Una anécdota sobre Diderot
(Extraído de la columna de Martin Ferrand en el XLSemanal del 19 de agosto)
El nombre de Denis Diderot (1713-1784)
nos resulta inseparable de la Enciclopedia y justo es que así sea porque
Diderot, junto con Jean d’Alambert, reunieron para la labor a los
mejores intelectuales de la época y crearon una obra, la más trascendente del
XVIII, que sirvió de cimiento a la Ilustración europea. Tal fue su fuerza, que
el Vaticano lo incluyó en el Índice Libros
Prohibidos.
De lo que se habla menos es del perfil humano de
Diderot, uno de los mayores seductores del siglo y un buen aficionado a la
buena mesa. Después de un primer matrimonio desafortunado y roto y de numerosos
devaneos, su figura -¿su obra?- llamó la atención de Catalina II de Rusia. Andaba
económicamente apurado nuestro autor y puso a la venta su biblioteca. Lo supo
la emperatriz y pagó por ella 15.000 libras -¡un
dineral!-. Además le encargó su conservación por 1000 libras anuales y, aunque
Diderot tenía ya 50 años, le adelantó
50 anualidades para desvanecer sus inquietudes. Llamado a San Petersburgo
intimó con Catalina la Grande, a la que le divertían la tosquedad social del escritor
-era hijo de un navajero- y su finura
intelectual. Esa intimidad llegó a ser, como decía Luis de Sosa, «muy íntima».
En la mesa, Diderot tenía gustos sencillos, sus años
de jesuita le habían acostumbrado a la modestia del refectorio; pero, tras más
de 10
años,
dejó la tonsura «para hartarme de comer conejo y liebre siempre que me venga a capricho
hacerlo».
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home