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martes, agosto 10

El reloj del apocalipsis: a dos minutos del fin del mundo

 (Un texto de Picos Laguna en el Heraldo de Aragón del 25 de febrero de 2018)

Desde 1947 el Boletín de Científicos Atómicos analiza la situación internacional a través de un reloj imaginario: el del Apocalipsis.

El tiempo es una magnitud física con la que medimos la duración o separación de acontecimientos. Permite ordenar los sucesos en secuencias, estableciendo un pasado, un futuro y un tercer conjunto de hechos ni pasados ni futuros respecto a otro. En mecánica clásica esta tercera clase se llama 'presente' y está formada por actos simultáneos a uno dado. No les aburriré explicando que en mecánica relativista el concepto de tiempo es más complejo: los hechos simultáneos (‘presente') son relativos al observador, salvo que se produzcan en el mismo lugar del espacio; por ejemplo, un choque entre dos partículas.

Lawrence Krauss, director del proyecto Origins de la Universidad de Arizona, y Robert Rosner, profesor de la Universidad de Chicago, ajustaban 30 segundos a finales de enero el llamado Reloj del Juicio Final (Doomsday Clock) hasta colocar la manecilla a las 23.58 horas, un gesto que muestra un aumento de la posibilidades de que la humanidad alcance su destrucción total. Puede que esto le suene a chino, pero, simplemente, se trata de un símbolo dirigido por un grupo de científicos sobre los riesgos que afronta el mundo (las mayores amenazas para la seguridad global provienen del terreno nuclear), y que ha sido parado a dos minutos del desastre total, un margen que no era tan estrecho desde la Guerra Fría.

Desde 1947 el panel de expertos del Boletín de Científicos Atómicos publica anualmente un estudio en el que se refleja de manera simbólica a cuántos minutos estaría el mundo de su final, si su vida se midiera en una jornada de 24 horas. Una forma de hacernos reflexionar o, más bien, de echar a la cara a los dirigentes del mundo todos sus excesos y frivolidades, todas esas barbaridades que hacen, como el programa de armas nucleares de Corea del Norte, que avanzó notablemente en 2017 aumentando los riesgos para ese país en sí mismo, otras naciones de la región y Estados Unidos. Lo vimos en el desfile previo a los Juegos Olímpicos de invierno -Pyeongchang (Corea del Sur)- con un Kim Jong-un orgulloso y retador que quiso mostrar al mundo la fortaleza militar del país. Para ironías, el desfile se celebró en pleno deshielo con Seúl por los llamados 'Juegos Olímpicos de la Paz'.

LA GUERRA FRÍA. El nuevo movimiento hacia ese mínimo histórico de la aguja supone trazar paralelismos entre la situación actual y la vivida en 1953, en plena Guerra Fría, después de que tanto los soviéticos como los estadounidenses hicieran sus primeras pruebas termonucleares en un plazo de solo seis meses. El progreso del programa militar norcoreano, las tensiones en el sur de China, el incremento de armamento atómico en Pakistán e India, la escasa certidumbre sobre la continuidad de Estados Unidos en el pacto nuclear con Irán o las propias relaciones entre Washington y Moscú para el desarme fueron otros de los argumentos esgrimidos por los científicos. Y, además, los insultos y la retórica arrogante del mandatario norteamericano, Donald Trump.

Seguramente, que unos tipos digan que estamos a pocos minutos del fin del mundo parecerá pintoresco, algo marciano, y muy de esta sociedad de hoy a la que supuestamente solo atrae mamarrachadas que llamen la atención. Sin embargo, no es ninguna tontería. Porque el Boletín de Científicos Atómicos es una organización independiente sin ánimo de lucro dirigida por algunos de los científicos más eminentes del mundo, que incluye a 15 premios Nobel, que analizan con bastante claridad cómo está todo. Y al escucharlos puede que este mundo acabe cómo en la novedosa serie ‘Altered Carbon', un ciberculebrón en el que se nos ofrece un futuro en el que la gente ya no muere porque todos sus pensamientos, sentimientos y recuerdos pueden ser almacenados en un cacharro electrónico metido entre la nuca y la espalda, ahí donde se le da puntilla aun toro. Si el cuerpo fallece, la mente es trasplantada a otro cuerpo. A cambio de un dineral. Los ricos, claro, pueden permitirse los mejores cuerpos mientras los pobres se conforman con lo que les toca, y puede que una madre acabe en el cuerpo tatuado de un mercenario.

El temor a una guerra nuclear es una constante desde Nagasaki y desde que en los años 50 se decidiera llevar también la 'guerra' al espacio, y se crearan los primeros búnkeres por ese temor a morir por una bomba. Por eso, no hay que extrañarse de que haya quienes vean más allá de lo que es un toque de atención sobre el fin del mundo y se preparen para lo peor. Desde hace años, varias empresas de todo el mundo se están encontrando con una demanda creciente de estructuras que protegen de cualquier riesgo, ya sea una pandemia mundial, un asteroide, o la III Guerra Mundial, y al mismo tiempo ofrecen servicios de hijo. Como lo está leyendo: búnkeres de placa de acero diseñados para durar generaciones que pueden almacenar alimentos para un año por habitante y soportar terremotos. Hay quienes prefieren aguantar el apocalipsis en un entorno que ofrece una experiencia un poco más cerca del mundo real. Los desarrolladores de ese tipo de albergues comunitarios adquieren algunos búnkeres militares desmantelados, construidos por Estados Unidos o los gobiernos soviéticos. Sus estructuras fortificadas están diseñadas para resistir un ataque nuclear y están equipadas con sistemas de energía, de purificación de agua y de filtración de aire; y tienes hasta playas y piscinas... Una locura.

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