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jueves, octubre 25

Los ballets rusos de S. Diaghilev

(Parte de un artículo de Vanesa Graell en El Mundo del 5 de octubre de 2011)

El ballet como sublimación de todas las artes. La danza como partitura de la obra de arte total: pintura, dramaturgia, música o moda como partes intrinsecas y esenciales de la coreografía. Los Ballets Rusos de Sergei Diaghilev revolucionaron el concepto de danza -y de vanguardia- en la Europa de la Belle Epoque. Diaghilev, que había nacido en la remota Perm, una zona rural cerca de los Urales, se convirtió en uno de los faros indiscutibles de la vanguardia de principios de siglo, un árbitro del buen gusto y... del escándalo. Porque en los albores del siglo XX no dudó en poner sobre el escenario una masturbación que epató a la burguesía.

Sólo Diaghilev pudo conseguir que Chanel diseñara unos atrevidos y glamourosos trajes de baño para El tren azul (que en realidad eran peligrosísimos para los bailarines porque no podían agarrarse bien en los saltos, pero quedaban muy bien), que Picasso pintara impresionantes escenografías cubistas (en las que colaba retratos de sus amigos y de sí mismo junto a la Fortuna alimentando a un mono), que De Chirico diseñara un vestuario absolutamente surrealista (Miró, Matisse y Juan Gris también le cedieron sus iconografías) o que Stravinski le compusiera la radical La consagración de la primavera.

[...] la compañía que dejó a Europa y a Estados Unidos con la boca abierta. Diaghilev era un ruso arrebatador, extremadamente cultivado, empresario, abiertamente homosexual (solía mantener relaciones con sus bailarines y coreógrafos), amante de las polémicas y, ante todo, osado (con 21 años le escribió una carta al zar de la literatura rusa, Tolstoi, para confesarle sus tribulaciones sexuales).

Antes de Diaghilev, «el ballet era un arte menor, por debajo de la ópera, un mero divertimento en espectáculos de variétés», señala [...] Jane Pritchard, del Victoria & Albert Museum, [...] que posee la mayor colección de objetos, vestuario, cartas y archivos de la compañía (muchos adquiridos en subastas de Sotheby's entr:e 1967 y 1973).

[...] presenta un vídeo inédito de un ensayo del Ballet Ruso, descubierto hace apenas unos meses. Son sólo 60 segundos de grabación, de una actuación en Suiza de 1911. «Diaghilev obligaba por contrato a sus bailarines a no dejarse ffimar. Entonces las grabaciones eran sin sonido, en blanco y negro, y consideraba que desvirtuaban sus obras», apunta Pritchard.

[...] al estallar la I Guerra Mundial, la compañía se refugió en España por invitación del mismísimo Alfonso
XIII(*). Desembarcaron en Cádiz en 1916, a bordo del mercante italiano Dante Alighieri procedente de América. En el puerto les esperaba Manuel de Falla, con quien viajarían a Sevilla (donde escucharon a la Niña de los Peines), Granada (ahí conocieron al torero Juan Belmonte) y Córdoba. Las gentes y costumbres del sur fascinaron tanto a Diaghilev, que puso en marcha tres ballets con temática española: El sombrero de tres picos (con partitura de Falla -que sintetizó el folklore patrio con fandangos, sevillanas, jotas y farrucas- y un radical diseño de vestuario a cargo de Picasso), Las Meninas (inspirada en su visita al Prado, la obra revisaba el Siglo de Oro español) y Cuadro flamenco (artistas gitanos interpretaron el baile, cante y toque en su estreno en París).

Cuenta su íntima amiga Misia Sert (musa de la época y a la que las malas lenguas parisinas señalaban como amante de Coco Chanel) que en su lecho de muerte, en el Grand Hotel des Bains de Venecia -donde le acompañaban su antiguo amante, Boris Kochno, y el nuevo, Serge Lifar- un semiconsciente Diaghilev, presa de la fiebre por septicemia, aún era capaz de tararear las melodías del Pathétique de Chaikovski y el Tristan und Isolde de Wagner.

(*)A Alfonso XIII le encantaban los ballets de Diaghilev: vio uno de incógnito en Londres e incluso salvó a la
compañía de la quiebra organizándole una gira por España. Cuando el rey preguntó a Monsieur Diaghilev qué hacía exactamente -porque ni escribía, ni dirigía ni componía-, el ruso repuso: «Majestad, soy como Vos. No trabajo, no hago nada pero soy indispensable».

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