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jueves, febrero 21

Las vírgenes juradas de Albania

(Un artículo de Stella Pende publicado en el XLSemanal del 31 de agosto de 2008)

Casi niñas, renunciaron a su femineidad para convertirse en hombres, siguiendo una ancestral tradición balcánica que hoy asombra a los sociólogos. Así, podían beber, fumar y disparar un fúsil. También ocuparse de sus hermanas y administrar los bienes de la familia.

El pastor empuja las cabras hasta el redil. Es un viejo arrugado por la fatiga al que el humo del tabaco ha cincelado en su cara dolorosas arrugas como su propia soledad. 'He tenido una vida difícil. Si no fuera porque soy duro, no habría sobrevivido. Te pasas el día y la noche con el rebaño sobre los picos de las montañas heladas: duermes, comes y hablas con los animales. Al final, te conviertes en un guerrero de la naturaleza, porque, para no sucumbir, tienes que combatirla'. Sin embargo, este anciano también tuvo otro trabajo: 'Los peores años fueron los que pasé en la mina. Al principio comía hierba, y después me encontré en las entrañas de la tierra. Ese es un trabajo para ratas de alcantarilla, no para hombres'

Así que, ¡imagínense para él, que en realidad es una mujer! Sí, una mujer. Porque en el documento de identidad de este pastor - minero, tan solo hay escrito un nombre: Fatime Xhedia, nacida en 1930. No se trata de otro caso de cambio de sexo. Esta ex señora de pntalones gris acero y camisa azul como el cielo no es un anciano transexual, es una 'virgen jurada'. Una mujer que ha prometido castidad eterna y total para conquistar el honor de ser hombre, de vestirse como ellos, tener armas y combatir, pero también de concederse lujos totalmente masculinos, como el tabaco y el alcohol, prohibidos a las mujeres en la sociedad albanesa.

Las burrnesh (del término albanés burré, que significa 'hombre') son una antigua tradición de las montañas albanesas y kosovares que se remonta a más de 300 años. Su origen está en el Kanun de Lekë Dukagjini, el más austero de los códigos nacionales llegado hasta nuestros días. La conversión se efectúa cuando la niña, apenas una muchacha, jura su virginidad ante los 12 hombres más importantes del pueblo.

'Recuerdo que temblaba. No se trataba sólo del orgullo de ser hombre, sino también del miedo que sentía por abandonar mis fantasías y mis sueños de niña', cuenta Leyla, que hoy tiene 56 años, en Tropoja, donde trabaja como leñador. 'Entonces, el más viejo del pueblo me ofreció su chaqueta de cazador y el más joven su fusil de defensa. Después, el anciano cortó, con sus manos arrugadas, mis rizos negros, uno a uno, que cayeron al suelo, como mi feminidad. Me había convertido en un verdadero hombre'.

Hubo un tiempo en que las vírgenes juradas también se encontraban en Serbia Y Montenegro, pero en la actualidad son un 'vestigio humano' muy raro de encontrar, de hecho hay muy pocas (se habla de unas decenas) y se esconden en las montañas que sirven de frontera entre Albania y Kosovo.

Las razones misterisas que han llevado a estas mujeres kosovares y albanesas a convertirse en vírgenes eternas hay que buscarlas en las arraigadas costumbres de esta tierra guerrera.

'No lo hacen por cuestiones religiosas: hay burrnesh tanto entre mujeres musulmanas como cristianas. A menudo, la mujer debe pagar con la castidad el haber rechazado un compromiso de matrimonio'. Lo dice la antropóloga Antonia Young en la obra 'Mujeres convertidas en hombre'. 'La conversión se produce sobre todo cuando no hay hombres en la familia. Una chica se convierte en hombre para heredar las propiedades familiares que de otra forma no podría tener. Pero la transformación también se produce en memoria de un padre o de un hermano muertos'.

