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sábado, marzo 26

En carretera por Australia

 (Un texto de Álvaro López en El Mundo del 15 de enero de 2015)

La Great Ocean Road, la carretera más famosa de las antípodas, surca durante más de doscientos kilómetros la costa sur australiana. Con principio y fin en las localidades de Warrnanbool y Torquay, es una ruta panorámica fascinante.

La estampa de los doce apóstoles que encontramos en la Great Ocean Road es ya una de las imágenes más reconocidas y fotografiadas del sur de Australia. Se trata de una serie de dramáticas formaciones rocosas que, producto de cientos de miles de años de erosión, han desembocado en un perfil casi onírico que alcanza en el atardecer su máxima expresión.

A través de uno de los agujeros del Razorback se filtra la imagen de las aguas del océano austral. Esta roca, que es uno de los puntos principales y más bellos de la ruta, fue mucho más alargada, pero con el paso de los siglos ha ido menguando en tamaño, aunque no en magnificencia.

La carretera más famosa de Australia hace debatirse entre dos opiniones sobre cuál es la mayor de sus virtudes. Con seguridad antes de 1919, cuando algunos territorios del sur eran casi inabordables, la utilidad de la carretera se defendería como el mejor de sus méritos. Pero una vez asumido que a estas alturas podemos llegar en coche a casi cualquier sitio, empieza a ganar enteros su plasticidad sobre su utilidad.

La Great Ocean Road o GOR, como también es conocida, recorre 240 kilómetros por la costa sur australiana. Y aunque no queda muy claro cuál es su comienzo o su final, puede establecerse que conecta las localidades de Warrnanbool y Torquay, ambas pertenecientes al estado de Victoria.

Recorrer la ruta acompañado de este espectáculo junto al mar supone todo un placer al volante y más aún si se va en el asiento del copiloto.

Pero no es todo paisaje. En Australia no hay que olvidarse de sus pueblos y sus gentes. Conducir sabiendo que tras algunos kilómetros te esperan lugares como Lorne, Geelong o Apollo Bay resulta más reconfortante aun. Estos pueblos, que como muchos de los que hay en Australia huelen siempre a hierba recién cortada, te reciben con sus playas inmaculadas, sus atractivos cafés y sus (muy) amables lugareños.

La Great Ocean Road fue construida durante más de diez años de duro trabajo por parte de 3.000 soldados que habían participado en la I Guerra Mundial. La obra sirvió además como homenaje a los caídos en la contienda. En Australia es muy común encontrar monumentos, parques y otras construcciones que rinden tributo a los que participaron en las guerras y a los miembros del ANZAC (Australian and New Zealand amry corps).

El portón de entrada está cerca de de la localidad de Lorne. Y el de salida para los que hace la ruta en sentido Adelaida-Melbourne (de oeste a este). Junto a este portón se encuentra el monumento homenaje a sus más de 3.000 valientes constructores.

Bells Beach, a la que llegamos dejando atrás el pueblo de Torquay, cuando uno ya empieza a otear la multicultural ciudad de Melbourne, es una de las innumerables playas que dejan a uno con la respiración contenida. Es como entrar en un recinto sin moderación. Una gran alfombra de arena oscura, escoltada por esbeltos acantilados y espesa vegetación a un lado. Y al otro el bravo océano que los surfistas burlan con destreza.

Durante el paso por la Great Ocean Road es además frecuente toparse con bosques de eucaliptos y extensos campos donde admirar koalas, canguros y otros exóticos animales. Gracias a los numerosos campings en zonas naturales, es fácil dar con ellos y disfrutar de su compañía.

No son gratuitas las recomendaciones de no conducir de noche en Australia e incluso varias compañías de alquiler no aseguran los accidentes que ocurren más allá de la caída del sol. Es frecuente encontrarse canguros muertos en las cunetas de las carreteras australianas. Los sustos iniciales vienen seguidos de las explicaciones de los aussies a la mañana siguiente. Y es que los canguros, en la oscuridad y cegados por las luces, pierden la orientación y echan a correr para cualquier lado, con lo que resulta francamente fácil atropellarlos.

El pueblo de Anglesea es uno de esos pueblos de fábula. Algo más grande que los cercanos Apollo Bay y Lorne, en él no sólo encontramos esas explanadas perfectas y playas vírgenes. En lo alto de este pueblo, un conocido campo de golf acoge canguros que habitan con los jugadores y los pocos turistas que llegan hasta aquí.

Desde que pasamos el pueblo de Apollo Bay en dirección este, el camino se torna mucho más atractivo si cabe. Siempre junto al mar, la carretera va subiendo y bajando cuestas con curvas y contracurvas casi sobre el mismo océano. Los miradores se suceden y es difícil no parar casi cada kilometro a hacer fotos y a contemplar y escuchar el paisaje.

Durante la ruta también se atraviesan magníficos lugares como Cape Otway, Bay of Martirs, London Bridge o la impresionante cala de Loch and Gorge. Esta última, que pertenece al Port Campbell National Park, debe su nombre al naufragio en 1878 de una embarcación inglesa de la que solo un tripulante y una pasajera sobrevivieron. Tras pasar la noche en una de las cuevas, el joven marinero llamado Tom Pearce tuvo que escalar el acantilado para pedir ayuda a los locales.

Durante la Great Ocean Road es muy frecuente encontrar merenderos en cada pueblo y en los lugares con mejores vistas.

Esta ya casi centenaria ruta atraviesa zonas que compiten en belleza y riqueza. A cada paso encontramos viñedos, granjas, pueblos exportadores de marisco y playas donde su famoso oleaje las ha convertido en centro de famosas competiciones de surf, ese deporte en el que el australiano piensa las 24 horas del día.

Para verlo con fotos: http://viajes.elmundo.es/albumes/2015/01/15/goceanroad/index.html

 

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