio que se convertiría poco después en un fenómeno cultural inapelable; dos fechas que sirven de percha o excusa (si es que hiciera falta alguna) para que el "arquitecto de la moda" sea homenajeado en los principales museos de indumentaria del mundo: el Museo de la Moda de la Villa de París y el Victoria & Albert de Londres.
Balenciaga fue el quinto y último hijo de una familia humilde de Guetaria. Su padre, pescador, falleció en el mar; y de su madre, costurera, aprendió el oficio. Con apenas 22 años, ya era el más influyente de los diseñadores de la aristocracia en España. La marquesa de Casa Torres, impresionada por el entonces joven aprendiz, le encargó su primer traje, y sería ella la que le convertiría en el modisto más buscado por una clase social que pasaba sus vacaciones en la zona.
En apenas 10 años, y con el aval de vestir tanto a la reina María Cristina como a la reina María de las Mercedes, Balenciaga abriría otra tienda más en San Sebastián: Eisa Costura, homenaje al apellido materno y dedicada a la incipiente burguesía, con prendas más asequibles y tocados que, décadas después, harían también historia. Luego, en apenas dos años, llegarían las tiendas de Madrid y Barcelona.
Pero, cuando su fama comenzaba a cruzar fronteras, la Guerra Civil le obligó a emigrar. A pesar de mantener sus negocios abiertos en España -funcionaron regularmente desde 1940 hasta su retiro-, se mudó a París y, con la ayuda del ingeniero vasco republicano y exiliado Nicolás Bizcarrondo y de su amigo el aristócrata francés de origen ruso Wladzio Jaworowski D´Aittainville, fundó la maison Balenciaga y, casi inmediatamente, su atelier se convirtió en el epicentro de la moda del momento.
"La alta costura es como una orquesta cuyo director es Balenciaga: los modistos somos los músicos que seguimos las indicaciones que él nos da", dijo uno de sus competidores, Christian Dior. Coco Chanel, creadora con la que mantuvo una relación entre la admiración y la aversión cordial, experta como era en afilar su lengua contra aquel que le hiciera sombra, lo definió como "el único auténtico couturier, en el sentido más puro de la palabra, capaz de diseñar, cortar, montar y coser un vestido de principio a fin... El resto somos simples diseñadores de moda".
[…] n el uso del negro, uno de los primeros distintivos de elegancia aplicados por el modisto, que llegó a utilizarlo como un material más, y que conecta tanto con la austeridad de sus primeros años españoles como con el carácter casi sacro, monástico, de su dedicación a las prendas. Es significativo que muchas de las grandes creaciones de Balenciaga durante los años 40 y 50 -los abrigos de línea de barril (1947), el vestido globo (1950), el vestido túnica (1955) o el vestido saco (1957)- fueran concebidos en esta pureza monocromática.
[el color negro sirvió] al creador para su uso en la depuración de siluetas y volúmenes, los contrastes de luces y sombras que le permitía ejecutar, y también la manera en que lo mezcló con otros colores para realzar siempre el efecto final. Balenciaga fue el primero en darse cuenta de que el negro podía generar efectos palpables en la apreciación de la silueta, el corte, el volumen y el movimiento de las prendas. Combinando sedas y terciopelos, satén y tafetán, bordándolo a franjas o incorporando lentejuelas o cuentas de azabache, el negro perfiló un estilo revolucionario. "Nosotros con los tejidos hacemos lo que podemos... Balenciaga hace lo que quiere", aseguraba Christian Dior.
[…] Mrs. Mellon [fue] una de las mejores clientas de la Casa Balenciaga. Filántropa, coleccionista de arte y diseñadora de jardines (incluyendo los de la Casa Blanca), fue una de las grandes damas de la burguesía norteamericana del s. XX.
[…] los años 50 y 60 [fue] su etapa más fructífera y también la más visionaria. Lo expresó Carmel Snow, editora de moda de Harper´s Bazaar en 1955: "Teniendo en cuenta que diseña dos temporadas por delante de los demás, la historia de la moda comienza con cada nueva colección de Balenciaga".