Es el caso de Diana Rakipi, 54 años, y sexta de nueve hermanos. 'Mi hermano pequeño murió de un mal de ojo. para recordarlo, he querido convertirme en un hombre como él', cuenta Diana, que fuma un cigarrillo tras otro, consciente de que, como mujer, no podría hacerlo. Diana viste hoy el uniforme de guardia jurado en el puerto de Durazzo, donde trabaja. El sombrero militar no esconde la antigua condición femenina que se advierte en su piel y en su sonrisa. Nostalgia de la feminidad que dejan entrever el anillo de oro que lleva y sus ojos azules. 'De las mujeres adoro su sensibilidad, mientras que de los hombres aprecio el coraje y la sinceridad', afirma.

De las vírgenes juradas se enamoró la escritora albanesa Elvira Dones, cuando en una vieja foto de una familia kosovar descubrió el rostro demasiado femenino de un hombre. Comenzó a indagar, recorriendo los pueblecitos de las montañas albanesas, y descubrió vidas que le impresionaron tanto que escribió Luna, sobrecogedora historia de una chica convertida en burrnesh contra su voluntad.  Lo que impresiona aantropólogos, escritores y a todo el mundo que conoce estas historias, es el espíritu de sacrificio de estas mujeres-hombre albanesas que regalan su vida en honor a sus padres. Porque en aquellas tierras perdidas, una hija así, purísima guerrera, otorga a su familia la oportunidad de ganar una gloria casi épica. Pero, más allá del mito, la tradición de las vírgenes tiene una explicación más moderna: en una Albania rural, donde, para una mujer, el tabaco, el sexo, y cualquier soplo de libertad se convierte en vergüenza, la burrnesh adopta esa máscara simplemente para vivir. Como afirma el antropólogo Moikom Zego: "no tiene nada de extraño. La nuestra es una tierra de travestimientos mágicos... En algunos pueblos, tras el nacimiento de un hijo, el hombre finge ser la madre y recibe las visitas tumbado en la cama. Y vestido de mujer".

 De otro artículo:
La tradición de la virgen jurada se remonta al Kanun de Leke Dukagjini, un código de conducta trasmitido oralmente entre los clanes del norte de Albania por más de 500 años. El Kanun, del siglo XV y unificado por el príncipe Lekë Dukag- jini, era la ley de la costumbre en una tierra sin ley. Sólo se puso por escrito en los años 30. «Hay que verlo en su tiempo, eran reglas para hacer paz, defender la tierra y las familias», explica un vecino. Reprimido por los turcos y el comunismo, ha resurgido en el caos de los noventa. Con Hoxha no había armas, pero en la revuelta de 1997 se saquearon un millón en los arsenales. El Kanun se ha extendido a ciudades como Shkodra con la inmigración, ha degenerado e incluso hoy se mata a mujeres y niños. El Comité Nacional de Reconciliación, ONG que pacifica litigios, calcula que unas 800 familias viven encerradas e involucradas en venganzas. Hasta hay que pedir permiso con el mediador para llevar un hijo al médico o al colegio. «La ley triunfará sobre el Kanun», ha dicho el primer ministro, Sali Berisha. No está mal para algo que no existe.

Según el Kanun, el papel de la mujer está estrictamente limitado: cuidar a los niños y mantener el hogar. Mientras que la vida de una mujer vale la mitad que la de un hombre, una virgen vale lo mismo: 12 bueyes.

Si el patriarca fallecía sin herederos masculinos, las mujeres solteras de la familia podrían encontrarse solas e impotentes. Al hacer el voto de virginidad, podían ser cabeza de familia, llevar un arma, poseer propiedades y moverse libremente.

Pasaban sus vidas en compañía de otros hombres, aunque la mayoría conservaba su nombre de mujer. Nadie se burlaba; las aceptaban en el ámbito público e incluso las alababan. Para más de una era la forma de reafirmar su autonomía o de evitar un matrimonio concertado.

“Deshacerse de su sexualidad y hacer la promesa de seguir vírgenes era el modo que tenían de acceder al ámbito público en una sociedad segregada y dominada por varones”, explica Linda Gusia, catedrática de estudios sobre sexo en la universidad de Pristina, Kosovo.

Los sociólogos señalan que no debe confundirse el juramento de permanecer virgen con la homosexualidad, un tabú arraigado en la Albania rural. Y las mujeres tampoco se sometían a operaciones de cambio de sexo.