«Es un hito en la historia de la medicina y podemos afirmar
que hay un antes y un después. Con ella se consiguió vencer a
un gran número de microorganismos responsables de producir
infecciones y demostrar la necesidad de disponer de
antibióticos en la terapéutica», explica Rafael Cantón, Jefe
del Servicio de Microbiología del Instituto Ramón y Cajal
de Investigación Sanitaria (IRYCIS). Aunque han pasado
70 años desde este descubrimiento, «hoy en día, la penicilina,
sus derivados y los compuestos relacionados, denominados
genéricamente como antibióticos beta-lactámicos, continúan
siendo el grupo de antibióticos que más se utilizan».
Todo comenzó cuando Fleming descubrió por accidente que había
un hongo capaz de matar a algunas bacterias. Tenía unas placas de cultivo
(pequeños platos de vidrio o plástico en los que pueden crecer
los microorganismos) descuidadas y contaminadas de moho, y
alrededor de las zonas de crecimiento del hongo observó que no
había bacterias. Intrigado, comenzó a estudiar aquel fenómeno.
La revolución de los antibióticos
Gracias a su trabajo y el de otros colegas científicos, ahora
los antibióticos son una parte esencial de los tratamientos
médicos. Se utilizan para curar enfermedades causadas por
bacterias y para prevenirlas en operaciones y trasplantes.
También se usan para tratar a animales enfermos y en el pasado
fueron una vía para aumentar la producción ganadera. Como
prueba de su importancia, actualmente se producen entre
100.000 y 200.000 toneladas de antibióticos al año solo en el
sector alimentario, según un artículo publicado en la
revista «The Lancet».
«Los antibióticos jugaron un papel muy importante justo
después de la Segunda Guerra Mundial. No sé cómo habría sido
la esperanza de vida y el bienestar, por muchos avances en
alimentación que se lograran, sin el descubrimiento de estos
productos bactericidas», considera José Antonio López,
investigador de la Universidad Autónoma de Madrid y divulgador científico.
Además, tal como explica este investigador, los antibióticos
son una pieza clave en la investigación científica: «Tienen
mucha utilidad en biotecnología, ya que se pueden usar para
aislar y seleccionar bacterias modificadas genéticamente».
Esto es muy importante el proceso de clonaje, que consiste en
la introducción de ciertos genes en las bacterias para que
realicen nuevas funciones o dejen de hacer otras.
Esto no solo es una técnica de investigación rutinaria, sino
también esencial para estudiar y tratar enfermedades, como
el ébola, para mejorar el proceso de producción de
alimentos, descontaminar los suelos
y las aguas o producir biocombustibles, entre otras
cosas. Aparte de esta técnica de clonaje, los antibióticos
también permiten bloquear rutas metabólicas (procesos que les
permiten a los seres vivos mantener su funcionamiento) y
evitan la contaminación de los medios de cultivo con los que
se trabajan a diario en los laboratorios de todo el mundo.
De la serendipia al Nobel
En realidad la penicilina fue descubierta por el francés
Ernest Duchesne, en 1896, pero su trabajo cayó en el olvido y
fue Alexander Fleming el primero que logró atraer la atención
de los científicos sobre ella. Según se cuenta en « Microbiología» de
Prescott, Harley y Klein, este médico escocés estaba
interesado en encontrar algo que matara los patógenos, después
de trabajar en infecciones de heridas durante la Primera Guerra Mundial.
En septiembre de 1928, una espora de Penicillium notatum se
posó sobre una placa de Petri que
probablemente luego se dejó olvidada durante las vacaciones.
El hongo comenzó a crecer y produjo la penicilina, que luego
eliminó a los estafilococos
(bacterias que se agrupan en pequeños racimos) que estaban en
los alrededores en el interior de la placa. Cuando descubrió
que las bacterias habían dejado de crecer en un anillo cercano
al moho, en lugar de tirar la placa a la basura y seguir con
sus trabajos, decidió analizar aquel fenómeno.
Así, descubrió que el hongo producía un tipo de caldo, al que
llamó penicilina, que era capaz de matar a algunas bacterias.
Pero abandonó sus trabajos entre 1929 y 1931 porque sus
experimentos le indicaron que aquella sustancia no
permanecería en el cuerpo después de ser inyectada y que por
ello no podría servir para tratar una infección.
Sin embargo, sus artículos y conferencias acerca del tema
fueron retomadas por Howard Forey, Ernst Chain y Norman
Heatley, quienes purificaron la penicilina y la usaron en
ratones infectados con estafilococos para salvarles la vida.
Después de superar los ensayos clínicos en humanos, Florey,
Chain y Fleming recibieron el premio Nobel en 1945 por el
descubrimiento y producción de la penicilina. Aquello estimuló
la búsqueda de nuevos antibióticos y transformó la medicina.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home