El creador propició un cambio radical en la silueta de la mujer, pero hay algo que no se suele subrayar: su secretismo. Sabiéndose reverenciado, emperador de un reino del que era el creador más avanzado, detestaba que le copiaran. Fue expulsado del Sindicato de Creadores de Moda francés, con el que siempre anduvo en malas relaciones, por saltarse el calendario oficial: presentaba sus creaciones cuando ya las había enviado a sus clientas, sin esperar el canónico año de temporada, para evitar reproducciones y copias.
En su tienda parisina, por ejemplo, no se exhibía ninguna ropa: quien acudía allí veía guantes, bolsos, perfumes y exquisitas joyas. Nada más. Para poder verla, había que presenciar uno de sus pases, a los que solo se acudía por estricta invitación. Así que las celebrities volaban desde todo el mundo para atrapar sus diseños: Marlene Dietrich, Greta Garbo, Ingrid Bergman, Audrey Hepburn, Grace Kelly... pero también socialités como Mona von Bismarck (que en 1963 compró nada menos que 88 vestidos del maestro), Helena Rubinstein o Jackie Kennedy.
En sus shows, que duraban de una a dos horas, como contaba la mítica Diana Vreeland, -una nunca sabía qué iba a ver. Las había que se desmayaban. Podías explotar y morir. Algunas clientas soltaban espuma por la boca, otras se elevaban entre nubes y truenos". Y en ese contexto, sus modelos no eran jóvenes bellezas. Al contrario, el mundo de la moda las conocía como "las monstruos2: tenían la edad de sus clientas, no seguían los cánones de belleza, caminaban de forma forzada, sin sonreír. Además, tenían curvas y barriga, algo que el modisto buscaba adrede para demostrar que sus vestidos embellecían a cualquiera. "Jamás me tomó una medida, y las debía de conocer bien; todos sus vestidos me quedaban perfectos, no tuve que devolver jamás ninguno", confesaba Marlene Dietrich.
En aquel ambiente de silencio monástico donde ni los vestidos ni las colecciones tuvieron jamás un nombre -se le entregaba a la clienta una agenda donde anotaba los números de los modelos que le interesaban- se gestó, en absoluto secreto, el mito del hombre que se retiraría de la moda en 1968 huyendo del prêt-à-porter. "La manera de vivir que permite la existencia de la alta costura ya se ha acabado: es un lujo imposible en nuestra época", declaró en 1971, durante la única entrevista que concedió Cristóbal Balenciaga tras su retiro. En la primavera del año siguiente fallecería de un infarto en un viaje a Alicante.
Cinco aportaciones radicales
- El arquitecto de la moda. Sus complejos volúmenes, las diferentes proporciones que aplicaba a la zona del torso y de las piernas y la ingeniería de su costura le han hecho el único merecedor de este título en la historia de la moda.
- Transformar la silueta. Mucho antes del New Look de Dior, con el que tuvo que competir, Balenciaga ya había cambiado la silueta de la mujer: el corte de barril, la manga japonesa, la manga murciélago, el vestido túnica, el vestido saco o el vestido globo son algunas de sus aportaciones.
- Vocación experimental. Probó con diferentes y novedosos materiales y tejidos hasta el final. ¿Un ejemplo? Balenciaga inventó el chubasquero de plástico transparente.
- El primer feminista. "La mujer debe andar de manera natural y no sentirse insegura en su paso". Así justificaba el hecho de que jamás creara tacones de aguja: siempre tacón bajo. También se mantuvo fiel a la falda midi, y a la manga tres cuartos.
- Sus discípulos. Por su atelier pasaron "aprendices" como Paco Rabanne, André Courregès, Emmanuel Ungaro, Givenchy y Óscar de la Renta. El futuro de la moda en los 70 y 80 habría sido muy distinto sin él.
Etiquetas: Grandes personajes, Puro diseño, Sobre moda y costumbres
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