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miércoles, noviembre 14

Jo, las mujeres del cuadro

(Extraído de una columna de Isabel Coixet sobre la mujer de Hoper en el suplemento DOM del 8 de julio de este año)

Están escribiéndose en este momento tres libros sobre Jo, la esposa de Edward Hopper, su musa, su única
modelo. Si, sabemos que fue crucial para el éxito de éste. Sabemos que era más bajita que él. Más extrovertida que él. Que llegó virgen al matrimonio.

[...]

Cuando una mujer artista conoce a un artista y se enamora de él, generalmente renuncia a su propio trabajo. Y si no renuncia, lo considera algo menor, secundario, algo que supeditar al trabajo del otro. No está escrito
en ningún sitio que deba ser asi,pero eso es lo que hace. En el caso de las mujeres artistas a las que no les da la gana renunciar a lo que hacen, el hombre sencillamente desaparece. Triste pero cierto.

Edward Hopper y Jo vivieron en el piso más alto de un edificio que daba a Washington Square. No tenian
frigorífico ni calefacción ni, por supuesto, ascensor. Pero el estudio tenia una luz excepcional. Entre las ventanas, Hopper habia colocado un espejo para mirar la habitación que tenia tras él, donde Jo tenia su estudio. Ella también le miraba mientras trabajaba. En la pared había colgado un retrato de Edward que había pintado ella rnisma, en el que el pintor aparece con una especie de halo de santo o de mártir. Comían comida de lata, porque a ninguno de los dos le gustaba cocinar. Aunque a veces hacian cortos viajes a Massachusetts o Maine, la mayor parte de su tiempo lo pasaban en este piso, viendo a pocos amigos.



Gail Levin, la historiadora que más libros sobre Hopper ha escrito, tuvo accesos a los diarios de Jo y el retrato que sale de la pareja está muy lejos de la frialdad y la distancia que aparecen en los escasos cuadros donde Hopper recoge escenas de dos. Jo arañaba a Edward. Le mordia. Él le daba bofetadas. La ataba. En su 25 aniversario, ella le dijo con sarcasmo que le regalara una medalla de guerra por distinción en el combate. Cuando se casó con Edward, Jo tenia 41 años y había estado pintando con cierto éxito durante 16 años. Vendia con regularidad sus obras. Había expuesto con Georgia O'Keeffe y los criticos habían resaltado su trabajo por encima del de ésta. Hopper solo había vendido un cuadro. Jo escribió en su diario: "Por supuesto si tiene que haber lugar para uno de nosotros es para él. Me siento agradecida por ello". Jo insistió desde el principio en ser su única modelo. Desde 1924 hasta su muerte, en 1967, Hopper pintó a mujeres con rostros en sombras que trasnochaban, tomaban tazas de café, soñaban despiertas delante de ventanas en dormitorios ajenos o se desnudaban en infernales peep shows. 


Probablemente el desnudo más feroz y con más mala sombra de la historia de la pintura es el cuadro The girlie show. Nunca un cuerpo desnudo ha sido más diabólicamente frío. Eso es lo que el matrimonio hace con la sexualidad, parece decimos esa figura malévola con los pezones rojos. Mientras posaba para ese cuadro, Jo se quemó la pierna con un radiador. Mostraba la cicatriz con orgullo a todo el que quisiera verla.