La doble vida de la moda
(Un artículo de Anabel Vázquez leído en el suplemento DOM de hace unas semanas)
Muchos productos que hoy vemos en las pasarelas nacieron para estar en graneros, debajo del agua o en las trincheras. Prendas funcionales que se han convertido en fetiches de moda.
Bailarinas
En pleno corazón de París, muy cerca de la Ópera, Rose Repetto creó en 1947 un zapato de ballet para el bailarín y coreógrafo Roland Petit. Curiosamente, era su hijo. Este tándem fue el germen de una marca que lleva calzando al mundo de la danza desde hace más de medio siglo. Su fábrica en Perigord siempre fue un ejemplo de artesanía y mimo.
Sin embargo, su demanda siempre fue global: compañías de todo el mundo requerían zapatos de Repetto para ensayos y funciones. El savoir faire de la marca se tradujo también en calzados diferentes: masculinos, de cordones, estampados... El elemento común era la flexibilidad y la ultracomodidad.
Las estrellas francesas fueron siempre las mejores embajadoras de la marca. En los años 60, Brigitte Bardot y Serge Gainsburg eran clientes de Repetto. La firma supo reinventarse y relacionarse con personajes del mundo de la moda. Así cambiaron de contexto: del escenario a la pasarela.
Relojes para submarinistas
Al principio, en 1860, era un pequeño taller relojería florentino. Pronto, con el ojo comercial de los italianos, los Panerai supieron que tenían un tesoro. Guido Panerai, nieto del fundador, registró en 1916 la primera de una larga lista de patentes. El Radiomir serviría para dar luminiscencia a los instrumentos de avistamiento y las esferas. Ésto era esencial, ya que el principal cliente era la armada italiana.
Los submarinistas necesitaban relojes así, con cajas de gran tamaño, números e índices horarios luminiscentes, enganches desmontables, movimiento mecánico de cuerda manual Rolex y correa resistente al agua para llevar por encima del traje de inmersión.
No hace falta estar debajo del agua para llevar un Panerai. Ésto lo confirmó la firma en 1993, cuando lanzó su primera colección para la calle.
La gabardina
la lluvia inglesa tuvo la culpa. Empresarios textiles ingleses aficionados a la campiña y a la caza necesitaban un material que fuera ligero e impermeable. Hubo dos firmas que lo encontraron y ambas reivindican la invención. Una es Aquascutum, allá por 1850, pero la leyenda lo atribuye a Burberry, en 1879.
Ambas encontraron una solución: la gabardina, que era una tela con unos hilos tejidos de forma tan densa que repelían el agua. Con el tejido se fabricó una especie de abrigo con hebillas y bolsillos. El ejército inglés, muy ocupado en aquellos tiempos, vió la luz y se convirtió pronto en el principal cliente de estas firmas. A los soldados de la 1ª Guerra Mundial les gustaba tanto que lo llevaban cuando no estaban de servicio. Desde entonces, la calle se ha llenado de gabardinas. Las estrellas de Hollywood ayudaron a su difusión, convirtiéndolo en un clásico de cualquier armario.
Converse, las botas de baloncesto
Marquis Mills Converse fue el fundador de la firma que en 1917 inventó el calzado de baloncesto más popular del mundo. En realidad, él no lo sabía: sólo inventó una buena bota con suela de goma; el jugador Chuck Taylor las conoció en 1918, empezó a usarlas y las encajó en el mundo del deporte.
Aunque ha pasado casi un siglo, la esencia del calzado permanece inalterable. Por el camino ha ha habido variantes, pero siempre ha sido una bota para saltar y jugar con ella. El problema de los buenos diseños es que tienen vida propia. Los deportistas las sacaron a la calle y los curiosos comenzaron a utilizarlas aunque no tocaran una pelota. Así, Converse arrasó. En os 90 empezaron las variantes, ediciones limitadas y ejercicios de cobranding.
Las botas de agua Hunter
El norteamericano que creó esta firma escocesa no podía imaginarse en el siglo XIX que el nombre de su marca se conocería de Bilbao a Brooklyn. Y es que, al fin y al cabo, Hunter fabricaba botas de goma. En 1955 creó su pieza estrella: la wellie o bota de agua. El color original era el verde, por eso de ser una bota de campo. Las compraron desde pescadores hasta soldados, pasando por la familia real inglesa. No había fórmula mágica: eran simples botas de caucho vulcanizado que desempeñaban muy bien su función.
Gafas de sol Ray Ban
Su objetivo era sencillo: proteger del sol al ejército estadounidense. Durante la II Guerra Mundial, el general Mc Arthur fue el primer personaje en ser fotografiado llevándolas. Ray-Ban siempre insistió en tener la mejor tecnología para proteger los ojos de los rayos ultravioletas. El resultado fue esta gafa convexa, con patillas flexibles y color irregular. Si servían en plena guerra, qué no podrían hacer en tiempos de paz...
Tom Cruise tuvo la culpa. El actor llevaba estas gafas durante casi todo el metraje de Top Gun. No pudieron soñar con mejor campaña. Desde ese momento, y aunque antes nunca dejaron de usarse, se convirtieron en un objeto de moda.
Chanclas de playa
La inspiración no fue ni la playa ni el sol, sino Japón. El primer par de Hawaianas partía en 1962 del diseño de las zori, unas sandalias realizadas con granos de arroz compactos en la suela y tiras de colores. Siempre fue un calzado sencillo y democrático vendido en Brasil. Era el clásico regalo que traían tus amigos cuando viajaban a Rio de Janeiro.
En los 90 todo cambió. Famosos brasileños comenzaron a lucirlas con orgullo: ya no eran simples y baratas chanclas de playa. De Brasil saltaron a Hollywood, donde se revelaron cómodas y chic. Las calles se llenaron de chanclas.
Polo Lacoste
Es el polo por antonomasia y tiene nombre propio: L12.12. Fue creado en 1927 por René Lacoste, un tenista al que el uniforme de su época le resultaba incómodo. Le cortó las mangas y lo elaboró en algodón transpirable. La L viene de Lacoste; el 1 por su tela, algodón petit piqué; el 2 por el diseño de manga corta y el 12 fue elegido porque ésta es la versión que seleccionó Lacoste. Este deportista decidió comercializarlo en serie. A partir de ese momento, fue el uniforme de los tenistas.
Su aspecto limpio, su evocación del deporte y sus posibilidades permitieron que el polo saltase de las canchas a la calle. Al principio, las variantes vinieron dadas por el color. Aunque se asocia al estilo preppy (pijo universitario), es muy versátil.
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